Mayo

6 2 1
                                    

Hizo metástasis.

Había pasado dos meses desde que fue diagnosticado, pero sólo empeoraba.

Era un caso extraño, como todos.

Algunos días estaba bien; y luego caía enferma.

John también.

Algunos días podía reír, y luego lloraba por la noche.

Jean, que trataba de portarse bien y no causar problema, también se sentía triste. Un día, que su madre llegó temprano del trabajo, el pequeño decidió hablar con ella acerca del tema.

- Mamá -dijo Jean-, ¿Dios puede hacer que la gente viva?

- Dios es el que decide, Jean -respondió la francesa mientras esbozaba una pequeña sonrisa.

- Y entonces, ¿por qué se lleva a la gente buena? ¿Por qué no a la gente mala? ¿No crees que es injusto?

- No se trata de justicia, mon petit. A veces se trata de suerte, más que de otra cosa.

- ¿Entonces si le rezo mucho a Dios, él me dará suerte?

La madre se quedó callada, sin saber bien qué decir.

- ¿Entonces por qué Dios no me escucha? -preguntó Jean con frustración-. ¡Le rezo cada día y no me hace caso! -exclamó, mientras las primeras lágrimas brotaban de sus ojos-. ¿Ya no me sirve de nada rezar, mamá? ¿O es que Dios ya no me quiere?

- Jean -llamó su madre con firmeza-. Reza es como hablar con un amigo. Él no solucionará tus problemas, pero te dará todo su apoyo para que puedas mantenerte fuerte.

Jean trató de calmarse, pero a duras penas pudo mantener la respiración sin sollozar. Jean era un llorón, hubiera pensado John.

- Es que no quiero que la mamá de John muera. Si ella muere, John no podrá ser feliz, ¡él mismo lo dijo!

Silencio.

La señora abrazó a su hijo y le secó sus lágrimas; le dio un beso en cada cachete y trató de sonreír

Pero en realidad, Jean tenía más miedo que nunca. Entonces cerró los ojos, y le prometió a Dios que sería más fuerte, pero a cambio, le pidió algo de suerte.

Jean & JohnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora