𝑋𝑋𝑉 ¦ 𝐴𝑡𝑎𝑞𝑢𝑒𝑠

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Sarah escuchaba atenta el noticiero, esperando que se dijera de una vez por todas que era una asesina, que había matado a la una de las enfermedades más grandes de Derry. Quería sentirse mal, quería llorar por matar a una persona y odiaba aún más a Belch por ser un imbécil, no lo habría matado si hubiera sido bueno. Es culpa de él estár muerto le susurró la voz de Jason en la cabeza. Soltó un suspiro y tomó un sorbo del té que le hizo su madre, últimamente ella se portaba muy maternal y linda con Stan y ella, parecía notar que estaba depresiva. Últimamente también le prestaba atención a lo que Honey Pie le decía, la hacía sentirse mejor con lo que había hecho. Pero nada podía opacar el hecho de que iba a ir a la cárcel toda su vida por Belch Huggins.

"Acaban de informarnos que Sarah Uris es la asesina" dijo la periodista en las noticias "Al parecer la policía está yendo de camino a la casa de la chica para encarcelarla".

La taza vacía resbaló de sus dedos y se partió en mil pedazos contra el suelo, las palabras no salían de su boca, quería llorar y gritar pero se sentía muy débil para hacerlo. Sus extremidades se volvían pesadas y le costaba moverse. 

—¡ABRE LA PUERTA, ZORRA!—la voz furiosa de la madre de Belch y los golpes fuertes contra la puerta de entrada la sobresaltaron y cayó del sillón por el susto—¡ME QUITASTE A MI HIJO, AHORA YO TE ARRUINARÉ LA VIDA!

Débilmente se puso de pie y corrió hacia las escaleras, todo daba vueltas, las luces se apagaban y se prendían por sí solas. Los golpes en la puerta retumbaban por toda la casa, se volvían cada vez más fuertes, le taladraban la cabeza y no le dejaban pensar. Su vida había llegado a su fin, la histeria se apropió de todos sus sentidos. Y se dio cuenta de que jamás pudo hacer nada que le gustara, nunca fue ella misma, nunca se atrevió a decir y hacer lo que para ella estaba bien... en lugar de eso se dejó manipular por sus padres, por la sinagoga y por el pueblo. Su corazón latía con impotencia y fervor, quería gritar hasta que se le desgarrara la garganta y sus cuerdas vocales se estropearan.

Con dificultad logró subir al segundo piso, los golpes y gritos seguían, ahora se escuchaba la patrulla de la policía también. Como si necesitaran a más de un hombre para sujetarla y meterla a un auto, por favor, medía 1,65 y pesaba menos de 70 kilos. Al querer llegar a su cuarto vio una figura alta y oscura a cinco metros de ella, la paz la inundó, se sintió aliviada al darse cuenta de que era Jason. Corrió a abrazarlo envolviéndose en su calor, lentamente se dejaron caer al suelo porque ella ya no era capaz de mantenerse en pie, su cuerpo pesaba muchísimo, cada vez más, casi ni se podía mover.

Se largó a llorar desesperada agarrando con fuerza su suéter negro, estaba desconsolada sin escapatoria. Ya no tenía razón de ser, su mundo estaba de cabeza, en menos de un mes habían tratado de violarla, había matado a una persona y ahora iba a terminar ese mes presa.

—¿Qué sucede, mojigata? ¿Ahora no puedes con las consecuencias?—Sarah abrió los ojos espantada y, casi temblando, levantó la cabeza para ver a Belch Huggins abrazándola. Él la miraba con diversión, satisfecho por la situación en que se encontraba, eso la hizo llenarse de ira y lo empujó con la poca fuerza que le quedaba, se alegró de conseguir pararse.— ¿Ahora no me enfrentas? Siempre una cobarde...

...

Jason miró confundido a Sarah, no entendía qué le pasaba, de pronto había comenzado a actuar extraño. Trató de acercarse pero ella siguió apartándose con terror, se miró extrañado, estaba en su forma humana ¿por qué le temía? Frunció el ceño.

—Sarah, ¿qué sucede? ¿por qué te alejas?—la miró a los ojos tratando de encontrar una respuesta pero ella parecía fuera de órbita. 

Ella continuó caminando sin percatarse de su entorno. Se veía como si estuviera notando cosas que él no, lucía como sus víctimas cuando las hacía alucinar, se enfureció al no entender lo que le sucedía a su Sarah, le enfurecía que ella se alejara de él. No reaccionó hasta que la vio tropezar con las escaleras, él se lanzó hacia Sarah y logró atraparla, la envolvió en sus brazos para amortiguar la caída y su cuerpo fue el receptor de los golpes hasta que se dieron bruscamente contra el suelo. 

Con rapidez la recostó suavemente sobre la alfombra para corroborar si estaba herida, pero se distrajo cuando ella lo miró espantada y comenzó a temblar. Sarah tenía un ataque de pánico entre sus brazos, gritaba lloraba y trataba de alejarse desesperada.

—Sarah, ¿qué pasa, mi amor?—la tomó de las mejillas con suavidad tratando de encontrar la respuesta, la desesperación empezaba a apoderarse de él, quería ayudarla como siempre pero no podía si no sabía qué demonios sucedía—¡Sarah, por favos háblame!

...

Andrea y Donald observaban a su hija con confusión desde la cocina. Sarah llevaba días deprimida, con ojeras y la piel aún más pálida de lo normal, casi ni comía, se la pasaba encerrada en su cuarto. Ambos estaban preocupados, no sabían qué hacer, nada la sacaba de allí e iba a la sinagoga sólo por compromiso. Donald bebió un sorbo de café y se acomodó los anteojos antes de hablarle a su esposa.

—¿Crees que deberíamos llevarla al psicó... ?—antes de terminar la frase Andrea lo miró horrorizada con los ojos ampliamente abiertos.

—¿Acaso estás loco?—frunció el ceño furiosa y se acercó para hablar más bajo—Todo Derry sabría que tiene problemas, en poco tiempo sería la hija enferma de los Uris. Mancharíamos su nombre, no podría vivir.—Donald la miró pensativo, quería objetar pero no se le ocurría nada— Además seríamos malos padres que no saben cómo controlar a su descendencia. Una depresión pasajera no opacará el rendimiento perfecto de Sarah.

Dando la charla por terminada, ya que conocía el tono de su mujer cuando tomaba una decisión y no pensaba cambiar de opinión, Donald asintió dándole la razón a Andrea y salió al patio de la casa. Andrea se quedó pensativa mirando a Sarah, luego algo se le ocurrió, con seguridad subió las escaleras hacia su cuarto, entró al baño de este y tomó un frasco con pastillas escondido en su bolsa de maquillaje. Al salir no pudo evitar escuchar la música que venía del cuarto de Stan, frunció el ceño y trató de abrir la puerta pero estaba cerrada, bastante molesta tocó la puerta. No le gustó que Stan tardara entre dos y cinco minutos en abrir, él la miró con las mejillas rojas y los ojos dilatados.

—¿Por qué estaba cerrado, Stanley?—preguntó con desconfianza en la voz y el ceño fruncido.

—Estaba vistiéndome, saldré con los chicos—dijo rápidamente, parecía nervioso, paranoico y eso no era del agrado de su madre controladora. Andrea quería saber todo lo que pasaba en su casa y Stan le estaba ocultando algo.

Andrea movió un poco la cabeza hacia el costado para ver el cuarto por la abertura de la puerta, todo parecía normal, nada raro. Aún así no iba a dejar de sospechar, pero decidió ignorarlo por esta vez, por lo que siguió caminando por el pasillo y bajó las escaleras.

Llegó a la cocina y se fijó que nadie pasara, tomó una de las pastillas blancas del frasco y la cortó en varios fragmentos, luego los aplastó con la cuchilla y los dejó caer dentro de la taza de té destinada a Sarah. Sin saber qué le haría el medicamento, simplemente creyendo que así se podría ir tranquila a la sinagoga, despreocupada de que su hijita estuviera mal.

React; [Pennywise/Bill Skarsgård]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora