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Una casa bordeada por un pequeño bosque de árboles gigantes. Está completamente abierta. Parece una fiesta, se oye una canción de la radio. Una canción vieja, que sale desbordante por las puertas y ventanas.

Amane sale con Yashiro en brazos al pequeño jardín. Ríen. Cantan.

Es una fiesta viva, feliz. Una fiesta de dos personas.

Cuando la canción termina para dar lugar a los comerciales, Amane lleva a Yashiro de la mano hasta la pequeña mesa hierro artesanal blanca en medio del patio. La sienta y hace una reverencia como si estuvieran en una corte europea y Yashiro fuera la mismísima Reina. Para Amane lo es. Ella se ríe por su gesto.

-Te prepararé el desayuno -le dice coqueto mientras deposita un beso en su mano- Déjame mimarte.

-No es justo, siempre estas mimándome -reprocha ella- Me vas a malcriar.

-Eso estaría bien para mí -él sonríe- Sabes bien que no tengo problemas en cumplir todos tus caprichos.

La deja en la silla. Mientras pica algunas fresas la mira desde la ventana de la cocina. Ella sintiendo su mirada ámbar en la espalda se voltea.

Se sonríen.

Después de un desayuno lleno de risas, Amane levanta los platos para lavarlos. Cuando termina, se seca con cuidado las manos, y desata el mandil negro de su cintura. Perfeccionista, lo cuelga a un lado del rosa de Yashiro.

Apaga la radio y vuelve con ella.

Nene está dormida, parece. Él la mira hipnotizado.

Con su mano acaricia el rostro de ella, los labios, los ojos cerrados, las pestañas.

-Te amo tanto -dice en voz muy baja, muy lentamente. Un susurro inaudible.

-¿Qué has dicho? -con los ojos aun cerrados pregunta ella.

Su mano se detiene bruscamente. Nene abre sus ojos y vuelve a cerrarlos. Amane está sumido en una timidez repentina, pero se reanima. Su tacto es suave, nunca brusco, de una discreción de pareja, de una delicadeza magistral, de la piel, del alma.

Él también cierra los ojos al acariciarla. Su mano abandona el rostro, y baja a lo largo de sus clavículas descubiertas, a lo largo de su cuerpo. Luego se detiene.

Los dos se sostienen la mirada.

-Pervertido, nunca tienes suficiente -reprocha con un puchero.

-Tratándose de ti, nunca me es suficiente -contesta apenado.

Ríen a carcajadas, algo distraídos. Una manera muy de ellos.

Dejan de hacerlo. Miran a otra parte intentando ocultar del otro su sonrojo. El jardín que Yashiro cuida con tanto esmero, rebosante de flores y plantas verdes. miran el vacío del cielo azul carente de nubes. El calor en el aire. Es verano.

-Dentro de poco tocara cosechar mis tomates -comenta ella entrando de nuevo a la casa.

-Podría preparar una ensalada con ellos -arregla Amane.

-Suena bien -se vuelven a sonreír.

Ellos siempre se sonríen mucho. Es como si estuvieran encantados.

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Es un jueves en la tarde. Casi todos los jueves van de paseo, justo ahora, vuelven.

Atraviesan el portal empedrado tomados de la mano. Yashiro lleva puesto una blusa de mangas y cuello en v de tela blanca, una falda de tablones hasta la mitad de las pantorrillas de un rosa muy pálido y un sombrero color paja decorado con una cinta color palo de rosa. Amane cree que se ve preciosa.

Solo son ellos dos. La casa les viene enorme.

Suben descalzos las escaleras, la luz del pasillo es menos viva.

El cielo afuera de la ventana anuncia la llegada del ocaso, las copas de los árboles se menean suavemente con el viento. El patio esta iluminada débil, por una red de lámparas metálicas verdes que rodean la casa.

Suben hasta la biblioteca que Amane hizo construir y cierran con seguro la puerta.

Solo son ellos dos. La casa les viene enorme, pero les gusta jugar como niños pequeños a escabullirse.

Yashiro se tumba como peso muerto en el banco. Amane le mira y luego de sentarse a su lado, le acaricia lentamente el rostro.

Yashiro Nene, la de nombre de cielo. Ese amor suyo, su niña.

-Te deseo mucho -le dice, pero esta consiente que eso ella ya lo sabe.

Los dos desvían la mirada a los estantes de libros. El ruido de la noche llega hasta ellos con el estruendo de una ráfaga de viento que golpea con violencia las hojas de los árboles. Los grillos que cantan, la hierba que danza al ritmo.

De pronto, se aclara el sonido. El ruido no ha cambiado, permanece igual, pero se hace lejano.

-¿Podemos quedarnos otro rato más? -dice bajito ella- no quiero salir, hace tanto calor afuera.

-Nunca haría algo que tú no quisieras -dice él.

Yashiro le sonríe.

-Me gusta. Dices "Nunca" como si dijeras "Siempre" -ella se quita el sombrero y lo deja caer al suelo. Rueda sobre la alfombra antes de quedar ladeado con la orilla doblada.

-Es curioso... hasta qué punto... me gustas -dice ella.

Amane sonríe nuevamente. Este contento. No se percata, el amor ya está ahí. El deseo se distrae todavía.

La toma y la rodea con sus brazos, una acción protectora. Ella se coloca debajo de él. Amane le besa los parpados, la curva de la nariz, las mejillas sonrojadas. Y entonces le besa en los labios. Él está en una especie de continua emoción, sabe que la ama, y también que lo hará siempre.

-Voy a poseerte -le dice.

Ella le sostiene la mirada, nunca deja de hacerlo. Amane toma el borde de su falda y se la quita. Desliza su blusa blanca. Tira la ropa a la alfombra. Ella baja los ojos, lo deja mirarla.

Con algo de temor, como si ella fuera algo frágil, pero también con un deseo contenido la levanta y la coloca encima suyo. La besa.

Con los ojos cerrados, toca esa suavidad, la voz, el corazón que desborda de deseo.

Ese amor lleno de locura se hace presente. Ese mar de sensaciones tan contradictoras, que se apoderan de todo el cuerpo, de la cabeza, de toda la fuerza del pensamiento vencido. Sensaciones tan buenas como para gemir, para gritar.

Ese calor se libera, abandona el cuerpo y se pierde en una felicidad todavía desconocida de amar sin saber. Se oye todavía el ruido de la noche en la habitación. Del viento, los árboles, los grillos y la hierba. Todos presentes entre esas cuatro paredes.

Simplemente Incomparable.

-Y pensar que antes te tenía miedo -dice él entre risas.

-¿Miedo?

-Si... un poco... de quererte. Porque sabía que, de hacerlo, lo haría hasta el fin de mi existencia.

-¿Y ahora?

-No puedo soportar la idea de perderte. Prefiero morir antes que eso.

Yashiro se ríe, Amane la besa.

Horas después, él la abraza, duermen tal vez. No se sabe.

Lo único que es seguro es que él moriría por verla sonreír.

Momentos FelicesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora