2

1.4K 151 17
                                    

Y el día del impacto del meteorito había llegado.

Los pueblerinos esperaban con ansias desde sus hogares la llegada de la bola gigante de fuego, ver que pasaría cuando chocara. Mientras tanto, todos los héroes de Karmaland tenían preparados sus escondites bajo tierra.

Rubius había aceptado a regañadientes la oferta de Vegetta. Igual eran solo un par de horas atrapado con él en el búnker. Mientras el peliblanco dejaba sus cosas en la habitación que le correspondía, escuchó unos pasos andar por el pasillo. Tenía la puerta abierta, así que sabrían que él estaba allí.

Sin embargo, no escuchó ninguna voz. Que raro, generalmente lo saludarían.

—¿Vegetta? ¿Eres tú?

No había respuesta. Pero unos pasos se acercaban lentamente hacia él. De pronto, se detiene. Escucha un arco crujir.

—Venga ya, un esqueleto —se dice a sí mismo mientras desenfunda su espada. Estaba algo acostumbrado a predecir la posición de su enemigo, como si fuera un sexto sentido. Quizá y sí tenía genes de oso en el fondo de su ser. Podía protegerse de esta.

Pero antes de que pueda estocar su primer ataque, recibe un flechazo inesperado en su hombro. Lo paraliza momentáneamente y un quejido sale de su voz. Decide ir agresivo y atacar, matando de un movimiento al flechero. Escucha otra flecha salir disparada, pero falla, quedando en la pared clavada. Con un solo ataque, el enemigo muere a sus pies.

Sin embargo, la herida lo había sorprendido. Si anduviera armadura la flecha hubiera rebotado, pero lo tomó desprevenido. ¿Qué hacía un esqueleto dentro del sitio? Quizá poca luz.

Decidió sacar la flecha, incrustrada en su hombro, pero fue un grave error. Sangre salía a borbotones, creía que moriría allí y no encontraba en su mochila las pócimas de regeneración. Justo cuando empezaba a caer en desesperación, escucha más pasos venir hacia él. Lo que faltaba, más enemigos.

—Doblas, ¿Pero qué leches?

Cierto alivio corre por su cuerpo. —Ah, pero si eres tú... Nada, que recibí un par de golpes.

—Pues un par de golpes que casi te dejan muerto macho —le responde Vegetta en un tono preocupado mientras saca pociones de regeneración. —Toma, ya te ayudo yo.

—Que no hace falta tío, no fue nada.

Pero creía que no había sido escuchado, pues escuchaba a su compañero en otra habitación moviendo cajones. A los pocos segundos regresa nuevamente, dándole un frasco en su mano.

Después de tomar las pociones, se sentía como nuevo. Lástima que no curen todo. Su orgullo se lo impedía, pero lo dejó atrás porque debía decírselo.

—Gracias, triple siete. No sé que habría hecho allí si no estuvieras para ayudar…

—La verdad me preocupas un poco Rubius. Últimamente has tenido una mala racha.

—Nada fuera de lo normal, te lo juro. Por cierto, ya he dejado mis cosas en la habitación. El impacto será en unas horas así que quiero que todo esté en orden.

—Perfecto. De hecho vengo de tu casa, traje a Coringa y asegurarme de que todo esté cerrado.

—¿Porqué te preocupas tanto por mí? Siempre me la paso haciendo tu vida imposible… y no digas que por lo de ciego que sabes que me voy a cabrear.

—Bueno... No es solo por eso. Tengo que cuidar que no hagas cosas ilegalísimas. Y no sé, creo que sos un buen amigo, solo que no hemos hablado como tiene que ser.

Rubius analizó esas últimas palabras. Es verdad, no se conocen de mucho. No tienen casi nada en común. Además, Vegetta es el que siempre anda diciéndole al resto qué tienen y no tienen que hacer, siempre dirige las misiones en equipo y ayuda al resto en lo que necesiten. No como él, que suele ser más un lobo solitario, haciendo bromas, escondiéndole secretos oscuros al resto de sus amigos, improvisando sobre la marcha. No podrían convivir sin joderse el uno al otro.

En mis ojos (Fanfic Rubegetta AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora