Miranda estaba sentada en una silla, con el rostro y la ropa cubiertos de sangre. Tenía la mirada perdida en un punto fijo en el suelo. Scott tomó asiento en la silla que había colocada frente a la suya.
—Esto... ¿vas a contarme qué ha pasado aquí? —preguntó el hombre de color, sin apartar la vista de su amiga.
Miranda suspiró mientras se rascaba la cabeza rapada.
—No sé ni por dónde empezar —reconoció ella.
—Intenta contarme primero el principio —le espetó él con obviedad.
Miranda esbozó una débil sonrisa en su rostro cubierto de sangre.
—Bien, pues llegué a Fronteramarga hace un mes y medio y...
—No tan al principio —le interrumpió Scott, apoyando sus manos en las rodillas.
—Bueno, vale —respondió ella, frotándose el ojo izquierdo—. Te hablo primero de los fiambres humanos y luego de los dos bichos, ¿te parece?
Scott no respondió de primeras. Se limitó a observar los ojos azules que se escondían bajo la capa de sangre que bañaba la cara de la joven.
—Venga —anunció finalmente.
Miranda paseó su vista por la estancia, una pequeña sala con únicamente una cómoda y una estantería de madera, además de las sillas que ambos ocupaban. Los cadáveres en el suelo y la sangre fresca y reciente, manchando los listones de los que estaba hecha la casa, le aportaban un singular toque distinguido a la decoración ambiental.
—Como bien sabes, hace dos días fui a visitar a Simon, el candidato favorito a las elecciones presidenciales...
Solamente quería hacerle unas preguntas para esclarecer la repentina desaparición del anterior presidente, Tim. Tengo que saber si estoy votando a alguien que ha estado involucrado en un secuestro, ¿sabes? El caso es que llegué hasta su despacho, pero cuando iba a llamar a la puerta me detuve. Escuché algo al otro lado.
Puse mi oreja contra la puerta y escuché una voz grave y pausada, contando cosas prohibidas. Secretos peligrosos. Si toda Fronteramarga supiera lo que yo escuché, sería el caos.
Scott se acercó más a ella, cada vez más nervioso.
—¿Qué escuchaste? —preguntó finalmente.
—No voy a decirlo —repuso ella casi al instante.
—Miranda...
—¡Y no insistas más! —exclamó ella para finalizar.
Scott se masajeó las sienes y luego asintió, instándole a continuar su narración.
—Cuando el emisario se marchó, no me hizo falta entrar a hablar con Simon...
Sabía que aquel hombre no había tenido nada que ver con la desaparición de Tim. De igual manera, sabía que si no encontraba pronto al presidente, Fronteramarga buscaría la manera de eliminarlo. Así que me dispuse a buscarlo. Pero no tenía ningún hilo del que tirar. Así que me vi forzada a hablar con el otro candidato a la presidencia, Brent, famoso por realizar visitas turísticas a los recién llegados (y por diseccionarlos, pero eso es harina de otro costal).
Visité su sótano, pero estaba cerrado. Supuse que estaría en mitad de una visita. Así que me recosté contra la pared y esperé a que el hombre regresara de su paseo. Tras unos minutos apareció junto con otro hombre. Si le hubieses visto la cara que se le quedó cuando me vio allí...
—¿Puedo ayudarte en algo? —me dijo.
—La verdad es que sí. Oye chaval, puedes acabar la visita tú solo —anuncié mirando a su acompañante.
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Leyendas de la frontera
TerrorEn el corazón de la Sierra Madre Occidental, en México, yace una ciudad oculta a los ojos de la Humanidad. Esta extraña población, Fronteramarga, atesora multitud de secretos por desentrañar. Varios personajes convergen en estos relatos. Unos trata...