III

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Candy como todas las mañanas, ingresaba con una gran sonrisa en la clínica feliz, siempre saludando amablemente a todo aquel que se encontraba por los pasillos, y como ya era costumbre, dedicaba algunos minutos de su tiempo para jugar un poco con los pequeños, quienes al verla, sus rostros se iluminaban, ella era algo así como su adorado ángel, apodo que ella gustosa acepto, cuando ellos la bautizaron, entre guerras de cosquillas, abrazos y besos, la bella rubia, se colocaba su bata blanca, para iniciar con su ardua y larga jornada laboral. Gracias a la generosidad de Albert, la clínica feliz había sido reconstruida, y ahora no solo era más grande, sino también que estaba bien equipada, además de que la plantilla de personal la constituían doscientos empleados, entre los que se encontraban enfermeras, médicos, cirujanos, policías, cocineros, conserjes, recepcionistas y administradores. Dado al gran auge que el lugar estaba teniendo, nadie se daba abasto, y en algunas ocasiones, Candy, tenia que tomar doble turno, algo que agradecía internamente, ya que solo así podía mantener su mente ocupada.

—Buen día, Candy—saludo, uno de sus colegas, quien se acercaba a recepción para tomar unos expedientes.

—Buen día, Nena—saludo la rubia afablemente, acercándose hasta ella.

Si bien, la medico cirujano, Nena Smith, era una de las mejores en su rama, pese a que ella provenía de una familia bien acomodada, a sus escasos veintidós años, había logrado amasar su pequeña fortuna, gracias a su trabajo y algunas inversiones con la familia Ardlay, familia con la que desde muy pequeña estuvo ligada, incluso, se especulaba que entre el patriarca de los Ardlay y ella, había un romance, cosa que desde luego ambos desmintieron, debido a que la joven, veía a Albert, como a un hermano y aquel sentimiento era reciproco, por parte del apuesto y codiciado soltero.

—Me gustaría, tener la misma vitalidad que tú, es realmente admirable—musito con sinceridad la pelirroja.

—Lo que sucede es que amo demasiado mi trabajo, es por eso que siempre trato de dar lo mejor de mí.

—Yo también, amo lo que hago, sin embargo, siempre termino muy exhausta, hay días en los que quisiera tomarme unas pequeñas vacaciones. Dime, ¿a ti no te gustaría, Candy?

—La verdad...—dijo en un susurro, haciendo que aquel par de preciosas Esmeraldas, se ensombrecieran.

—Sé que aun te sigue doliendo, aquel suceso—musito la pelirroja—. Sin embargo, tengo la esperanza en que muy pronto, él y tú, vuelvan a reencontrarse. Pues, por lo que he escuchado, el amor que se tienen el uno al otro, sobre pasa cualquier limite. Tú, solo ten fe—finalizo, dándole un pequeño golpecito en el hombro.

—Gracias, Nena—susurro, para después tomar los expedientes de sus pacientes y marcharse a su consultorio. En donde apenas ingresar, cuelga su abrigo y bolso en el perchero, para acto seguido colocarse su bata, tras acomodar los expedientes en su escritorio, inicia a hojear el primero. Justo en ese instante su corazón, brinca de felicidad, pues su primera paciente es la pequeña Sofia, una niña dulce de tan solo cuatro años, quien cada vez que ingresa al consultorio de la rubia, corre directamente hasta ella para abrazarla y besar su mejilla.

Tal vez algún día (minific)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora