Puedo poner un mundo ideal en la mirada.
"¿Haces algo el sábado?" preguntó del otro lado de la línea el varón. "Porque pensé en que podíamos hacer algo, si querés." propuso.
La inseguridad y la incertidumbre la consumieron, ¿Debía seguir? ¿Debía esperar? ¿Debía jugársela? ¿Debía tirarse para atrás?, el vínculo de los jóvenes era un constante tira y afloja, en el cual Luisina tiraba bastante, mientras que Valentín aflojaba.
"Estoy libre..." respondió. "¿Tenías algo en mente?"
"Pensé en tomar algo, pero si tomo te quejas..." se quejó, pero Lu intentaba omitir los comentarios para no discutir, porque siempre empezaba igual. "Así que no sé, pensa algo vos también." acotó levemente molesto.
"Podemos ir a 'Viri' a comer, no sé si te va..." sugirió.
"Me sirve. Sábado tipo ocho te paso a buscar, ¿Te va?"
"Me va..." rió la muchacha, pero sin recibir ninguna risa de respuesta. "Nos vemos." se despidió.
"Chau." respondió el otro, y cortó.
[...]
Hacía rato que los jóvenes no salían así, que no se veían a los ojos sin buscar ser el refugio del otro, o mejor dicho ser ella el refugio de él.
Valentín siempre fue un chico problemático, en cambio, Luisina siempre fue una chica compasiva y, aunque no lo crean algunos, esa era la peor combinación posible, pero aún así, ella eligió creer.
"Arranqué con el psicólogo, ¿Viste que me lo recomendaste?" habló, comentándole aquel progreso personal, recibiendo un asentimiento de parte de la chica. "Bueno, creo que no me hace un carajo la verdad, pero está bien, qué sé yo..."
"Pero no es que ves cambios de un día para el otro, Val..." explicó. "Yo te veo cambiado igual, bastante." mintió, no se lo creía ni ella, pero necesitaba sentir que él era otro para no pensar que daba pasos en falso.
Él contaba todo lo que hacía e hizo desde que cortaron, se sintió raro, pero un sexto sentido le hizo creer a ella que él mentía pero, de todas formas, eligió creer. Los ojos del muchacho se encontraron con los de ella, y fueron aquellos, los que llenos de poder, la hicieron caer una vez más.
En la noche habían estrellas, era cuestión de mirar al cielo y hallarlas, pero Luisina solamente se sentía vacía, aún teniendo todas las luces brillantes en el cielo esperando a ser vistas. Enredándose otra vez en la enredadera, en la misma en la que se viene enredando desde los dieciocho años, pero es que era tan difícil decirle que no al muchacho de ojos celestiales, sobretodo porque su corazón y su mente ya eran dos nexos completamente separados.
Pero Luisina creía, y pensó que no iba a estar mal darle una oportunidad más.
odio a los varones.