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Durante las siguientes dos semanas, la vida de Taehyung adquirió un nuevo ritmo. Seguía levantándose temprano para darse el masaje y seguía duchándose y vistiéndose para ir a la cafetería. Pero ahora sentía la misma medida de expectación y ansiedad en el estómago mientras salía de la casa de sus padres y subía calle arriba. Cada vez que entraba en la cafetería, lo primero que hacía era buscar a Jungkook con la mirada.

Él siempre estaba allí, con un café y un bollo de crema, el periódico abierto en la columna de Consejos de un anónimo. Nunca levantaba la mirada y Taehyung se preguntaba si mantenía la cabeza baja a propósito porque entendía que eso le daba cierta libertad para mirarlo sin ser observado. Tenía un bonito cabello negro y espeso. Sus dedos a menudo estaban manchados de tinta y a veces también tenía manchas de pintura en los antebrazos. Casi siempre llevaba camisetas blancas, rara vez de colores, botas Timberland y pantalones vaqueros. Y ese aspecto tan juvenil le quedaba bien. Aunque no había nada juvenil en sus anchos hombros, o en la fuerte columna de su cuello o en el ángulo masculino de su nariz. Era un hombre guapo, pensó. Si hubieran vuelto a verse dos años antes... ¿Pero para qué imaginar algo que no ocurriría nunca? Jungkook no estaba interesado en algo romántico y aunque así fuera no llevaría a ningún sitio porque no tenía nada que ofrecerle. Aun así, lo observó por el rabillo del ojo durante los veinte minutos, mientras leía la columna de Consejos de un anónimo.

Luego volvió a casa y empezó el intercambio de mensajes, que a veces duraba horas. Al principio hablaban de cosas impersonales: política, cotilleos de Hollywood, noticias económicas, pero a medida que empezó a confiar en él empezaron también a salir todas las verdades. Y le contó cosas que nunca había imaginado contarle a otro ser humano, incluyendo sus padres y su psicólogo. Le habló de lo emocionante que había sido su antigua vida como modelo, pero también de lo solo que se había sentido siempre a pesar de estar rodeado de atenciones y admiración. Le habló de su desesperación y su angustia después de ser agredido, que había deseado morir. Compartió con él, el resentimiento que seguía sintiendo hacia el hombre que lo atacó, intentando explicar la constante batalla entre un odio comprensible y el deseo de no darle demasiado poder en su vida. A cambió, él le habló de la batalla de su madre con un desorden bipolar, de la tensión que había en su casa cuando era niño y de cuánto lo entristecía la distancia que había entre su hermano y él ahora que eran adultos.

Jungkook lo hacía reír y algunas veces derramar lágrimas de compasión. Pero sobre todo hacía que se sintiera comprendido. Creía que su vida había terminado, que estaba condenado a vivir en las sombras para siempre, demasiado asustado como para pedir nada más. Pero Jungkook estaba abriendo un mundo nuevo para él. Y aunque lo asustaba, también le hacía albergar esperanzas.

Tres semanas después, Taehyung se despidió de sus padres mientras los ayudaba a llevar el equipaje al taxi que esperaba en la puerta. Se iban a Tokio dos semanas para disfrutar, comer, y "reconectar", como le había dicho su madre discretamente. Y aunque la idea de pasar dos semanas solo lo asustaba un poco, Taehyung estaba decidido a sobrevivir. Y aquel día estaba decidido a hacer algo más. Algo en lo que llevaba varios días pensando.

Se vistió con cuidado para ir a la cafetería y pasó más tiempo del habitual cepillándose el cabello y colocándolo de forma que escondiese parte del lado derecho de su cara. Luego tiró de la manga para ocultar sus dedos y comprobó que el cuello alto del jersey tapaba lo esencial. Y después, tomando su billetera, celular y llaves, salió de casa. Empezaba a hacer calor y podía sentir el sudor bajo las axilas mientras caminaba. O tal vez eran los nervios. Pero estaba llegando a la cafetería y, por fin, respirando profundamente, recorrió los últimos metros.

Vio a Jungkook en cuanto abrió la puerta. Estaba en una de las tres mesas que solía ocupar, dependiendo de la gente que hubiera en la cafetería. Luego miró hacia su mesa. Afortunadamente, no estaba ocupada. Sería tan fácil sentarse y seguir con la extraña pero cómoda rutina que Jungkook y él repetían cada día... Taehyung se llevó una mano al estómago, deseando poder calmar sus nervios con ese simple gesto. Pero luego se acercó a la mesa de Jungkook. Con la mirada clavada en la silla libre, la apartó y se sentó en ella elegantemente. 

In the cafeteriaºKVº ADAPTACIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora