𝙲𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚌𝚒𝚗𝚌𝚘.

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—¡Mei! ¡Te están buscando!— la voz de su madre resonó por la casa.

—¡Bajo!— en seguida sus pasos se hicieron escuchar.

La albina abrió la puerta, encontrándose con la hermosa sonrisa de Malina.

Cruzaron miradas por un momento

—¿Mei?— escuchó a su mamá a sus espaldas

—¿Sí? Dime, mamá

—Hija, te hablé cinco veces— la palabra cinco resaltó en la cabeza de ambas chicas, la mirada de Malina se desvió hacia el piso.

—Dime, te escucho— habló rascándose la nuca

—Quiero que vuelvas a las diez, a más tardar diez y media ¿Quedó claro?.

—Sí mamá.

• • •

Los cinco chicos caminaban torpemente por el bosque aledaño al pueblo en que vivían.

Sus risas sonaban, a la par que el sol caía.

—¿Entonces tu papá trabaja en Alemania?— el pelirrojo se recargó en un árbol cercano

—Sip. Solían molestarme con que me iba a "volver nazi"— dijo dibujando comillas con los dedos.

El chico rió.

—¿En serio están acostumbrados a ver estos paisajes?— preguntó la albina mirando el horizonte.

—Pues si vives aquí desde la niñez es imposible no estarlo— respondió la rubia

—Siento que nunca podré acostumbrarme, de verdad es increíble— volvió a decir Mei sonriendo.

—Me alegra que te guste— dijo Matías abrazándola por los hombros.

Pronto Mei se percató de la insistente mirada de Malina. Así que con una seña la invitó a unirse al abrazo.

• • •

La poca luz que emitía la pantalla del celular alumbraba débilmente el rostro de la chica.

La noche era silenciosa en ese lugar, por lo que los sonidos emitidos por animales que rondaban la zona eran perfectamente audibles, junto con las risas ahogadas de Mei, los mensajes de Matías y una repentina llamada de Malina.

No dudó en responder.

—¿Malina? ¿Qué pasa?— preguntó preocupada al escuchar a la contraria sollozar

—Mei...Mei. No sabes cómo me alegra oír tu voz— Se escuchó su débil voz del otro lado.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien?— interrogó nuevamente, aunque supiera bien la respuesta de la segunda pregunta.

—¿P-podría ir a verte?— Su voz sonaba rota, temblorosa.

—Claro que sí. ¿Quieres que vaya o nos vemos en algún lugar?

En el bosque, donde nos reunimos en la tarde...necesito salir de aquí.

Nos vemos en diez entonces.

Dicho esto, no dudó ni un segundo en salir corriendo.

A penas divisó a su amiga, aceleró el paso para abrazarla, cesando así el caer de sus lágrimas, y aquietando sus sollozos.

—Dime ¿Qué pasa?— habló preocupada, mientras acariciaba el cabello despeinado de Malina.

—Tuve...problemas con mis papás. Bueno, con mi papá— Dijo débilmente, aún sin soltarse del abrazo.

—¿Quieres contarme? O desahógate, yo te escucho. No te voy a juzgar

Los ojos acuosos de la castaña se cerraron con suavidad, esbozó una pequeña sonrisa y finalmente se dispuso a decirlo. Necesitaba decírselo a alguien.

Las horas pasaron, y la plática se tornó alegre, divertida. Tal vez demasiado.

—¿Ya amaneció?— preguntó asombrada la castaña.

—Parece que sí— rió tímidamente la más pequeña.— Vamos, tenemos que volver a casa— le ofreció la mano.

La más alta no respondió, simplemente aceptó la ayuda de Mei, y juntas se fueron hacia el pueblo nuevamente.

—Gracias...— habló Malina enrollando su cabello— No te dejé dormir...— finalizó apenada.

—No te preocupes. Por tí, pasaría semanas sin dormir— desvió la mirada— Me alegra haberte ayudado

—Si necesitas algo...quiero que sepas que también estoy dispuesta a ayudarte. De verdad no sé cómo agradecerte

—Un abrazo dice más que mil palabras— dijo mientras extendía los brazos.— ¿Nos vemos al rato?

—Nos vemos al rato entonces— respondió mientras aceptaba su abrazo.

Tan pronto como ambas se despidieron, ambas emprendieron rumbos diferentes, las dos con una sonrisa de oreja a oreja.

Sunlight    •Malina   Weissman•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora