Casas fantasma

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“Querido Carlo, lamento decirlo, pero dentro de una semana yo ya no estaré a tu lado lamento decírtelo por carta, pero te amo, desde que teníamos quince años no he dejado de pensar en ti. No es el momento adecuado para declararte mi amor, lo sé, pero necesito que lo sepas para que así yo pueda descansar en paz.
¿recuerdas esa noche en Paris? ¿Cuándo tomaste mi mano? Hubiera deseado que jamás me hubieras soltado, es más, esa noche debí haberte dicho lo que sentía, porque a la semana siguiente conociste a Alessia”


El tercer día, antes de que amaneciera, nosotros ya estábamos caminando hacia algún destino desconocido, sin maletas y con poco dinero anduvimos por frente la torre Eiffel, la observamos unos instantes en silencio y seguimos nuestro camino. Esta vez yo tome su mano y él no me soltó.

La calle estaba vacía cuando el sol recién salía, las cafeterías y los restoranes estaban todos cerrados, un Par de autos pasaron a nuestro lado asustándonos, pero ambos siguieron con su camino.

Luego de un par de horas de caminata, una florida casa nos dio la bienvenida a uno de los lugares más alejados de la ciudad, “se arriendan cuartos”, nos saludo la casa y con una sonrisa en el rostro y sin soltarnos las manos fuimos y tocamos el timbre.

-Los estaba esperando – dijo la muchacha que nos abrió la puerta. Con Carlo retrocedimos un paso y él hablo.
-Tenemos que irnos – su voz era firme. Ya habíamos dado media vuelta cuando una mano sujeto mi hombro.

-Disculpen a la niña – dijo una mujer de unos 70 años sonriéndonos – Si los estábamos esperando, te llamaron de la ultima semana, tu eres... – saco un papel de su bolsillo y lo leyó en voz alta – Giovanna Ricci –

Asentí temerosa mientras inconscientemente me escondía tras de Carlo – Si soy yo, ¿son cazadoras? – pregunte temiendo la respuesta

-No, por Dios, no – respondió ella sonriente – Somos una casa fantasma... –

- ¿Casa fantasma? – pregunto Carlo interrumpiéndola y yo lo golpee – Perdón, continua – se disculpo con un leve sonrojo

Ella sonrió, parecía que no podía dejar de hacerlo, me incomodaba, pero no podía hacer mucho al respecto, aparte de que, por alguna razón, mi instinto me decía que confiara en ella.

-Por favor pasen – dijo ella evadiendo la pregunta. Nosotros entramos a paso lento y desconfiado, pero, si hubiera querido matarme, creo que ya lo habría hecho, ¿no?

Nos sentamos en un acogedor living en donde ella nos explico que eran las casas fantasmas.

Ella nos contaba que las casas fantasma eran hogares seguros para las personas que eran cazadas por los de la ultima semana, funcionaban como un hostal gratuito en el que tenían permitido alojar a personas durante un día y una noche, pero luego seria expulsados y dejados a su suerte. Incomoda con la situación. Asentí ante su explicación y me dejé llevar por los peores escenarios incluyendo que Stephen nos estuviera esperando al otro lado de la puerta de entrada, esperándonos, asechando y aguardando a que nos expulsaran.

- ¿Desean una habitación? – pregunto dulcemente, tenía tanto miedo aun que era incapaz de hablar así que Carlo lo hizo en mi lugar.

-Por favor – susurro mientras me abrazaba

-Necesito que se paren en la escalera para tomares un fotografía y enseguida los guiare a la habitación que van a compartir – obedientes hicimos lo que nos pidió, sonreímos y el flash de una polaroid antigua ilumino nuestro rostro.

- ¿Quiénes son todos ellos? – pregunte al ver el muro de la escalera lleno de fotografías

-Son como mis hijos – susurro la mujer con nostalgia – Son todos los que han pasado por a aquí a lo largo de los años.

Carlo apretó mi mano al darse cuenta de que una lagrima corría por mi mejilla, yo sería una más de los que estaban en esa muralla, una mas en el recuerdo de esa casa. Tratando de ignorar ese sentimiento que hacia un nudo en mi garganta seguimos caminando por la gran casa. Había unas diez puertas en el segundo, ocho era cuartos y dos eran baños nos explicaba la señora María. Solo dos cuartos estaban ocupados esta vez, con nosotros serian tres.

Estaba la niña que nos habia abierto la puerta y un hombre mayor del que María hablaba con cariño, ella nos conto que el habia vivido al final de la calle durante toda su vida y siempre se veían – Deben ser pareja – pensé, pero justo María nos conto que hasta hace una semana él habia estado casado con el amor de su vida. Morirían con una semana de diferencia.

-Ellos deberían haber estado juntos – susurro Carlo cuando María nos dejó solos, yo solo me limite a observar la habitación, pequeños manteles de encaje cubrían los veladores y un floreado plumón cubría la cama. Las cortinas también eran floreadas y enmarcaban un gran ventanal que daba a un balcón. Camine hacia él despacio y salí a tomar aire con un nudo en la garganta, mañana María nos echaría y los cazadores volverían a buscarme, y gracias a mi estupidez también buscarían a Carlo...

-Tenemos que separarnos – dije ahogando un sollozo – Mañana – agregue mirando a la calle oscurecida y escuchando como los pasos de mi amigo se acercaban a mí.

- No me iré de tu lado mariposa – susurro mientras me abrazaba por la espalada, pero con un brusco movimiento me solté

- ¡Necesito que te vayas! – le grite, pero él no es inmuto

-Y yo necesito quedarme a tu lado – me respondió con voz calma – No puedo dejarte morir sola – agrego con una lagrima corriendo por su mejilla.

- ¡¿Por qué?! – mi voz temblaba y mis ojos lloraban, pero mantuve firme mi decisión - ¿¡Porque quieres verme morir?!

- ¡Porque...! – él mismo se interrumpió y se acerco a paso firme a mi quedando a pocos centímetros de distancia – ¡maldita sea Giovanna! No pienso dejarte sola porque te amo – susurro y luego junto tiernamente sus labios con los míos.

Al principio no supe cómo reaccionar, pero finalmente le seguí el beso – Yo también te amo – susurre mientras nuestras narices se rozaban.

Mi última semana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora