Mother, I'm not a Hero (Dabi)

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Summary: La señora Todoroki recibe una visita inesperada en el hospital.

"Rojo carmesí cae en uno de los blancos pétalos. Entonces por fin sus miradas se hacen una, frío gris y ardiente azul."

Notas: Este fic se basa en la teoría de que Dabi es hermano de Todoroki Shouto.

Cautiva dentro de su propio remordimiento, cuatro pulcras paredes la resguardan, ella observa el mundo desde su ventana, angustiada y temerosa de él

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Cautiva dentro de su propio remordimiento, cuatro pulcras paredes la resguardan, ella observa el mundo desde su ventana, angustiada y temerosa de él. Sus blancos cabellos caen por sus hombros, lacios y finos, es preciosa, cual princesa encerrada en la torre más alta.

Al menos eso cree él.

Los ojos grisáceos de la mujer se deslizan hasta llegar a su persona, en ellos puede ver la desilusión, la tristeza y la culpa. Puede verse a sí mismo, puede ver cuánto lo han cambiado.

Porque los ojos son un espejo del alma, y los ojos de su madre le muestran un anhelo, un pasado. No sabe si aquel deseo es suyo o de ella.

Tras aquella capucha, tras aquella fachada se encuentran aquellos orbes celestes, tan encendidos como sus llamas azules. Él tiene que apartar la vista hasta el jarrón de margaritas a un lado de la camilla.

Ella otorga silencio, él agradece eso, han pasado años desde su última visita, tantos años y tantos cambios. No sabría decir si ella lo ha reconocido o no, es decir, ¿Quién podría?

La última vez que se habían visto ella no estaba bien. Desesperada, atrapada, ansiosa, frustrada; muchas cosas se habían dicho, cosas que habían abierto heridas que aún no cicatrizan del todo.

Él se sienta a un lado, ella baja la mirada hasta el ramo de flores que lleva. Están desordenadas, son tan distintas unas de otras, de diferentes tamaños y colores. Parecen arrancadas de distintos jardines, un pobre papel las envuelve desde sus disparejos tallos.

Rojo carmesí cae en uno de los blancos pétalos. Entonces por fin sus miradas se hacen una, frío gris y ardiente azul. No hay necesidad de ocultarse más.

—Madre —, susurra él, dejando que su capucha oscura caiga sobre sus hombros, dejando ver aquella destrozada figura, horrendo rostro, restos de lo que una vez fue.

La mujer le mira a detalle. Desde su cabello negro hasta su deteriorada piel. Ella extiende su mano, su tacto tan suave y frío como la nieve, él cierra los ojos, no quiere ver su expresión, no quiere ver su desilusión.

—Pensé que tú... —con temblorosa voz rota.

Al mirarla de nuevo, puede ver las finas perlas que caen de sus ojos, tristes lágrimas, temblorosas manos se posan sobre sus quemaduras.

—Madre —, repite, llevando sus orbes azules hacia aquel descuidado ramo de flores —, no me he convertido en un héroe.

La sangre gotea de su frente, su mugrosa ropa se encuentra maltratada.

—No necesitas ser un héroe para ser mi hijo.

Dabi levanta la mirada rápidamente, hace mucho tiempo que no la veía, se le había olvidado completamente cómo era su sonrisa, cómo se sentía verla sonreír.

De alguna manera, el frío se ha tornado cálido y agradable.

—He hecho cosas malas, madre —Comenta él, ella toma aquellas flores con delicadeza y extiende su otra mano hacia el azabache.

Lo permite, permite ser guiado hasta el hombro de aquella mujer para quedarse ahí unos segundos. Se permite sentir el tacto, sentir el cariño aunque sea una vez. Nadie más lo sabrá.

—Lo siento tanto... —murmura ella, acariciando aquellos alborotados cabellos —Por lo que te dije, no te odio, tus ojos son hermosos, hijo. —solloza, aferrándose a él.

—Descansa, mamá...

Él cierra los ojos y siente de a poco como el tacto de aquella mujer pierde fuerza. Su tiempo ha acabado. La asienta suavemente contra la almohada y acomoda las flores a su lado. La mira dormir, posiblemente sea la última vez que la vea. El tiempo que la liga le ha dado estaba contado.

Vuelve sobre sus pasos y se dirige a la salida, piensa que es el final, no obstante en los pasillos del hospital se escuchan acelerados pasos.

La muchacha corre, sin pisar aquellos cuerpos esparcidos por el suelo sin cuidado, no están muertos, al menos eso quiere pensar. Ahora lo único que hace es ir a aquella habitación, desesperada.

La joven se detiene tras encontrarse frente a frente con él. Gris y celeste chocan de nuevo, ella se paraliza, tiembla, sabe quién es. Y está en la puerta de la habitación que busca, siente miedo de haber llegado demasiado tarde.

—Tú...

—No te haré daño, Todoroki Fuyumi —, sentencia el azabache, siguiendo su camino, la pasa y ella no se atreve a mirar atrás.

Hasta que nota aquellas gotas rojizas en el suelo, un camino de sangre traza su trayecto. Voltea, para ver aquella destrozada espalda, ¿Cómo es siquiera posible que siga de pie?

Su hermano siempre fue más fuerte, tanto que tenía ganas de llorar, por no ser capaz de defenderlo, a ninguno de ellos.

Fuyumi desborda como en aquellos días, cuando jugaban de niños, ella se caía y sus hermanos le preguntaban si estaba bien. Llora, porque no puede volver a esos días, llora de rabia y pena, se siente débil, se siente pequeña.

De pronto la habitación está helada, las paredes silencian sus sollozos.

Dabi mira por última vez aquel hospital psiquiátrico y entra dentro de aquel oscuro portal, devuelta a su realidad. Ninguna de ellas recordaría aquello, todo quedaría en un atentado contra la institución.

No sabría decir si estaba bien con eso.

Iridescent Heart (BNHA Drabbles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora