𝚙 𝚊 𝚕 𝚎 𝚛 𝚖 𝚘.

5.6K 206 31
                                    

Martín Berrote, Palermo.

Martín Berrote, Palermo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Mientras el Profesor y Lisboa estaban tumbados en sus hamacas tomando el sol durante un largo tiempo, yo le daba el biberón a uno de los corderitos que había por el monasterio. Al fin y al cabo, era el único momento del día en el que me podía despejar.

No me percaté de que alguien se posicionó frente a mi, hasta que vi su sombra en el suelo. Levanté poco a poco la vista y me encontré con Palermo, mirándome fijamente.

-¿Cómo andás, Londres?- Preguntó mientras se sentaba a mi lado, en el muro.

-Bien, supongo.

-Veo que últimamente venís acá a dar biberones.

Reí por cómo lo dijo, y dejé al corderito en el suelo y el biberón a un lado.

-Pues sí. Así estoy ocupada y no escucho solamente hablar del atraco.

-Ché, no te quejes tanto que vos vas a estar de rehén infiltrada. Agobiados deberíamos estar nosotros, que nos vamos a meter en la boca del lobo.

Palermo empezó a reír, pero yo le miré seriamente.

-¿Perdona?

El argentino dejó de soltar carcajadas y me miró fijamente, hasta sorprendido diria yo, al verme con una expresión tan seria.

-Haber, es muy simple, mirá. Vos vas a estar días y días sentada, escuchando cómo todos lloriquean a todas horas, sin hacer prácticamente nada. Nosotros nos vamos a exponer totalmente a cualquier peligro. No te quejes tanto.

Me levanté bruscamente, y él hizo lo mismo, a diferencia de que yo apoyé mi pierna en el muro.

-No es por nada, pero lo mismo te pueden meter un tiro a ti, como me lo pueden meter a mi. Y te recuerdo que es la primera vez que me meto en un atraco.

-¿Entonces para qué vas a entrar, si se puede saber? ¿Qué va a hacer una niñita de dieciocho años como vos?

-¿Qué dices de dieciocho? Tengo veintiseis años, tengo una enfermedad que afecta a la hormona del crecimiento. Y vale, vale que no he cogido un puñetera arma en mi vida, pero lo mismo le cojo la pistola a Matías y me lío a tiros con quien haga falta. Imbécil.

Empecé a caminar para irme, pero el agarre de Palermo me lo impidió.

Cuando me vine a dar cuanta, me tenía acorralada en la pared, sin darme la posibilidad de salir, pero no pude evitar sonreír al recordar que llevaba esperando ese momento desde que llegamos al monasterio.

-¿Vos no sabés lo que me pone a mi ver a una mujer con un arma en mano, verdad? Y más si sos vos, porque te imagino con el mono rojo y una M-16 y...

No dejé que acabara, porque me aferré a sus labios con desesperación. Él me correspondió el beso con intensidad, y poco a poco me llevó a su cuarto, e hicimos el amor.

La Casa de Papel || One Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora