Capítulo 20

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-Oh, mierda… - Dejó escapar la morocha con vergüenza, mientras observaba como el hombre que les había gritado desde la ventana desaparecía dentro de la casa. Supuso que éste se dirigiría a la puerta de entrada para salir a golpearlos con una pala o algo.

-¿Era ese tu vecino? – Preguntó Noah con confusión, volteando para mirar la casa del hombre con el ceño fruncido mientras se secaba las lágrimas con el dorso de sus manos.

-Sí. – Contestó la muchacha en voz baja. Se sentía muy culpable, avergonzada y aterrada al mismo tiempo. - Oye… No quiero asustarte. Tampoco es que sea para tanto, pero… - Murmuró, tratando de lucir menos alarmada de lo que en verdad estaba. – Ese tipo es un loco, y creo que viene para aquí ahora mismo. Sería bueno… Tú sabes… Correr.

-¿Qué? – Preguntó el muchacho aún más confundido. - ¿A qué te refieres? ¿Qué tipo de “loco”?

-No lo sé, es un poco raro. – Contestó la morocha con fingida tranquilidad. A decir verdad, estaba a punto de empezar a temblar del miedo que sentía. Aquel tipo era un demente, siempre lo había sido. Había sido su vecino por varios años y era más que evidente que le faltaba un tornillo. – Tiene escopetas y todo eso…

-¡¿QUÉ?! – Gritó el rubio, luciendo aterrado súbitamente, tomándola de la mano con fuerza y arrastrándola fuera de la cama elástica. – Corinne, debes aprender a manejar la prioridad de las cosas que dices, chica. Vamos, corre.

   La muchacha, sonrojada, comenzó a correr detrás de Noah de la mejor manera que pudo. Sin embargo, como era de esperarse, a los pocos segundos se vio obligada a desplomarse sobre el césped con cansancio y un dolor insoportable en todo el cuerpo.

   Una vez más, se maldijo a sí misma por ser tan estúpida y no haber comido nada.

-¿Qué sucede? – Preguntó el rubio al ver que la muchacha no había continuado corriendo a sus espaldas. – Corinne, ¿Estás bien?

-Sí. – Contestó la morocha con la respiración entrecortada, mientras agachaba la cabeza para que el muchacho no pudiese notar lo sonrojada que estaba. – Es solo que… No puedo hacerlo. No puedo correr. Lo siento.

-¿Por qué no? – Dijo el chico con confusión mientras se acercaba hasta donde ella se hallaba y se agachaba para quedar de cuclillas junto a ella.

-No… No importa. – Intentó evadir el tema de conversación. – Puedes irte, Noah. Cuando el tipo venga y…

-¿De qué mierda hablas, chica? – Preguntó el muchacho, pareciendo herido por el comentario de Corinne. - ¿Crees que me iré y te dejaré aquí tirada para que el loco de la escopeta te atrape?

-No creo que vaya a…

-Estás completamente loca. – La interrumpió. Luego, extendió sus brazos en dirección a la morocha y, con un movimiento muy bien calculado y la ayuda de Corinne, la muchacha acabó colgada de sus espaldas, aferrada a él como si de un monito se tratase. – Ahora, larguémonos de aquí, carajo. No quiero morir hoy.

   Corinne se sonrojó como nunca antes y dejó caer su cabeza sobre la nuca de Noah mientras éste corría en dirección a la calle para alejarse lo más rápidamente posible de allí, y soltó un gran suspiro.

   ¿Cómo carajos se las había arreglado para terminar metida en aquella situación?

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   Adam oyó el sonido de su despertador y se cubrió la cabeza con la almohada con frustración.

   ¿Por qué mierda tenía que ir al puto instituto?, pensó. Todo aquello era una jodida pérdida de tiempo. ¿Acaso no estaba suficientemente claro ya el hecho de que terminaría trabajando en McDonald’s?

   Suspiró con fuerza y estiró el brazo en dirección a su mesa de noche para, de un golpe, apagar el maldito aparato.

   Se puso de pie con cansancio y se dirigió al baño con los ojos medio cerrados, sin estar del todo despierto aún.  De repente, el moreno se chocó contra una pared y abrió los ojos rápidamente, frunciendo el ceño.

-¿Pero qué…? – Soltó mientras recorría la pared con la vista, asombrado. – Pared de mierda, carajo. – Le pegó un golpe con el puño a la estructura y continuó caminando hasta llegar al baño.

   Se acarició los nudillos con la otra mano mientras entraba al pequeño cuarto y se dirigió directamente a echar una meada. Luego, se lavó los dientes y se acomodó un poco el alborotado cabello con ambas manos.

   De repente, oyó un par de golpes sobre la puerta, seguidos de un grito furioso de su hermana menor.

-¡Adam, necesito entrar al baño!

-¿Quieres calmarte, pulga? – Refunfuñó mientras abría la puerta y pasaba junto a la pre-adolescente, dedicándole una mirada de burla en el proceso.

-Te odio. – Gruñó la muchachita mientras se adentraba en el cuarto de baño. Adam sonrió y continuó caminando, orgulloso de sí mismo por haber logrado hacerla enfadar incluso antes de que el día comenzara.

   El moreno, una vez dentro de su habitación, se vistió rápidamente y, mientras le mandaba un mensaje a Doyle, bajó las escaleras y se dirigió a la cocina para desayunar.

   “¿Cómo va todo, viejo? Se me ha ocurrido una broma para hacerle a Harris hoy.” Le escribió a su amigo. Pocos segundos después, recibió la respuesta del muchacho: “Sigo sin estar de humor para eso, Adam. Creo que no te estás tomando el asunto de Darly tan seriamente como deberías. Nos vemos en el instituto.

   Adam frunció el seño y soltó un pequeño bufido. Luego, introdujo su teléfono en el bolsillo trasero de sus pantalones y se sentó en la mesa para desayunar junto a su padre antes de que éste se fuese a trabajar. Su madre, a su lado, estaba cocinando unas tiras de tocino y huevos revueltos.

-Buen día, hijo. – Saludó la mujer.

-Hola mamá. Buen día, viejo. – Contestó el muchacho, recostando su cabeza sobre la madera de la mesa, impaciente por recibir su desayuno. Moría de hambre.

-¿Cómo dormiste anoche? – Preguntó su padre con poco interés, sin despegar la mirada del periódico que estaba leyendo.

-Bien. – Contestó con cansancio.

   Sin embargo, aquella no era la verdad. No había dormido bien. A decir verdad, hacía ya varios días que el chico no dormía bien. No podía evitar quedarse hasta muy tarde, removiéndose sobre la cama, dándole vueltas al asunto de Darlene en su cabeza. Aquello lo traía muy inquieto y, en algún modo, hiperactivo.

   Se pasaba mucho tiempo pensando en nuevas bromas para jugarle a Harris, armando porros que luego no fumaba, y jugando videojuegos que ya lo tenían completamente harto.

   Jamás se había sentido tan inquieto respecto a algo. Era como si aquel pensamiento que martillaba su cabeza día y noche, molestándolo constantemente, estuviese volviéndolo loco hora tras hora.

   Claro que, como aquello no era evidente para los demás, todos pensaban que a Adam no le importaba en absoluto el asunto de Darly. Doyle, por ejemplo. Aquel imbécil era el primero en juzgarlo respecto a aquel tema, ya que él mismo la estaba pasando muy mal y no se avergonzaba en demostrarlo, a diferencia de Adam, que tenía su propia manera de preocuparse y pasarla mal sin que todos pudiesen verlo.

   Le parecía una mierda muy injusta.

   Finalmente, su madre le sirvió la comida que tanto había estado esperando, y el moreno la devoró salvajemente hasta que no quedase nada en el plato. Luego, después de ver la hora en su teléfono y darse cuenta de que estaba llegando tarde, Adam saludó a sus padres con un corto beso en la mejilla y se dirigió a la puerta de entrada.

   Aquél sería otro día de mierda en el instituto, pensó, ya que desde lo de Darlene todos estaban muy raros y depresivos. Bufó.

   ¿Por qué no podía todo volver a la normalidad de una puta vez?

McWayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora