III

52 2 0
                                    


Fëanor atraviesa el salón sin detenerse. Incluso abre las alas y cruza en raudo vuelo los metros que le separan de la puerta, violando la prohibición de los Valar de volar en el interior de la Ciudad Flotante.


Con un esfuerzo, aterriza antes de abrir la puerta y cierra las alas a su espalda, casi tratando de ocultarlas.


Fingolfin está ante la puerta-ventana. Una túnica ligera cae blandamente en torno a su cuerpo firme, sugiriendo más que cubriendo. Ajorcas de plata rodean sus tobillos y sus muñecas. Su única ala apenas se pliega antes de descansar en el piso, como muerta.



—Nolofinwë — llama el rey —. Te levantaste al fin.



Fingolfin no se voltea para verle y Fëanor avanza hasta llegar a su lado. Antes de rodearle, sus ojos van al ala exánime, recordando cuántas veces hundió su rostro entre las plumas azules y plateadas y respiró el aroma a jazmín de su hermano, deseando...


La vista de Fingolfin está fija más allá de las torres doradas de la ciudad.



—Lalwen ha dicho que en unos días podrás regresar al entrenamiento. Ha estado tranquilo estos días: parece que Morgoth se asustó por tu locura —. Una sonrisa curva la boca de Fëanor: Fingolfin no se mueve —. Unas escaramuzas en el Borde; pero Fingon y Maedhros lo resolvieron fácilmente...

—Debieron cortar las dos.



Fëanor guarda silencio, esperando no haber oído eso.


Fingolfin deja escapar un suspiro quedo y gira al fin en el lugar, lejos de su medio hermano.



—Una sola ala, ¿para qué sirve? — continúa hablando sin emoción —. Es un estorbo que no me dejará moverme en el suelo.

—Tu ala izquierda está sana. No hay por qué...

—Un estorbo. No obtendré otra para hacerle compañía. No volveré a volar. No volveré a pelear en el cielo.

—Nolofinwë...

—Quiero que la corten. Quiero que...

—Lalwen nunca...

—Hay cientos de sanadores entre nuestra gente. Lalwen es solo una más. Encontraré quien lo haga. — Gira frente a Fëanor, cruzando los brazos sobre el pecho —. Y después me iré. Al Borde. A las Tierras Exteriores.



Hasta hoy, Fëanor no sabía que el pecho podía romperse sin sangrar. Su respiración se atasca, se retuerce, quema.



—¿Me abandonarás? — le acusa en un estertor de fiera acorralada.



Fingolfin lo observa con esos ojos que contienen el azul de la noche y la plata de las estrellas, una insólita combinación de los ojos de sus padres.

Pluma y Acero. Crónicas de una Rebelión (Fanfic de El Silmarillion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora