έξι💫

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aazalarcon

El domingo era el día de descanso, día donde no había clases y se les estaba permitido hacer lo que quisieran: algunos, como Río y Tokio, optaban por salir a hacer deporte, Nairobi, junto a Moscú se encargaban de preparar la comida, Helsinki y Osl...

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El domingo era el día de descanso, día donde no había clases y se les estaba permitido hacer lo que quisieran: algunos, como Río y Tokio, optaban por salir a hacer deporte, Nairobi, junto a Moscú se encargaban de preparar la comida, Helsinki y Oslo a recordar anécdotas de guerra, y Atenas, prefería quedarse hasta tarde encerrada en su habitación; escuchando música y dibujando.

Se permitió regodear durante horas en la cama, tachando, nada más levantarse, un día más en el calendario que colgaba en una de las paredes.

Un día menos para terminar y salir de aquella locura.

Sin embargo, aquel domingo no era como los demás, llevaban allí veintinueve días, y supuestamente ese era un domingo especial, cumplía años.

Tras tachar su día en el calendario, se acercó curiosa al espejo mirándose detenidamente; parándose a observar cada facción de su rostro, curiosa, al querer comprobar si le había salido alguna arruga más o si por el contrario, tenía una arruga menos. Se quitó la camiseta que usaba para dormir, alejándose un par de pasos de el espejo para poder verse de cuerpo entero, deslizando juguetonamente sus dedos por los bordes de su sujetador, descendiendo así sus caricias por su abdomen, riendo ante las pequeñas cosquillas que causaba en si misma, observando detalladamente el tatuaje de su pierna y las cicatrices que marcaban su cuerpo.

—Feliz cumpleaños Alb.... Atenas, qué buena estás —musitó con gracia, ascendiendo sus manos por su cintura, apretando sus pechos, sintiéndose halagada por el piropo que se acababa de lanzar— Un año más de vida y sigues igual de buena que hace diez años, pese a quien le pese.

Treinta y cuatro años, bien y mal vividos.

Se alejó del espejo bailando torpemente, tarareando La Deriva de Vetusta Morla, poniéndose de nuevo la camiseta y acercándose al tocadiscos para poner la misma, empezando a dar vueltas por la habitación hasta caer agotada sobre su cama desordenada.

Sin pensárselo dos veces, tomó el cuaderno y el bolígrafo que descansaba sobre su mesilla, llevaba días dibujando a cada miembro de la banda, intentando conocerlos de esa manera, solo le quedaban Berlín y el Profesor, se había dejado a los que mejor "conocía" para el final.

Sin embargo, en mitad del estribillo de La Deriva y tras el primer trazo de su torpe boceto, tres secos golpes sobre la puerta le asustaron, lanzando inmediatamente un quejido al sentir como la fina punta de su bolígrafo había raspado levemente parte de su pierna.

—Adelante.— vociferó observando su pierna, lamiendo su dedo índice y tocando finalmente con este el pequeño raspón en su muslo.

—Buenos días... —habló finalmente el hombre al cerrar la puerta de la habitación— ¿Qué tal has amanecido?

𝘼𝙏𝙀𝙉𝘼𝙎, 𝘌𝘓 𝘗𝘓𝘈𝘕 "𝑷𝑬𝑹𝑭𝑬𝑪𝑻𝑶" [BERLÍN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora