Lynn IV

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Miré a Lucas de reojo, pero él estaba mirando fijamente a Richard. No podía leerle el pensamiento como podía hacer nuestro querido Alpha, pero sin duda podía sentir su odio. Lucas estaba lleno de ese sentimiento tan horrible que es el odio: odio, tristeza y rabia.
De detrás de Richard salieron varias personas; algunos lobos, algunos humanos. Me quedé un momento analizando la situación.  La verdad nunca hubiera dicho que justamente ese día iba a ser mi último día. También, supongo que nadie se lo imagina.

Todos estos pensamientos de mierda rondaban por mi cabeza, mientras intentaba gritar el nombre de Aiden. Sabía que estábamos muy lejos de los demás, muy lejos para que Aiden me escuchara el pensamiento. Joder, por una vez que de verdad daría lo que fuera por que se metiera en mi cabeza... Casi pongo los ojos en blanco cuando me imaginé como Aiden me diría un "ya te lo dije" si estuviera aquí.

—Sois un poco pesados, ¿no? —les pregunté, yo la mega valiente, al resto de la manada.

Realmente lo único que quería era ganar tiempo. Tenía que pensar en una salida. Si me tomaba forma lobuna en ese momento estaríamos muertos antes siquiera que mi llamada alcanzara a Aiden, pues los demás eran más de veinte, igual más de treinta.

Volví a mirar a Lucas disimuladamente y parecía que estaba pensando lo mismo que yo.

—¿Pesados por qué, bombón? —inquirió Richard divertido.

Puse los ojos en blanco. 

—El padre de Aiden mató a tu hermano,  y tú mataste a los padres de Aiden. Fin de la historia, ¿no?

—También mató a Jenny —escupió Lucas, su voz no sonaba para nada dulce y graciosa como de costumbre—, así que la historia no ha terminado.

—Ya lo creo que no —dijo Richard.

Vale, gracias, Lucas. Ahora sí era momento de tomar forma. Iba a aguantar más en forma lobuna que siendo humana.

¿Cómo sería el morir? Si hay hombres lobo igual también hay un Cielo. Puede que me convierta en un angelito, ¿no he sido tan mala no?

Richard se estaba acercando hacía nosotros. Hacia mí en concreto. Llego hasta mí, pero yo no me aparté, aun cuando sabía que seguramente serían mis últimos segundos de vida.

Pensaba en mi madre, en mi perro, incluso en el asqueroso de mi padre que nos abandonó. También momentos de risa, de Clara y yo, Dani, todos los momentos en los que había reído o había llorado. Y, como no, pensé en Aiden. En su esencia, en sus carias, en sus besos. En esos ojos brillantes y llenos de misterio. En su sonrisa y en la forma en la que decía mi nombre. En todo él, y en concreto, en que nunca había amado a nadie de la forma en la que amaba a Aiden.

Richard y yo estábamos cara a cara. Me sacaba unas cuantas cabezas y tenía que mirar para arriba si quería sostenerle la mirada. Me crucé de brazos, así para sentirme un poco más chula antes de morir.

—Es una lastima—dijo Richard—, eres tan bonita...

—Es una lástima lo plastas que sois —dije yo mostrándome indiferente.

Él se río, levantó una mano y me apartó unos mechones de pelo antes de que le quitara la mano de un manotazo, iba a decirme algo, pero nunca llegó a pasar. Sentí una ráfaga de aire y Richard ya no estaba delante de mí. Sino que había volado por los aires para aterrizar a unos cuantos metros de distancia. ¡Era Aiden! Aiden había aparecido de la nada y había derivado a Richard.

Vale, ahora que lo pensaba mejor. En verdad no estoy segura por qué me pareció una buena idea llamar a Aiden. En vez de morir solo yo, ahora íbamos a morir los dos. Aunque técnicamente los dos íbamos a morir si yo moría, por eso de que él se había imprimado de mí... El mundo lobuno era un lío.

A B R U M A D A (IMPRIMADA SEGUNDA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora