Capítulo 11

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— ¡No! 

Volteo los ojos al cielo ante su repetitiva negación. Reclino un poco el objeto hacia la izquierda, percatándome desde la perspectiva que obtengo lo perfecto que quedó y desconozco el porqué no desiste de una vez. Esta posición es incómoda. 

— ¿Aquí sí? —alcanzo a decir antes de suspirar abatida e irritada, sintiendo que mis brazos queman al tenerlos elevados y tensos por el esfuerzo.

—Muévelo un poco, se ve disparejo. —me señala mientras bufo e intento con toda la humanidad posible colocar el cuadro de tal manera que me haga por fin descansar y abandonar esta ardua tarea, que por cierto se extendió más de lo debido.

— ¿Ahora? —insisto, esforzándome por mantener el equilibrio y no colisionar contra el frío suelo de relucientes baldosas. 

—Sí. Déjalo así mi vida. —lo reconfortante que suena aquello me llena de satisfacción por lo que procedo a dejar caer a cada lado de mi cuerpo ambas extremidades. Tengo que retomar mi rutina de ejercicios cuanto antes.

Dios, es muy temprano. 

Lo único que quiero hacer en este preciso instante es poder llegar a casa y dormir aproximadamente unas cuantas horas, al menos las suficientes para poder sacarme de encima este cansancio que a duras penas puedo soportar; sin embargo, me encuentro aquí, de pie sobre una silla que parece estar a punto de colapsar, siguiendo las órdenes meticulosas de aquella mujer que me dio a luz.

En mis diecisiete años de vida, nunca he podido comprender como es que ella posee la capacidad inconexa de lucir un aspecto pulcro y elegante desde que las manecillas del reloj marcan las seis de la mañana. Ahora que la observo con más detenimiento, puedo notar que el color de su gabardina café oscuro va a juego con su maquillaje cuidadosamente elaborado, y que lleva debajo una camisa beige en vez de blanca como en un principio pensé, lo que le da un espléndido contraste a la tenida.

La mujer de cabello corto hasta los hombros esboza una pequeña sonrisa y me extiende la mano para que la acepte. Yo por supuesto no me niego a su ofrecimiento y estrecho su firme agarre hasta que consigo con cuidado bajarme de aquel mueble inestable —: ¿Me puedes repetir por qué Kwan no vino a ayudar hoy? —pregunto una vez estoy posicionada en terreno seguro y aparto mi toque del suyo. La mención de su nombre provoca que volteé su atención hacia mí, mirándome con una mezcla de diversión e irritación.

—Tiene un caso que atender. Esta semana se la pasó ojeando informes, así que debe tratarse de algo grande.

Mi boca se abre para objetar, pero la cierro de golpe al no encontrar nada y me aclaro la garganta antes de hilar una simple palabra —: Ya. —es de esperarse de todas maneras. 

Cuando recibí la noticia de que mamá se casaría por segunda vez fue devastador, pero ese sentimiento se duplicó y otras emociones surgieron al enterarme que su futuro esposo era doce años menor que ella. Aceptarlo como un nuevo miembro de la familia no significó un proceso de desarrollo sencillo, al contrario, consistió en un suplicio innegable ya que cada vez que nos reuníamos -que era prácticamente todos los días- habían discusiones, desacuerdos y en definitiva, incompatibilidad respecto a nuestras personalidades. 

Íbamos en direcciones opuestas, como líneas paralelas que no se chocan sino es para armar un desastre mayúsculo, pero como todo en esta vida no es para siempre, al final acabamos conociéndonos y congeniamos bastante bien con el tiempo. Tres años después, y a pesar de que no lo veo -ni veré- como un padre en sí, lo visualizo como uno más de mis amigos. 

Uno que está casado con mi madre.

— ¿Y tú? —el tono relajado que utiliza me saca de mis cavilaciones. Cruzo miradas con ella y no me pasa desapercibida la forma en la que sus ojos barren mi cuerpo entero y sé lo que pasa por su cabeza.

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⏰ Última actualización: Dec 17, 2022 ⏰

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Obsession | Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora