Rocío

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-Gas... ¡Gas!

Me despiertan unos golpes en la puerta, veo a Alan asomándose. Ya era de noche, estaba totalmente oscuro. Sólo podía verlo por el reflejo de la luz de la sala de estar. Yo estaba totalmente tapado por mi sábana, de modo que no podía verme.

-Ey Gas... ¿Cómo estás?... ¿cómo te fue?... ¿puedo encender la luz? -Su noto de voz mostraba un claro signo de preocupación.

-Si Alan. -Advierto mi voz femenina-. Pero te prepárate para lo que vas a ver.

Alan enciende la luz y se queda mirándome sin decir ni una palabra.

-Si, ya sé. Increíble.

-No puedo creerlo, ¿sos vos Gaspar? -pregunta mientras se acerca.

-Si tonto, ahora soy una estúpida mujer. Mirá, ahora tengo tetas. -le respondo mientras me quito la sábana.

-Wuoh amigo, no puedo creerlo. -Sus ojos estaban grandes como un plato-. Pero... ¿Estás bien? Te... ¿te duele algo?

-No, estoy bien. Sólo salí de la clínica muy cansado ¿Qué hora es? Siento que dormí una eternidad.

-Son las 22hs, ya estoy por cenar. No sabía si ibas a comer, pero hice bastante arroz y hay una milanesa en la heladera.

-Ahí voy, solo dame unos minutos. Gracias Alan. -No dejaba de verme. No podía creer lo que sus ojos veían.

Al levantarme, me puse una remera, un boxer y un pantalón. Bajo un gorro oculté todo el cabello. Tome mi celular y fui al comedor. Alan estaba sirviendo en un plato mi cena.

-Perdón amigo si no dejo de verte, pero no puedo creerlo.

-Sólo será por un mes -dije, mientras me sentaba y advertía que mis uñas estaban rojas. Lo había olvidado.

-Bueno, será como una cita -me dice mientras sonríe nervioso mientras me sirve una copa de vino.

-No seas estúpido.

Reviso mi celular y Paz me había enviado un mensaje, a las 23hs iba a venir a visitarme. Cenamos casi en silencio, hasta que Alan me preguntó cómo había sido el tratamiento y le respondí con lo poco que recordaba, pues la gran parte del tiempo estuve inconsciente. Luego el silencio volvió.

Noté que me llené con muy poco, al menos en relación a lo que comía siendo hombre. Pronto me dieron ganas de ir al baño, y mientras me dirigía a él me di cuenta que ahora sería distinto. Me senté en el sanitario, me bajé el pantalón y el boxer y deje a mi cuerpo fluir. No quería ver lo que tenía en mi entrepierna, quería ignorarlo. Luego me sequé, me lavé las manos y volví a la sala de estar. En ese momento escucho sonar el portero, era Paz. Alan se ofreció a ir a abrirle.

Luego de dos minutos ya se encontraban ingresando por la puerta, mientras conversaban. Paz cargaba con un enorme bolso de color negro.

-¿Dónde está la princesa de la casa? -Se acerca sonriendo-. Me comentó Alan que dormiste toda la tarde y que ya cenaron. Pero... ¿qué haces así vestida? Si mal no recuerdo te di tu ropa de hoy.

-Estoy en mi casa Paz. -contesté indignado, pero ella rió.

-Linda, anda a cambiarte. La ropa que tenés puesta no es propia de una nena. Vamos, yo te acompaño.

Fuimos juntos a mi habitación, cerró la puerta. Alan se quedó en la cocina lavando los platos.

-Mirá esto es muy fácil. Cumpliste con el tratamiento, muy bien, pero también es parte del acuerdo el hecho de que me hagas caso, no creas que con eso ya está todo solucionado. Tenés que estar vestida como una mujer todo el tiempo, yo en cualquier momento puedo hacerte una videollamada, a la cual estás obligada a atender. Si veo que no estás vestida como corresponde, tu foto termina publicada hasta en el diario de la ciudad ¿Entendés? No te escucho...

-Si, te escuché Paz -susurro enojado, mientras comienzo a cambiarme la ropa. Ropa interior, short, zapatillas, remera...

-Muy bien, así me gusta -dice mientras comienza a abrir el bolso-. Te traje ropa.

Empieza a dejar sobre la cama polleras, blusas, jeans, shorts, algunas chaquetas y abrigos. También brasieres y tangas. Si, tangas. Sobre el piso dejó dos pares de zapatillas y dos pares de zapatos, uno con el taco muy alto.

-Y mirá, te traje todo este maquillaje, y te voy a enseñar a usarlo, así que ponete cómoda.

Estuvimos dos horas practicando diversas técnicas de maquillaje, aunque mi pulso era patético. "Poco a poco vas a ir aprendiendo", repetía una y otra vez. Luego me explicó a depilarme, cuando los bellos crecieran. Por último, mi mayor pesadilla, me dijo que en algún momento del mes iba a venirme el período, por lo que debería llevar siempre conmigo unas toallitas femeninas y me mostró como debería usarlas. También me dio unas pastillas para cuando tenga dolores menstruales. Quería que me tragara la tierra.

-Bueno, ya es tarde. Mañana a la tarde hablamos y te paso a buscar, tenemos que hacer algunas salidas de nenas. -­Sonríe y me guiña un ojo.

-Te detesto Paz -le digo, mientras me da un beso en la mejilla.

Al salir de mi habitación, veo a Alan acostado en el sillón y me ve asombrado de mi vestimenta de muer, aunque claro, en el cuerpo de una mujer.

-Alan, está hermosa ¿No? -le pregunta Paz al verlo

-Amigo, no lo puedo creer -responde Alan mientras me recorre con su mirada.

-Amiga -se apresura a corregir Paz-. Ahora es una nena, no lo olvides. Y además ahora se llama Rocío, según su nueva identificación.

-¿Rocío?- pregunta Alan mientras vuelve a mirarme.

-Ya se va Alan, ¿la podés acompañar? -indico secamente.

-No hace falta Alan, me acompaña ella. Vamos, no te van a reconocer tus vecinos, tonta. 

La nueva vida: la historia de GasparDonde viven las historias. Descúbrelo ahora