Nuestro pequeño paraíso

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“Querido Carlo, lamento decirlo, pero dentro de una semana yo ya no estaré a tu lado lamento decírtelo por carta, pero te amo, desde que teníamos quince años no he dejado de pensar en ti. No es el momento adecuado para declararte mi amor, lo sé, pero necesito que lo sepas para que así yo pueda descansar en paz”


-Giovanna – dijo la voz de un hombre. Me encontraba en el bosque, en medio de la nada con un hombre mirándome fijamente – Giovanna – volvió a decir y saco un arma. Me apunto y jalo el gatillo.

La bala parecía viajar en cámara lenta, pero era incapaz de moverme, estaba a punto de matarme cuando Carlo se interpuso. La bala lo atravesó.
Desperté.

Mi corazón latía con fuerza mientras miraba a mi lado como Carlo dormía pacíficamente, decidí que debía dejarlo, no podía permitir que muriera por mi culpa. Comencé a moverme despacio pero un brazo aprisiona mi cintura.
-Carlo – susurré intentando liberarme – Carlo déjame ir – insistí comenzando a molestarme

-No quiero – dijo él con voz adormilada y me atrajo a su cuerpo. Me sonroje y escondí mi cara en la almohada para que no me descubriera.

-Quiero ir a bañarme Carlo, por favor libérame – dije mientras me sacudía levemente, pero él definitivamente tenia más fuerza que yo.

Pareció pensarlo unos minutos, pero finalmente cedió – Como tu quieras mariposa, yo seguiré durmiendo – agrego con una sonrisa perezosa y se dio media vuelta.

Permanecí durante una hora bajo el agua, mis lagrimas se mezclaban y mis pequeños llantos quedaban camuflados, nunca en mi vida habia tenido tanto miedo, pero decidí que el día de hoy lo pasaría bien y luego me iría.

Me envolví en una toalla y Sali del baño dejando que el vapor inundara la habitación, Carlo seguía dormido así que me vestí de prisa en el cuarto y me dirigí a la pequeña cafetería de la primera planta a buscar algo de desayuno. Tome el ascensor vacío y tarareando espere llegar a mi destino.
Caminé despacio por el pequeño buffet eligiendo las cosas que mas me gustaban para mi y mi amigo, las voces de fondo llenaban el lugar, el ambiente era cálido y familiar así que me senté un momento.

- ¿Puedo sentarme un momento con usted? – pregunto una señora mayor y yo asentí – Ay mi niña, usted y su novio hacen una increíble pareja, muy lindos –

Me sonroje – somos amigos – aclare
-Que lastima, Stephen juraba que eran pareja, por cierto, él está cerca – agrego la viejita y luego se marcho desapareciendo de mi vista en el pasillo del ascensor. Stephen sabia donde estábamos.

Me levanté con la comida en las manos y subí a toda prisa al cuarto que compartía con Carlo, cuando entre a la habitación no lo vi y comencé a desesperarme, una pequeña mancha de sangre fue lo que hizo que la señal de alarma se encendiera en mi cabeza.
-Carlo... – susurre a la vez que soltaba el plato y se quebraba al impactar con el piso - ¡Carlo! – grite al verlo en el piso y con una marca de sangre en su frente. Él abrió los ojos despacio luciendo desorientado.

-Mariposa – dijo él con una suave voz - ¿Trajiste desayuno? – pregunto como si la sangre no acariciara su rostro

-¿Qué te paso? – pregunte alarmada a la vez que lo ayudaba a levantarse. Él se sentó en la cama y se toco la frente a la vez que hacia una mueca de dolor.

-Tatuajes – dijo él y me observo molesto – Un chico con muchos tatuajes me despertó y me dijo que te avisara que los cazadores iban por ti, intente golpearlo, pero él fue mucho más rápido – me explico y se recostó abrazándome y llevándome a la cama con él. Una risa escapo de mis labios.

-Era Stephen – dije yo liberándome de su abrazo – Tenemos que irnos... –

-No – me interrumpió – Mariposa, nos quedaremos aquí al menos hasta sobrevivir el segundo día – agrego y yo lo mire atónita.

El silencio reino entre nosotros hasta que él comenzó a hacerme cosquillas. Me relaje en sus brazos e intente hacerle cosquillas también pero el se sentó a horcajadas de mi y me inmovilizó. Nos quedamos así un momento hasta que nuestras respiraciones se calmaron y yo deje de forcejear, él se salió de encima de mí y quedamos los dos acostados con una sonrisa en nuestro rostro.

La herida de Carlo dejo de sangrar definitivamente cercano al horario de almuerzo, descansamos toda la tarde mirando por la ventana de vez en cuando, por desgracia cada vez que veíamos a alguien mirar a nuestra ventana nos parecía sumamente sospechoso. Así que entre sobresaltados y tranquilos sobreviví el segundo día.

-Mañana nos cambiaremos de hostal – susurro Carlo mientras acariciaba mi cabello y yo asentí. Iba a decir algo pero justo en ese momento de la noche sonó el teléfono con el nombre de Alessia iluminando la pantalla. Con una mueca de disgusto mi amigo contesto

Mi última semana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora