Final

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Cuando despertó, Taehyung se dio cuenta de que el cálido y sólido cuerpo de Jungkook ya no estaba a su lado. Y en cuanto abrió los ojos se apoyó en un codo para buscarlo...

Y se quedó inmóvil.

Jungkook estaba sentado al pie de la cama, frente a él, con el cuaderno de dibujo apoyado sobre la rodilla. Estaba dibujando con intensa concentración, el ceño fruncido mientras hacía trazos en la página.

– ¿Qué haces? –le preguntó.

Pero lo sabía.

Estaba dibujándolo.

Taehyung bajó las piernas de la cama. Había confiado en él lo suficiente como para ir allí y dormirse entre sus brazos. Y Jungkook estaba dibujándolo mientras dormía. Cuando era más vulnerable.

Probablemente lo consideraba un reto. Tantas texturas diferentes, tantos planos y ángulos inusuales. Qué fantástico reto para un dibujante.

– ¿Dónde vas? ¿Qué haces? –exclamó él cuando empezó a buscar sus zapatos.

Taehyung ni siquiera recordaba habérselos quitado.

– ¿Tú qué crees?

– ¿Por qué? ¿Por esto? –le preguntó Jungkook, señalando el cuaderno.

–Yo no soy una curiosidad. Y mucho menos un espectáculo de un circo –dijo Taehyung, sin mirarlo.

– ¿Tú crees que es así como te veo?

Estaba pálido y lo miraba con expresión de incredulidad. Su sorpresa hizo que Taehyung se parase a pensar. Tal vez su reacción era exagerada...

Por supuesto que era una reacción exagerada. Eso era lo que hacía siempre. Era como una terminación nerviosa expuesta, temblorosa y desnuda ante el mundo.

–Deberías haberme preguntado si me parecía bien.

–No quería perderme el momento –se justificó él, pasándole el cuaderno.

Taehyung intentó prepararse para lo que podría ver en la página...

El hombre del dibujo dormía tranquilamente, con una sonrisa en los labios y una mano doblada sobre la almohada. Jungkook había dibujado las cicatrices en su cara, en su brazo, en su pecho, pero no como él las veía. No eran vívidas como un cartel de neón, lo más importante de él. Eran parte de él, parte del paisaje de su cuerpo, pero no la parte más importante. Su pelo estaba extendido sobre la almohada, su cuerpo totalmente relajado.

Había una gran belleza en ese dibujo; no la belleza que destacaban las revistas de moda sino una diferente, más valiente, más terrenal. Y también había afecto, comprensión y...

Taehyung levantó la cabeza. Jungkook estaba mirándolo con una expresión indescifrable...

–Te quiero –le dijo.

El antiguo Taehyung, el Taehyung que temía salir de su casa, quería rechazar esa declaración de amor. ¿Cómo podía amarlo cuando su aspecto era...?

Pero el dibujo que tenía en la mano era real. El brillo en los ojos de Jungkook era real. Y los sentimientos que experimentaba eran reales. Los mensajes que habían intercambiado, los secretos y verdades que habían compartido, la jornada que había iniciado juntos... todos esos momentos eran reales. Real, poderoso e innegable.

–Yo también te quiero –le confesó por fin–. Pero me da tanto miedo...

–Lo sé –dijo él–. Pero como he dicho antes, no pienso ir a ningún sitio.

Jungkook le quitó el cuaderno de la mano y, después de dejarlo en el suelo, lo abrazó de nuevo para buscar sus labios.

Taehyung tenía tantas dudas... pero mientras disfrutaba de la presión de su boca sintió la primera punzada de deseo. Era como un río de lava que recorría sus venas y su cuerpo entero.

Estuvo a punto de soltar una carcajada. Un hombre, un hombre muy especial, estaba besándolo. Él quería que lo hiciera y le gustaba. Le gustaba muchísimo. Todo era tan normal. Tan increíblemente normal y prosaico.

Era increíblemente maravilloso.

–Bésame otra vez –le pidió.

Y Jungkook lo hizo.

FIN

In the cafeteriaºKVº ADAPTACIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora