"Una mentira, tan cruel y deshonesta. ¡Una falta! Una osadía. Justicia debe emanar para sanar"
Bárbara caminaba a paso ligero bajo la tormenta. Su pelo naranja le caía empapado sobre la cara, motivo por el cual lo apartaba constantemente. Su chaqueta fina, también empapada por la lluvia, apenas le protegía del viento huracanado que empezaba a despertarse. Se había embutido en un vestido negro una talla menor que la suya, prestado por su única amiga, Jane. Después había rematado con una chaqueta de lino beige que ahora estaba mojada y manchada de sangre.
De pronto un potente rayo irrumpió unas calles más allá, causando una explosión y un potente estruendo. Bárbara se detuvo, observando el negro cielo. Asomó una columna de humo oscuro que se disipó poco a poco, mezclándose con las nubes oscuras que descargaban su potente carga líquida. El lugar del impacto parecía ser cercano al gran muro que había al noroeste de Fronteramarga.
Caminó hacia el lugar en el que había impactado el rayo, mientras el desolador ruido del trueno le hacía estremecerse. El frío se colaba por su cuerpo apenas cubierto y calaba hasta los huesos. En su mente no paraban de repetirse las escenas vividas momentos antes. No entendía cómo el escenario había cambiado tanto en tan poco tiempo. Todavía podía recordar la calidez de aquel rayo de sol nocturno que le había seleccionado a ella, la felicidad irracional que había sentido cuando los dorados matices habían invadido su rostro y bañado su piel.
Lo que había pasado después, en cambio, se negaba a aceptarlo. Mientras seguía sumida en su agridulce letargo, casi como un fantasma vagando en la oscuridad, llegó al lugar del impacto del rayo. Se situó al lado del primer vecino que encontró, ataviado con una chaqueta de cuero y protegido de la lluvia por un paraguas azul. El aire sopló con más intensidad, amenazando con hacer volar el endeble paraguas de aquel vecino y del resto, que se congregaban frente al lugar en el que había caído el rayo: el Muro de los ecos.
—Dios mío... —musitó el hombre cuando vio que alguien se situaba a su lado.
Bárbara no contestó. Avanzó hacia el muro, pasando entre la gente, hasta quedarse a primera fila junto a un par de vecinos más. A pesar de llevar la delantera, todavía estaba a unos diez metros del imponente muro. Oscuro, desgastado. Plagado de esos símbolos parecidos a nombres que jamás había entendido, y que nadie había sido capaz de explicarle en aquel mes que llevaba en Fronteramarga.
En la parte baja del muro, cerca de los cimientos, una gran brecha se extendía de derecha a izquierda, agrietando cada vez más la superficie de piedra a su alrededor. Mientras crujía, Bárbara dio un paso al frente, intentando ver qué se escondía al otro lado del muro, una de las mayores incógnitas del lugar. Todo era oscuridad, por lo que se acercó un poco más. Unos pocos pasos le separaban de la roca. De pronto una mano ennegrecida, seguida de un gruñido gutural, asomó por la brecha. Bárbara retrocedió dos pasos.
—¿Qué es eso? —exclamó temerosa una vecina a sus espaldas.
La figura extraña luchó por hacerse hueco en la rotura, y tras el brazo asomó una cabeza huesuda, sin cuencas oculares, y con una mandíbula exagerada, por la cual desfilaban interminables hileras de dientes afilados.
Las luces cálidas de los faros de un coche a sus espaldas iluminaron mejor la horrenda criatura. Una pesadilla materializada ante sus ojos.
—¡Salgan todos de aquí! —gritó una voz masculina desde el vehículo.
Bárbara se giró y reconoció a Simon, el candidato predilecto a la presidencia de Fronteramarga después de que el presidente hubiese desaparecido sin explicación. La gente empezó a huir despavorida, dispersándose hacia todos los lados. Bárbara era incapaz de reaccionar. Había vuelto a girarse y seguía observando cómo la extraña figura luchaba por cruzar el muro. Sus huesos cedieron en un desagradable crack mientras lograba extender unos brazos largos e imperfectos, como si los hubiesen enderezado después de haberlos retorcido en numerosas ocasiones.
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Leyendas de la frontera
TerrorEn el corazón de la Sierra Madre Occidental, en México, yace una ciudad oculta a los ojos de la Humanidad. Esta extraña población, Fronteramarga, atesora multitud de secretos por desentrañar. Varios personajes convergen en estos relatos. Unos trata...