Combatiendo el aburrimiento

62 3 49
                                    




Antes de que empezara la locura por el confinamiento, incluso antes de la locura por el papel de baño, Leo De La Iglesia había ido a México apara visitar a su madre.


Sus padres se habían divorciado cuándo él tenía trece años y se había quedado a vivir con su papá. No malinterpreten la situación, sus padres terminaron en buenos términos y todo, y por el bien de Leo acordaron que viviría en Estados Unidos porque ahí tendría mejores oportunidades y una mejor calidad de vida y otras chingaderas primer mundistas que a Leo no le importaban.


Porque Leo De La Iglesia prefería México antes que Estados Unidos.

Por la comida, la música, los insultos, la historia, la gente y por mucho más. 

Por esa razón su nombre artístico, por decirlo de alguna manera, era con el apellido de su madre. Prefería como sonaba ''Leo De La Iglesia'' a ''Leo Hertford''. Lo prefería por mucho.


Entonces cada que podía escaparse para visitar a su mamá en México, lo hacía. Especialmente porque su mami había elegido vivir en Cancún. ¡Era un paraíso!

Así que fue estuvo bastantes semanas, había conseguido un permiso para estar ahí tres semanas además de la semana santa que, gracias a chantajes religiosos, había conseguido convencer a su entrenador lo importante que era. ¿Valió la pena tanto tiempo sin practicar? Valió cada maldito segundo. Ni siquiera le importaba que este año no pudiera llegar al GPF ni a ninguna de las copas menos importantes, ya habría más años para intentarlo pero cada vez menos tiempo para pasar con sus padres. Y lo estaba pasando genial.


 Hasta que llegó el confinamiento.

Los primeros días estaba bien, un poco asustado pero intentaba mantenerse tranquilo. Se la pasaba viendo películas con su mamá o en videollamada con Guang Hong.

Para la tercer semana Leo ya estaba un tanto aburrido, especialmente porque él era alguien que le gustaba salir de fiesta o al centro comercial o simplemente salir a correr en las mañanas y, por su bien y el de la sociedad, estaba cumpliendo religiosamente el no salir a la calle (excepto para ayudar a su mamá a cargar las compras del supermercado o para sacar la basura). 


Fue un día martes cuándo Leo marcó su sentencia. Estaba hablando con Guang Hong y bajó a la cocina por un vaso de agua, había un calor infernal y dijo una frase que nunca, bajo NINGUNA circunstancia debes decir enfrente de tu madre:

— Te entiendo, Guang, lo peor es que no tengo nada que hacer.

— Así que estas aburrido ¿eh?— tanteó su madre apareciendo del otro lado de la barra que separaba la cocina del comedor,.

— Si, es lo que le contaba a Guang.

— Sé una manera en la que puedes dejar de aburrirte.— ofreció mientras miraba sus uñas como si fuera la cosa más interesante del mundo.

— ¿Cómo?— preguntó rápidamente. Pobre, inocente y dulce Leo, no sabe en lo que se está metiendo. 

— Primero apaga ese aparato.— Ordenó la señora De La Iglesia.

— Pero-

— Nada de ''pero'', despídete de juan.— su madre sabía inglés y escuchaba cuándo su hijo hablaba con el tal juanito, y es que Leo y Juan hablaban tanto que ella estaba segura que podría reconocer al otro chico con tan solo escuchar su voz.

Yuri!!! on quarantineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora