Capítulo uno: Sígueme a todos lados.

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Capítulo uno: Sígueme a todos lados.

Si hay algo que odio más que el helado de pistacho, son las propagandas constantes de la navidad en la televisión. No es porque odie la navidad, sino porque es un recordatorio constante de que es invierno afuera. También odio el frío, como todo ser humano normal en este planeta. Desde principios de noviembre que están lanzando propaganda tras propaganda navideña. La mayoría son sobre promociones en juguetes, y decoraciones para la casa. Puras estupideces que no son necesarias en pleno noviembre.

Regreso del colegio con los brazos y las piernas entumecidas por el frío. Siento que debo moverme un poco más antes de quitarme la calidez del abrigo, así que me sacudo un poco y retiro la campera de nieve de mi cuerpo. La temperatura dentro de la casa apenas cambia con el clima de afuera, sigue estando algo fresco, aún cuando la chimenea a leña está encendida. Seguramente mi padre la prendió antes de marcharse al trabajo.

Sustituyo mis zapatos por unas pantuflas de felpa, y mi pantalón de la escuela por uno de una tela más cómoda y floja. Voy a mi cuarto, que está casi al fondo de la casa, y dejo mi mochila y mis llaves en la mesa de noche. En el escritorio, junto a mi computadora y mis cuadernos, están los doce folletos (así es, doce) de diversas universidades a las cuales debería ir a visitar para, al final de cada recorrido, elegir una para poder asistir el año entrante. Claro que mi padre, como todo padre que quiere mostrarle su título de paternidad a su único hijo, quiere que elija una carrera como medicina, abogacía o contador. Yo prefiero estudiar y vivir del arte, adoro dibujar retratos y pintar paisajes. Obviamente, el arte no me dará de comer o no podrá pagarme una casa, pero al menos seré feliz haciendo algo que me gusta antes de ser infeliz trabajando en algo que odio.

Aparto esos pensamientos de mi cabeza y voy a la cocina. Son las cinco de la tarde y mi estómago me suplica por comida. Me preparo una taza de café y me siento en el sillón de la sala a ver televisión. Cuando enciendo aquel aparato, la primera imagen que aparece es la de una familia en una casa completamente decorada con adornos navideños. Obviamente que, en cuanto veo esa fotografía, lo primero que logro hacer es cambiar de canal. Están dando una película de cáncer, muy triste y deprimente. No me molesta ver este tipo de trama, aunque no es mi favorito, no hay nada más para ver un miércoles a las cinco de la tarde.

La película transcurre con mucha normalidad, una que otra propaganda de por medio y un emotivo final dramático digno de una filmación de niños con cáncer. Al terminar la película son las seis y cuarto de la tarde. Mi padre regresará a las ocho y media, hora de cenar. A veces creo que es el único momento en el que podemos estar juntos, unidos como una familia normal en la cena. Hay días en los que vemos un rato de televisión por la noche, pero solo si él no debe levantarse muy temprano.

Cuando estoy a punto de apagar la pantalla e irme al cuarto a hacer mis deberes, suena el timbre. Es raro ya que mi padre llega más tarde del trabajo y siempre tiene sus llaves. Además, si se las hubiera olvidado, me lo hubiera hecho saber por medio de una llamada o un mensaje. No me preocupo porque, en definitiva, a estas horas debe de ser alguien conocido. Quizá un amigo de mi padre o mi tío, que vive a dos cuadras de aquí.

Al abrir la puerta, lo primero que siento es una oleada de corriente fría, seguido por una gran cantidad de agua helada que me cae justo en la cara, mojando parte de mi remera y mi pelo. Llevo mis manos a la cara y me retiro los restos de agua que quedaron en mi rostro. Esto solo se debe a un tonto bromista: Jack Frost. El viento corre y siento mi cara congelarse producto del agua fría en pleno invierno.

-¡Ja! -escucho decir a Jack mientras entra sin permiso a mi casa, como de costumbre. En cierto modo, creo que me esperaba que eso sucediera ya que Jack suele entrar por la ventana de mi cuarto, en vez de por la puerta como una persona norma, y, por supuesto, sin mi permiso-. Tienes que ver tu cara, está completamente pálida. Hasta creo que hay cubitos de hielo bajo tu nariz. ¡En serio, fue tan gracioso!

Ciudades de mentira [Frostcupp/Hijack]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora