Exprimiste mi felicidad y me llenaste de miseria. Me rompiste en pedazos, los mismos que recogiste para construirte. Almacenaste tus palabras de desahogo en mis oídos, pero se quedaron en mi memoria. Tomaste mis brazos y los ataste en tu olvido...
Quitaste en mi lo que me hacía brillar, pues para ti no era suficiente lo que ya me habías hecho y siempre quisiste más y más. Jamás te rendías, fuiste cruel e hiciste cosas imperdonables.
Tú eras todo el frío del mundo, toda la obstinación y me hacías creer que eras el charco de agua cristalina en medio de un desierto que te quema la piel y hierve tu sangre.
Pero llegó el día que saqué tus palabras de mi mente, quité las ataduras de mis ensangrentadas muñecas y llené mi ser con una luz que aún vivía en mis ojos y se multiplicó; volví a estar completa y por fin volví a sentir lo que contigo nunca pero que te aferrabas era base del "nosotros" sin saber que nunca fue así.
Dicen que amar trae consigo sufrimiento y una gran felicidad atravesada como una flecha en el pecho; dicen que el amor es todo, pero muchas veces no significa nada. Es odiar y disfrutar, desesperarte y adorar todo... siendo esto así, me tomaría la libertad de decir que alguna vez te "amé", pero jamás hubo nada bueno.
A quién sí amé y admito que fue difícil percatarme de ello; es a la persona que veo en ese espejo. Esa persona con muchos defectos pero también virtudes que sigue aquí a pesar de ti y de todo. Así con esas cicatrices en el rostro y lágrimas en las mejillas, esa es la persona que ahora amo. Amo todo lo que hace y cómo es apasionada con el arte. Amo esa existencia que sin importar todos sus errores, logró nadar hacia arriba después de tocar fondo...
Amo que tenga el coraje para conseguir lo que quiere y cómo ofrece su mano intentando sacar a alguien de ese lugar...
Y hoy me doy cuenta que te necesité sólo para que me hicieras ver que la vida no es mala, sólo unas cuantas personas lo son...