Diciembre

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Algunas semanas después, cuando apenas se iba adentrando el invierno, John fue a casa de Jean como todas las tardes. Pero esta vez tenía noticias desalentadoras.

-Jean... -empezó a hablar el mayor-. Ya te he comentado sobre esto, pero quiero que sepas... -John sintió un nudo en la garganta, incapaz de terminar la oración correctamente.

-Te irás, ¿verdad? -Dijo el pequeño casi en un susurro.

John, quien ahora estaba sentado justo enfrente de Jean, se levanto de su asiento y abrazó al niño con todas sus fuerzas.

-Es sólo por un par de semanas, Jean -dijo John-. No tienes que ponerte así, no me iré para siempre.

-¡Pero te voy a extrañar! -Gritó el pequeño en un berrido-. ¡Y además sólo estaré una semana en Francia! ¡Tu te irás tres o dos! ¡Voy a estar una semana solo!

-¡Jean! -Llamó el mayor-. Me iré de vacaciones durante las vacaciones de Navidad, no es para tanto.

-Pero es que -se excusó Jean mientras sollozaba-, hasta vas a faltar una semana entera a clase...

John tomo las manos del niño y las movió un poco para que Jean alzara la vista, y así hizo.

-Quiero que me prometas algo, ¿si? -Pidió el mayor-. Te vas a portar bien, harás todos tus deberes y te irás a dormir temprano. Obedecerás a tus padres en todo lo que te pidan y serás buen niño. Es fácil, ¿cierto?

-¿Y que voy a hacer cuando Santa Claus deje mis regalos? ¿Quién me va a ayudar a mantenerme despierto?

-Aunque te ayude siempre terminas dormido -admitió John entre risas-. Vamos, aún nos quedan algunos días antes de que me tenga que ir, así que es mejor si aprovechamos bien el tiempo.

Jean y John salieron de casa para tener un paseo "navideño" -como le gustaba llamarle Jean-.

Ambos jóvenes platicaban sobre cosas triviales, pero Jean no podía evitar sentirse un poco triste. Sabía que no sería demasiado tiempo, pero no quería dar excusas a sus compañeros de por qué su hermano no iría a recogerlo de la escuela por una semana. Y mientras Jean miraba hacia la vereda, pensando, y John tenía la vista fija hacia el frente, sucedió la maravilla.

-Está nevando -susurró el mayor en un volumen casi inaudible.

El pequeño se dio cuenta de la nieve también. Era blanca, suave y fría. Muy ligera, parecía que se derretía. Aún no estaba lo suficiente gruesa y con forma como para hacer un muñeco de nieve, pero aún así era nieve. Jean abrió la palma de su mano, con la intención de que un poco de la ya mencionada nieve le cayera.

-John, pide un deseo -dijo el niño.

John obedeció, pues Jean tenía este tipo de creencia, adoptada gracias a que su madre decía que si veías la primer nevada del invierno, podías pedir un deseo y se cumpliría. Así que ambos cerraron sus ojos y con la voz de su corazón pidieron su deseo. Dos deseos, que en realidad era uno solo.

Jean & JohnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora