La llamada

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La máquina de escribir me devuelve la mirada con burla desde mi escritorio
Mi mente está en blanco y no tengo inspiración para escribir, giro en mi silla mirando el techo pensando en nada

Estoy dispuesta a dejarlo todo y dormir por fin, si a las tres de la mañana no viene a mí la inspiración sé que ya no vendrá. Me levanto perezosa pero el sonido de un mensaje irrumpe mi acción me volteó y miro mi celular
No era hora para que nadie me escribiera, sin embargo, ahí estaba el mensaje

—¡Hola! — susurre leyendo el mensaje, no conocía ese número.

Decidí dejarlo en visto y volver a mi camino derecho a la cama.
Ya estaba cerrando mis ojos cuando el tono de llamada invadió mis oídos. Era el mismo número

—Hola — dijo una voz alegre al otro lado de la línea. No conteste — No es necesario que hables, yo solo vengo a dar información — aclaró.

—¿Con quién habló? — pregunté nerviosa.

— Te sugiero ir acabando tus planes — mi confusión era palpable — Mi nombre es Stephen de la compañía una semana, solo llamo para informarte que tu vida está por acabar, te queda una semana de vida — dicho esto se cortó la llamada y mis manos soltaron automáticamente mi celular. Tenía que ser una maldita broma pensé.

Me levanté de la cama con el insomnio tras de mi — Una semana — había escuchado de ellos, pero creía que eran simplemente un mito, una leyenda urbana que habían creado para asustar...

Mire la máquina de escribir, al parecer seguía burlándose de mí y ahora con más razón. Camine por todo mi departamento pensando en que hacer hasta que de repente tocaron mi puerta.

Corrí desesperada a abrir esperando que me despertará de esta pesadilla.

— buenas madrugadas — dijo el hombre que estaba parado frente a mi puerta — Soy Stephen — aclaro y me tendió un folleto.

—¿Qué es esto? — pregunte con la voz temblorosa sin tomar el folleto — No quiero, ¡vete! — chille, pero él ni se inmutó.

— Esto es muy fácil, tu nombre es Giovanna Ricci, tienes 28 años y solo te queda una semana de vida — dijo él, su expresión cambió a una más seria — Esto es simple señorita Ricci, si usted le cuenta a alguien de nosotros está muerta si no lo hace podrá disfrutar de sus últimos siete días de vida comenzando hoy – dicho esto dejo el folleto en el piso y se marcho a paso apresurado.

Yo estaba congelada, quería correr tras de él y pedirle una explicación, pero mis piernas no respondían, mi voz tampoco quería salir de mi garganta.

Con manos temblorosas tomé el folleto y cerré la puerta de mi casa. Ellos no podían matarme, estaba segura, así que llame a mi mejor amigo, seguro estaba durmiendo, pero lo necesitaba a mi lado en este momento
.
-¿Carlo ? – pregunte en un sollozo – Necesito que vengas a mi casa ahora – lloraba sin control pero no recibía respuesta del otro lado de la línea.

-Voy – dijo después de unos minutos – Espérame con un café – agrego sacándome una pequeña sonrisa y corto.

Conocía a Carlo desde que tenia doce años y desde ahí que éramos inseparables, habíamos estudiado juntos hasta tercero medio y luego el tuvo que irse a vivir a España, nos veíamos sin falta todos los meses hasta que cumplimos veintidós y el volvió a Florencia, su ciudad natal y donde yo he vivido toda mi vida. Hasta los veinticinco compartimos departamento y auto, fueron años divertidos hasta que el logro juntar para su propio apartamento y se mudo a dos cuadras del mío. No podía creer que habíamos estado tanto rato juntos...

Me senté frente a mi maquina y escribir la primera frase “Querido Carlo, lamento decirlo, pero dentro de una semana yo ya no estaré a tu lado” lloraba a mares sobre las teclas de fierro, no podía creerlo, él era toda mi familia.

Me fui a mi cama y pensé en lo que escribiría antes de morir, di vueltas entre las sabanas hasta que tocaron mi puerta otra vez. Me levanté secando mis lagrimas como podía y tratando de poner mi mejor cara para mi amigo, pero el llanto volví a irrumpir cuando él me abrazo.

-¿Qué ocurre mariposa? - pregunto el lleno de preocupación y llamándome de la misma forma que lo habia hecho por los últimos quince años

- Voy a morir Carlo - solloce y él me miro perturbado – Me queda una semana – sin saber que decir mi amigo me abrazo aún más fuerte.

- ¿Por qué dices eso mariposa? – susurro en mi oído – Si a ti te queda una vida por delante – negué con la cabeza y Carlo seco mis lagrimas con el dorso de su mano.

-Los de la ultima semana vinieron a verme – aclaré con un hilo de voz, el nudo en la garganta solo me permitía sollozar así que lo abracé más fuerte. Sus ojos se abrieron como plato iba a decirme algo más pero el sonido de mi teléfono lo interrumpió
Carlo me soltó despacio y tomo el teléfono con sus manos, contesto y lo puso en alta voz, lo que dijeron al otro lado de la línea nos dejo helados a los dos

Mi última semana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora