Capítulo 11

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-¿Ves aquella tanga? - Le indicó Noah a Doug, señalando hacia un árbol que se hallaba a su lado. El muchacho nuevo volteó y vio el pedazo de tela roja que colgaba de la rama de un pequeño árbol. - A esa la llamamos "La Dientuda". Está allí para indicar que estamos a punto de llegar a la playa.

   Doug prestó atención al bosque en el que se hallaba y recordó todos los elementos que el muchacho rubio le había indicado durante el camino a McWay. El cordón de zapato atado a un tronco, la roca grande (que repetidas veces había sido bautizada con meo de Adam, según había oído), el enorme pene tallado en el tronco de un gran árbol y, ahora, la tanga roja.

-¿Por qué la llaman así? - Preguntó Doug con curiosidad.

   Noah volteó hacia él y sonrió. Luego, volvió la mirada hacia el corto trayecto que les quedaba por recorrer hasta llegar a McWay.

-La nombramos como a su dueña. - Contó con diversión. - Verás, una vez Colt y Adam hicieron una apuesta. El primero de los dos que pudiese tirarse a La Dientuda, ganaría. El que perdiera, debía tatuarse lo que el otro quisiese (siempre y cuando el dibujo fuese pequeño) en la parte del cuerpo que el ganador escogiera.

-Oh... - Contestó el muchacho con los ojos como platos. Aquella era una apuesta exageradamente arriesgada. - ¿Y quién perdió?

   La mayoría de los chicos comenzó a reír a carcajadas, dedicándole miradas significativas y silbidos al único muchacho que aún permanecía serio.

   Adam.

   Doug lo observó fijamente. El moreno le había dedicado una mirada poco amigable y luego había volteado para bajarse el pantalón y dejar la nalga derecha a la vista.

   En esta se leía claramente en letras negras: "Harris, mi verdadero amor", seguido de un pequeño corazoncito rojo.

   El muchacho intentó contener la risa, pero finalmente desistió y soltó una fuerte carcajada.

-Oh, sí. Ríete. - Habló con fingida amargura el moreno, subiéndose los pantalones y observando a Doug mientras hablaba. - Ya llegará tu momento, chico.

-¿Mi momento? - Preguntó el muchacho, confundido.

-Oh, claro. Todos los presentes aquí hemos estado drogados y hemos cometido todo tipo de estupideces. - Interrumpió Colt con una enorme sonrisa. - Aquella apuesta no ha sido lo peor que hemos hecho bajo la influencia de drogas, viejo, por mucho. Ya llegará tu momento de comprender a lo que nos referimos.

   Doug tragó saliva y observó al morocho con los ojos como platos.

   Jamás había probado las drogas.

-Vamos, continuemos caminando. - Habló repentinamente Adeline, sin dirigir su mirada a nadie en específico. - Así quizá podamos verlo drogado ésta misma noche.

   Varios soltaron risitas de emoción y continuaron caminando con entusiasmo. Doug, a quién la muchacha de cabello blanco había tomado por sorpresa con aquél comentario, se quedó petrificado en su lugar por algunos segundos, tratando de asimilar la idea de que hoy experimentaría el efecto de las drogas por primera vez.

   Volteó, y se sorprendió al notar que Noah se había quedado parado junto a él. Al parecer, lo estaba esperando. Comenzó a caminar nuevamente y el rubio lo siguió.

-Oye, - Habló Doug, intentando desesperadamente cambiar de tema. - ¿Y quién era La Dientuda?

-Oh, era una profesora. Sus dientes eran gigantes. - Contestó el muchacho con una sonrisa. - Era muy fea.

-¿Colt lo hizo con una profesora? - Preguntó, asombrado.

-Oh, sí. Así es él. - Contestó Noah como si aquello fuese lo más normal del mundo. - En fin, luego de que lo hicieran, le robó la tanga como premio por haber ganado la apuesta y los demás decidimos colgarla allí para que formase parte del camino a McWay. Así nos aseguramos de que nadie jamás olvide que Colt se tiró a La Dientuda y, más importante, Adam se tatuó un mensaje de amor hacia Harris en el culo.

   Doug soltó una carcajada. Aquella era una gran historia.

   Noah rió junto a él, y continuaron caminando detrás del grupo de muchachos.

   El rubio estaba comportándose de manera muy amable, pensó Doug. Él había supuesto que sería un total imbécil pero, al parecer, se había equivocado.

-¡Hemos llegado! - Chilló Darly con alegría varios metros delante de los dos muchachos.

   Doug inspiró profundamente y caminó los últimos pasos que le quedaban para llegar hasta la arena.

   No estaba del todo seguro sobre si estaba preparado para pasar su primera noche en McWay con aquellos muchachos, ahora que lo tratarían al 100% como a cualquier otro miembro del grupo.

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   Corinne suspiró y se llevó ambas manos al estómago, que le había estado gruñendo salvajemente durante toda la noche.

   Las olas chocaban contra la enorme roca, haciendo que grandes cantidades de agua salpicaran el aire acompasadamente. El sonido que el mar causaba le producía una sensación de calma absoluta a la morocha, incluso aunque se encontrase en un ambiente caótico.

   El nivel del mar había subido bastante con el transcurrir de la noche, así que se habían visto obligados a echarse cada vez más hacia atrás en la arena, quedando sentados casi al comienzo de las malezas del bosque.

-¡Doyle! - Gritó Adam varios metros a la distancia. - Carajo, ¡Doyle! ¡Mira esto!

-¿Que mire qué? - Le contestó el otro muchacho con el mismo tono de voz tembloroso que su amigo.

-¡He encontrado un puto unicornio! - Gritó, entre risas. - Hablo en serio, viejo. ¡Mira! ¡Allí está!

-Eso es una roca, Adam. - Interrumpió Darly con una pequeña risita.

-¿UNA ROCA? - Preguntó el morocho, totalmente asombrado. - ¡Doyle! ¡HE DESCUBIERTO UNA ROCA, AMIGO!

-Oh... Eso es genial. - Le respondió el muchacho gordito con una sonrisa y los ojos algo cerrados.

   Corinne sonrió y negó con la cabeza. Las drogas y Adam no iban bien juntos. Jamás lo habían hecho.

   La morocha observó de reojo como Noah y Kaidence se besaban apasionadamente, recostados en la arena al comienzo de la orilla.

   ¿Por qué siempre tenían que hacer eso? Bufó.

   Qué estúpida.

   Bonita, delgada, y completamente estúpida. Aquella rubia jamás aprendería.

-¡Doug! - Oyó Chillar a Lana a su lado. - ¡Te he estado buscando, bonito!

   El muchacho nuevo acababa de salir de entre las malezas, con ambas manos en su entrepierna, cerrándose la cremallera del pantalón con gran dificultad.

-Oh, sólo estaba meando... - Contestó con la voz temblorosa mientras se tambaleaba sutilmente en su lugar. - ¿Qué...?

   Pero el muchacho castaño no llegó a completar la pregunta ya que, de un segundo al otro, Lana se había abalanzado sobre él y lo besaba con desesperación.

   Corinne intentó alejar la mirada, pero simplemente no pudo hacerlo, aquello era demasiado interesante. Además, todos estaban drogados, no repararían en que ella observaba como sus amigos compartían saliva.

-Lana, para... - Dijo Doug con gran dificultad mientras la afroamericana arrastraba sus manos por todo el cuerpo del muchacho, llegando finalmente a la zona de... abajo. - Oye, para. ¡Para!

   La morocha observó como el castaño se apartaba bruscamente de Lana dándole un pequeño empujón, y se alejaba caminando lo más firmemente posible hacia el resto de sus amigos.

McWayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora