Amor, lo que ves de luz, lo tengo de oscura.
"Esto es inviable..." susurró Luisina en la plaza.
"No, lo podemos arreglar." sollozó él.
"Estamos rotos, ¿No lo ves?" rió irónica.
"Entonces arreglame, arreglémonos mutuamente." rogó entre débiles sonrisas.
"No puedo arreglar a quién me rompió en un principio." escupió con odio.
"Jamás te rompí, te rompiste sola." replicó esta vez más enojado. "Yo intenté rearmarte, pero no te dejaste."
"Te odio, Valentín." respondió con sinceridad la fémina, con dolor y rencor en cada una de las palabras que componían la oración y en cada parte de su cuerpo.
"Yo te amo, Lulú." tomó sus manos y las entrelazó.
"Vos mataste a Lulú..." se quebró.
Cayó de rodillas sobre las baldosas rotas de la plaza, tal y como había caído las últimas cuatro veces. Las lágrimas caían a velocidades desconocidas por la muchacha, y su cuerpo temblaba, aunque ya no sabía si era por el frío que predominaba en el espacio que los rodeaba o si era por la ansiedad que la consumía en el momento.
"¡No puedo matar a algo que amo!" se defendió Valentín. "Yo poseo lo que amo, cuido lo que amo y lo hago lío... Lulú, te amo." gritó furioso.
"Yo también te amo, y me odio por amarte con la locura y pasión que te amo." confesó entre alaridos. "Te odio por tener tanto poder sobre mí, te odio por haberme encantado desde el momento cero, y sobretodo te odio por ser mi dueño."
"¿Tu dueño?" rió irónico él. "Estás enferma, Lu... ¡Date cuenta!"
"¡Vos me enfermaste!" lo empujó con fuerza.
"No me toques." la cortó en seco.
"¿O qué?" lo desafió.
Sus miradas se juntaron durante unos largos instantes. Valentín tenía todo por perder, Luisina ya estaba perdida.
"Hablemos bien..." suspiró el varón a la vez que se sentaba en el banco. Lu asintió. "Podemos ver qué fue lo que hicimos mal y arreglarlo." Luisina se limitó a mirarlo. "Dale, Lulú..." la llamó. "Ponele voluntad."
"Sería la quinta vez que lo intentamos, ¿O no?" él asintió. "¿Por qué?"
"Porque nos amamos." negó ella.
"Amas cómo te amo, no me amas a mí." la miró seco, distante. "Amas cómo te ruego y cómo te estoy atrás constantemente, eso es lo que amas, eso es lo que odio."
Luisina sentía que se liberaba, que rompía las cadenas que alguna vez la retuvieron. Claro, se iba a sentir así de libre y sagaz hasta que él volviera en un estado vulnerable hasta la puerta de su casa, porque así funcionaba el círculo del juego de Valentín Oliva.
"Te amo a vos, no me interesa lo que flashees." insistió ahora más nervioso. Luisina ya se había enfrentado a él, pero nunca de esta forma.
"No puedo dejar que sigas como si nada..." se levantó con lentitud y se alejó unos pasos.
"¿Qué decís, pelotuda?" se paró de inmediato el varón. "Vení para acá." ordenó furioso.
La muchacha se detuvo en seco, como si estuviese siendo dominada por completo por su pareja. Se dio la media vuelta, y cara a cara lo fulminó.
"Te dije que no podía hacerlo..." lloró a la vez que con sus manos temblorosas apuntaba hacia él.
"¿Qué hacés?" cuestionó bajito él, mientras que la ansiedad y el nerviosismo lo iban consumiendo de a poco. "Baja eso o llamo a la policía." advirtió.
"¿Te da miedo?" preguntó desafiante, pero al ver que no hubo respuesta, repitió con más fuerza la pregunta.
"No sabes ni agarrarla..." la rebajó. "Te están temblando las manos y no te da la fuerza para gatillar, menos para gatillarme a mí."
"No planeaba gatillarte a vos." entre lágrimas rapaces e insultos que iban y venían, apoyó el arma en su sien.
"Baja eso..." al ver que no respondía ante su orden, Valentín se enfureció y arremetió físicamente contra ella. "¡Te dije que la bajaras, enferma!" exclamó rodeándola con sus brazos, dejando el arma en el suelo.
"¡Dejame ir!" exclamó ella con todas sus fuerzas. Con lentitud sus cuerpos se separaron, dejando en su plaza los últimos rastros de aquel tóxico vínculo. "Chau, Valen..." se despidió ella.
Él quedó parado en el medio de la plaza, mientras veía cómo su Lulú junto a Luisina se iban. Le costaba horrores aceptarlo, aceptar que él no era para ella, sino que él no era para nadie.
"¡Luisina!" la llamó una vez. "Si te vas, nos vamos juntos..." gritó con los ojos rojos, producto de la ira que lo cegaba y de las lágrimas acumuladas por culpa de la tensión.
Luisina cayó rápidamente al suelo. El disparo había sido preciso, ella podía jurar que no era la primera vez que él gatillaba un arma, y le daba miedo saber bajo qué circunstancia podría haberse dado una situación similar.
"¡Amor!" gritó él mientras corría con el arma para tomarla en sus brazos. "Perdoname mi amor, perdoname Lulú." comenzó a llorar a los gritos. "¡Ayuda!" pidió mirando a todos lados.
"Yo tampoco te puedo dejar ir..." sonrió mirándolo a los ojos.
"Quedate conmigo, lo podemos arreglar." insistió, a la vez que veía la herida abierta en el tórax de la joven, dejando un charco inmenso de sangre y bañándose sin querer en el mismo. "¡Ayuda, se me muere!" repitió con más fuerza.
"Nos vemos..." sus ojos comenzaron a cerrarse, y Valentín sentía que se iba.
Gatillazos mortales en el silencio de la plaza. La noche fría que los vio nacer, era ahora la misma que los veía caer.
"¿Qué hiciste hija de puta?" comenzó a sentirse débil debido al disparo que Luisina había ejecutado hacía breves instantes. "Me estás matando." musitó.
"No se puede matar a alguien que nunca vivió..." cerró los ojos, pero ahora para siempre.
El círculo estaba cerrado, aunque jamás había sido abierto.
Las cadenas de Luisina se habían roto, pero ahora estaba sujeta a las de la eternidad en el más allá.
Luisina ya había sido consumida, pero ahora Valentín la consumió en su totalidad.
FIN.
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fue una historia re fuerte por dios me hizo mal hasta escribirla en cierto punto.
busquen ayuda, nunca tengan miedo de pedir ayuda, nunca crean que es tarde, porque el mejor tiempo para hablar es el tiempo en el que estás lista.
espero que nunca hayan tenido que vivir una relación así, y en caso de haberla vivido espero que sepan que podemos hablarlo y de que merecen nunca jamás atravesar algo similar.