El trabajo llama.

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En una mañana muy agotadora, me encontraba en una gran sala de colores cálidos sobre el tapiz y repleta de alfombras, esperando una respuesta a mi petición de empleo, era increíble todo lo que tenías que hacer para trabajar para un famoso; incluso una prueba de sangre era necesaria para la correcta selección, lo cual me tenía muy molesta porque detesto las agujas; ya podrían imaginarse el escándalo que hice.
Pero esto lo hacía por mis padres y por mi de alguna manera, ellos no tenían como pagarme la universidad y pues, deseaban que fuera una gran doctora lo que empeoraba las cosas, costaba un ojo de la cara. Por eso decidí someterme a tratos de famosos porque el ingreso era mayor y no creía que fuera tan difícil.

Las elecciones estaban complicadas porque eran demasiadas personas pidiendo el contrato y siendo realista, eran muy pocas las probabilidades de que me eligieran.

Para llegar aquí me vestí cómodamente, prefería verme desarreglada que estar incómoda sólo por complacer la vista de los demás.

Aproximadamente llevábamos una hora esperando, sabía que éstos procesos eran complicados y que tienen que revisarse con lupa, pero vamos, no era agradable esperar, por lo menos no para mí.

Decidí levantarme e ir a espíar, lo que no fue muy bien recibido por las personas que se encontraban ahí, ya que murmuraban entre ellos, o bien se quejaban de mi "inmadurez".

Coloqué mi oreja en la gran puerta de madera, habían unas cuatro personas aproximadamente, solo escuché que decían:

—Es muy joven, su inmadurez y poca experiencia sobresale hasta en el nombre, saltará encima de ellos apenas los vea, llamará a sus amigas, los venderá a la prensa, piensalo Paul—decía una mujer.

—Pero es la mejor que hay, y necesita el empleo. Se advertirá, ¿qué tan malo puede ser?

Me alejé ya resignada a que no era yo, que incluso ya estaba pensando en mi plan b, servir en una escuela, no sería mucho el ingreso, pero igual serviría. Cuando finalmente cruzaría la puerta de salida. Suertuda.

—Candice Lawrence Smith—Suertuda, pensé—Candice Lawrence Smith—Vuelven a llamar y es ahí donde me doy cuenta de que era yo, yo era Candice. Que estúpida. Volví emocionada porque no me tocaría recurrir al plan b. Entré en la prodigiosa sala de los selectores, ahí estaba esa horrible mujer que supongo casi me cuesta el trabajo, las demás personas fueron desalojadas cortésmente. Me senté en la enorme mesa junto a la mujer que me miraba como un espanto, tal cual me indicaron.

—Seremos breves señorita Lawrence—habló el que seguramente era su manager—No debe hablar con ellos, solo el saludo, no es asistente personal de ninguno, solo arreglará los cuartos cuando ellos no estén, se hace responsable de cualquier pérdida, debe quedarse dos semana que son las de prueba, al finalizar veremos si se queda definitivamente o no. ¿Quedó claro?

—Si, señor. Muchas gracias.

Me dieron un receso de unas tres horas para avisar a mis padres y empacar lo necesario, puesto que me quedaría en esa casa. Así que tomé un autobus hasta mi casa.

Mi madre estaba emocionada pero a la vez muy triste porque me iría, en cambio mi padre, se sentía de alguna manera ofendido en su orgullo por no poder costear mi carrera profesional. No lo culpo, ha trabajado tan duro como para que su hija pasara por lo mismo. Después de todo sería una oportunidad enorme y debía aprovecharla.

—Papá, basta—lo toqué el hombro—yo estaré bien y saldré de esto.

—Es inaceptable que trabajes, apenas tienes diecinueve años, sólo te deberías dedicar a estudiar.

—¿Ya empacaste todo, linda?—dijo mi madre ignorando a mi padre.

Me despedí de ellos y aproveché en llamar a mis amigos, debía comentarles que me ausentaría pero que igual nos encontraríamos en la academia a la que mis padres no saben que asisto.

Llegó una camioneta enviada por Beck, un asistente de Paul a recogerme y dejarme en mi destino.

Era enorme. Demasiado, diría yo.
Me bajé de la camioneta, agarré mis maletas y me encamine dentro. Todo el lugar era lujoso e impecable, mi mayor impresión fue la tranquilidad y la paz que se respiraba en el ambiente. Mi trabajo solo era mantener las habitaciones limpias para mi suerte, no me imaginaría el limpiar esta casa yo sola.

Me entregaron una habitación pequeña y muy sencilla, perfecta para mí junto con las llaves de las habitaciones.

Sin prisa desempaque mis cosas y las ordené, saqué mi oso que nunca me abandona "Pika". No perdí mas tiempo y me vestí con el uniforme, caminé hacia donde se me había indicado que estaban los implementos para familiarizarme con ellos.

No había nadie en casa así que era de hora de empezar ¿no? Ingresé al primer cuarto que se veía al subir la escalera.

Pero...¿Qué demonios era esto? Este desorden parecía el de animales de granja. Mis ojos lloraban de resignación y comencé a asear.

Sirvienta de One DirectionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora