𝚙 𝚊 𝚕 𝚎 𝚛 𝚖 𝚘.

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Martín Berrote, Palermo.

Martín Berrote, Palermo

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Miles y miles de kilos de oro estaban fundidos, convertidos en pepitas, como si fueran granos de arroz. Nos habíamos fundido la jodida reserva nacional.

Sacábamos los sacos llenos con el oro por un túnel que mandaron a hacer Andrés y Martín hace años, y que ni siquiera el Profesor sabía hasta que Martín se lo dijo cuando fue a buscarle a Italia.

Pocos sacos faltaban por trasladar hasta el hangar del Profesor, y la policía estaba prácticamente pisando nuestros talones.

-Samantha por favor, escuchame.- Me decía Palermo una y otra vez.

-Te he dicho que no me hables. Te digo que me he quedado embarazada de tu puñetero bum bum ciao, y me preguntas que si estoy de coña. ¿Tú ves eso normal?- Dije en un susurro para que nadie más nos escuchara.

-¿Qué querés que te diga? ¡Me pillaste por sorpresa! Además, pensaba que estabas bromeando.

-Hombre, pensé en todas las posibles reacciones que podías llegar a tener, pero nunca me imaginé que te rieras en mi puta cara.

-Te he dicho mil veces que lo siento, ¿qué tengo que hacer para que me perdones?

-Nada, bastante has hecho ya.

Di por finalizada la conversación, y me siguió pasando sacos, para que después se los pasara yo a Denver.

-Chicos, tenéis a los geos encima y no os da tiempo a venir al hangar. Cubriros y distraerlos como podáis.

Al escuchar al Profesor por el walkie, escuchamos unos pasos que venían hacia nosotros. Eran ellos, los geos.

-Amontona los sacos de oro, nos cubrimos con ellos.- Palermo asintió y empezó a hacer lo que le dije. -¡Tenéis que iros, ahora!

Todos los de la banda empezaron a correr para irse de allí lo antes posible.

-¡Vos también, fuera!

-Ni de coña. Yo te dije que contigo iba a tumba muerta.

-Sos una pelotuda, Sicilia.

Palermo empezó a disparar a los policías por un hueco que había dejado entre los sacos, mientras que pensábamos qué hacer.

-¿En tu fantástico plan pensaste en qué hacer en situaciones como esta?

-Ve llevando los últimos sacos mientras pienso algo.- Respondió el argentino, evitando mi pregunta.

-¿Y te quedas aquí, sólo?

-¡Dale, Sicilia!

Hice caso a duras penas y, desconfiando, lleve los últimos sacos al hangar del Profesor.

La Casa de Papel || One Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora