5

8 2 1
                                    

El egoísmo crece sin control al igual que el cabello, el calor del verano se sentía en la piel y el cambio de Milenka dejo de sentirse.


Orgullosa era Milenka.


Los planes escondidos en la piel y papel eran reparados cada noche cuando sus padres iban a dormir, el perseguir su meta se volvió el único camino a recorrer y no importaba el precio a pagar.

Después de todo, en esta carrera tenía un gran amigo que la apoyaba y aconsejaba.


Por las noches cuando el demonio paseaba por la casa, Milenka lo acompañaba en busca de información.


Milenka se sentía extraña.

Llevaba mucho tiempo en su casa, esa casa, donde creció.

Su madre le había enseñado a caminar, hablar, la magia de su tribu y a ser responsable ante sus actos.


Pero ahora se sentía ajeno, extraño y nostálgico.


Pasar por el mismo sendero dos veces era difícil.

Estaba acostumbrada a su vida en Rusia, con sus padres y familiares, pero ya no era lo que solía querer y amar como antes.


Sueños de medianoche y estrellas de plutonio le marcaban la nueva normalidad.

Además de tener su plan ya listo, de alguna manera podía deducir que vendría en el examen que presentaría en dos días y estaba confiada en que aprobaría.


El demonio no se comunicaba demasiado, Milenka podía sentir cierta nostalgia en el dolor del silencio y el cargar con mentiras.


Milenka era de dulce mirada y boca silenciosa últimamente, de gran conocimiento y poca vida.


Milenka lo hizo, había perdido a sus amigos más cercanos y a sus familiares los desconocía en la calle. Una palabra amigable le hacía voltear la vista, en realidad, Milenka no va a hablarte.


La chica de mirada dorada sospechaba.


Cuando Milenka salía por la calle, recorría largos caminos sin un rumbo fijo en busca de la dirección de su hogar o algo similar.

En busca del sonido del corazón en el pecho que pudiera recargarse y contar todo.


Milenka de fresca piel y vieja alma.

Estaba estresada y temerosa.

MilenkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora