"Siempre casi sin hablar, te vas."
"¿Por qué siempre haces lo mismo?" preguntó molesto el jóven.
"¿Qué hice ahora?" respondió cansada Luisina.
"Lo de siempre." espetó él.
"No te entiendo, Valentín." escupió. "Me tenés cansada, siempre me forreas porque sí." confesó con un nudo en la garganta.
"Lulú, yo quiero lo mejor para nosotros." se acercó hacia ella, tomando sus manos.
Ahí iba de nuevo. 'Lulú'.
Lulú ya no existía, Lulú jamás debió haber existido, era todo un cuento para quebrantar la sensibilidad de la rizada, la cual ahora se encontraba al borde de una crisis de nervios, con unas indescriptibles ganas de irse corriendo y llorar.
"¿Qué es lo mejor para nosotros?" preguntó consternada. "No sabes ni que es lo mejor para vos, mira si vas a saber qué es lo mejor para los dos." susurró, tenía un poco de miedo de que la escuchara.
"Lo mejor para los dos, es que aprendamos a sobrellevar esto..." comentó, tomándola del mentón, e hipnotizando a la fémina con aquellos ojos celestes. "Deja de cambiarme, Lulú... mi dulce Lulú no haría esto."
"Yo jamás te cambiaría, Valen..." respondió sollozando. "Valen, yo te amo."
"Si me amaras tanto como decís, no me cambiarias por tus amigas..." acotó el varón con un tono molesto en su voz. "Menos me cambiarías por tus amigos, que todos se te quieren echar encima, pero vos a veces sos tan tarada que no lo ves." volvió a quejarse, levantando un poco más la voz, provocando que Luisina se sintiera diminuta.
"Mis amigos no gustan de mí..." respondió tímida, con una ansiedad que la carcomía por dentro. "Vos también te juntas con tus amigos, y yo no te digo nada." contraatacó.
"Yo no me junto con ellos cuando me necesitas..." contestó sensible. "Vos sí te juntas con ellos cuando te necesito. Necesito que cambies."
"¿Qué queres que haga Valen?" preguntó en un tono vergonzoso, con los cachetes rojos por la tristeza, y la nariz del mismo tono, por tanto llanto acumulado. "Valen te juro que puedo cambiar.
"Demostramelo, no te cuesta nada demostrarlo." respondió seco, como si nada de lo hablado le afectara.
"Te juro que lo hago, pero por favor, no me dejes." suplicó la muchacha, la cual se hallaba de rodillas en el piso, con la cabeza entre las rodillas del joven, quien se hallaba sentado muy cómodo en el sillón.
"Dijiste esto mismo un millón de veces, no sé si te pueda creer, Lulú..." replicó.
"Soy tu Lulú, la misma de siempre..." lloró Luisina... o Lulú. "Creeme Valen, por favor creeme."
"Lo tengo que pensar..." bufó, mientras que se rascaba la nuca e intentaba levantarse. "No me busques por unos días, si me entero que lo haces, te dejo." remató, yéndose de la casa de su ex pareja, llevándose con él cualquier pedazo de la joven.
Luisina no entendía, no sabía qué había hecho mal, solo le había quedado claro que no quería caer en aquel pozo ciego que tan familiar le parecía, y que tan mal le hizo.
Pero, como siempre, era más fácil ignorar cualquier pena o dolor que sintiera, porque lo importante era que Valentín estuviera bien, por lo que, entre lágrimas y ataques de ansiedad, se dedicó a esperar que los días pasaran, para obtener así, una respuesta.
Si tu tóxico no te hizo esto no tuviste tóxico.