Bienvenido a Fronteramarga

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¡Eh, despierta! Menos mal. ¿Cómo te llamas?

No hablas mucho, ¿eh? No te culpo. Cuando desperté yo tampoco tenía muchas ganas de hablar. En la chapa que llevas colgada del cuello pone D, así que te llamaré así. Escúchame: el paseador te encontró, y te encerró aquí junto a mí. Es un hombre que se dedica a pasear por Fronteramarga llevándose a los recién llegados. No sé a ciencia cierta qué hace con ellos, pero a juzgar por la peste que hace en este lugar, en el mejor de los casos solamente los mata.

Si te estás preguntando qué es Fronteramarga, es largo de explicar. Algunos vecinos dicen que se encuentra escondido en la Sierra Madre Occidental, en México. Pero no sé si será verdad, aquí hay gente de todas las nacionalidades.

Oye, creo que sé cómo escapar. Pero tiene que ser antes de que vuelva. Ayúdame a subir a este tragaluz. Una vez arriba te lanzaré esta cuerda para que puedas subir. Venga, súbeme.

Gracias. Toma la cuerda. Espera. ¿Oyes esa respiración entrecortada, irreal? Parece una pesadilla hecha sonido, pero es el paseador. ¡Ya viene, sube, deprisa!

¡Uf! Ha estado cerca. Vamos, sígueme, tenemos que alejarnos de la zona. Como puedes observar, en Fronteramarga no hay ni una pizca de sol. Es un lugar frío, sombrío, lúgubre. Siempre está nublado o lloviendo, incluso a veces las nubes descienden y una densa niebla cubre todo el lugar. Algunos dicen que en la mansión que hay en la parte noroeste de la ciudad, a las doce de la madrugada, siempre aparece un brillante rayo de sol. Pero pocos vuelven de ese lugar; y los que sobreviven, suelen volver a ir. Parece ser que una vez ves el sol, ya no quieres ver otra cosa.

Las casas son viejas, hechas de madera, para nada lujosas. Suelen tener una sola altura. Por este motivo cuando levantas un poco la vista lo puedes ver. ¿Imponente, verdad? Ese enorme muro de piedra gris decorada se llama el Muro de los ecos. Nadie sabe qué hay al otro lado. Los grabados que hay en su superficie parecen ser nombres. Cientos de miles. Millones quizás. Algunos vecinos aseguran que si te acercas más de la cuenta empiezas a escuchar multitud de susurros, lamentos y gritos desgarradores. Ecos de vidas pasadas. Unos pocos afirman incluso haber visto brazos etéreos atravesar el muro y arrastrar al otro lado a los más curiosos.

Ven, sígueme por esta calle. Aquí la gente no vive mucho tiempo, ¿sabes? Creo que el récord está en medio año. Mira. Aquí, cerca del Muro de los ecos, está la Laguna del recuerdo. Cuando entras, recuerdas toda tu vida antes de Fronteramarga. A priori puede parecer la solución a muchos de los problemas que te puedan surgir, pero te equivocas. Absolutamente todos los que han entrado en la laguna con la intención de recuperar sus recuerdos no han salido con vida. Algunos vecinos aseguran que cuando recuerdas tu vida entiendes que lo mejor que puedes hacer es dejar que el agua llene tus pulmones.

Cuenta una leyenda local que una vez un hombre se sumergió en la laguna y sí regresó. Lo primero que hizo fue correr hacia el muro, gritando por su hija. Ese día se dice que el muro estuvo sumido en un silencio sepulcral, impropio. El hombre parecía estar convencido de que su hija se encontraba al otro lado, así que trepó por él y cruzó al otro lado. No se le volvió a ver.

¿Oyes eso? La respiración asmática y dificultosa. ¡El paseador! Sígueme, deprisa. Nos ocultaremos en esta casa. Silencio.

Creo que ha pasado de largo. Bueno, te estaba contando la historia del muro. Por si tú todavía no lo habías pensado, dicen que al otro lado está la muerte. Los más supersticiosos aseguran que Fronteramarga no es más que una zona de paso hacia la muerte, la antesala de un destino irrevocable. Un limbo. Y ese muro es la delgada línea que separa a los muertos de los vivos. Esta teoría gana fuerza gracias a otra que afirma que en el Día de muertos, famoso en México, las almas de los fallecidos cruzan el muro y danzan entre los vecinos, buscando llevárselos consigo. Yo no lo he visto con mis ojos, pero mejor creerse las cosas que se dicen por aquí.

Ven, vamos a abrir esta puerta. ¡Sorpresa! ¿Qué te parece? Esta es mi colección personal. Allí tengo los brazos, ahí las cabezas (esta es mi colección favorita) y en aquellos botes los ojos. Incluso tengo una creación hecha con trozos de otros humanos. No me mires así. En Fronteramarga, o eres cazador, o eres presa. El paseador no existe. Unos cuantos altavoces y una grabadora. Aquí el peligro soy yo.

Ay, qué felicidad. Lo siento, no es personal. Solamente pienso en sobrevivir.

Bienvenido a Fronteramarga.

¿Prefieres sierra o cuchillo?

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