Segunda anécdota

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Kenma, tú ya sabes una parte de la historia, pero tendré que repetirlo todo desde el principio para que nadie se pierda

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Kenma, tú ya sabes una parte de la historia, pero tendré que repetirlo todo desde el principio para que nadie se pierda. Lamento tener que aburrirte durante un par de minutos.

El primero en enamorarse de los dos fui yo. De hecho, acabé uniéndome a la preparatoria Fukuroudani solo por ver jugar a Bokuto. No sé si lo recordaréis después de tanto tiempo, pero su aura a la hora de realizar un remate es... todo lo que se espera de un ace, Desde la primera vez que lo vi marcar un punto sentí un flechazo por él. Veía en él una estrella y me esforcé tanto como pude para llegar al primer equipo rápido y ser su setter. Quería presenciar desde abajo cada uno de sus saltos y el movimiento de sus músculos al rematar... No voy a negar que a día de hoy siga siendo igual de hipnotizante, aunque ya no sea yo quien pueda observarlo desde abajo después de realizarle la colocación.

Bokuto, ¿por qué estás llorando? Ya te he dicho que no abandoné el voleibol por que te odiase.

—¡¿Cómo puedes decir esas cosas con tanta facilidad, Akaashi?! Voy a... Voy a... No; no puedo.

—Akaashi, deberías controlar tu amor frente al cabeza de chorlito. El idiota aún no lo tiene asimilado. Conmigo llora constantemente cada vez que sales tú en la conversación.

—La pareja de bros intensos.

—Kenma, no creas que por esconderte detrás de Akaashi no te escucho. ¡Ven aquí y planta cara como un hombre!

—Paso.

Kuroo, Kenma, por favor, deteneos. ¿Podrías ir a ver cómo se encuentra Bokuto? Si lo que dices es cierto, que vaya yo a por él solo lo emocionará más. Gracias por todo.

—¿Pero no acabáis de casaros hace unas semanas?

Sí, Yaku, pero supongo que aún no lo asimila... Siempre fue así. Incluso cuando comencé a practicar con él, se entusiasmaba con cualquier pase que le diera, aunque para mí fuese mediocre. Él saltaba tanto como podía y golpeaba con toda su fuerza. El ruido seco de su palma contra el balón nunca se me borrará de la memoria... Si no fuese por sus problemas anímicos, yo lo pondría dentro del top 3 de aces de Japón, muy por encima de Ushijima Wakatoshi.

A él le gustaba como setter, al entrenador también. Al final mi misión era cuidar de Bokuto...; casi fue un deseo concedido por algún dios. Recuerdo entrenar con él en cada práctica, cómo salíamos juntos a dar una vuelta una vez acabado todo y cómo encontraba en todo momento algo de lo que hablar, algo que le interesaba y algo que quisiera conocer de mí. Bokuto es así, la clase de persona incapaz de dejar a los demás de lado por su ego. Solo te observa, con esos ojos dorados brillando, y escucha con atención cada palabra que sale de tu boca, como si fuese lo más interesante del mundo. Como notaréis, no es que sea demasiado expresivo o se me den demasiado bien las palabras a pesar de la ironía de estudiar Filología, pero él nunca se desesperaba. Esperaba con una sonrisa a que yo encontrase las palabras para contestar.

Así nos hicimos amigos bastante rápido. Ya estaba enamorado de él, pero eso no me desesperó. Cada pequeño avance, cada detalle que conocía de él ya me parecía un regalo del cielo por el que debía sentirme agradecido.

—El bebé ya ha vuelto. Parece que quería escuchar la historia.

—¡Perdón por dejarte solo, Akaashi!

No te preocupes, Bokuto. Y muchas gracias de nuevo, Kuroo.

—¿Dónde te has quedado?

Antes de tu primera crisis grande.

—Oh. ¿Y puedo contarlo yo? ¡Gracias! ¡En fin! Por mucho que Akaashi lo llame "crisis", no fue para tanto. Solo me puse algo triste porque se estaba acabando el curso y no podría verlo de nuevo hasta el año siguiente. ¡Ese era un verdadero drama! Ni siquiera sé cómo pude guardármelo tanto tiempo...

»Cuando pasó todo aquello estaba estudiando en su casa, intentando quitarme los exámenes finales de encima. ¡Con él siempre es más fácil estudiar! Luego suspendí Matemáticas..., ¡pero lo demás lo aprobé! En definitiva, Akaashi es un gran profesor, así que me quedé con él varios días para salvar el curso. Pero claro, yo seguía triste porque si aprobaba no tenía más excusas para estar con él con la temporada de voleibol terminada... Él notó que me pasaba algo y me preguntó. A mí me daba vergüenza decirlo y... lloré y... dejé de saber hablar y no me entendía y me encerró en la ducha para darme con el chorro de agua fría y despejarme. Salí de allí saltando, así que algo mejoré.

No lo cuentes así, Bokuto, que me haces parecer raro. Lo que pasaba era que estaba temblando y sudaba mucho y cada vez que intentaba sacarlo al jardín para despejarse se tambaleaba. Lo que quedaba más cerca era el baño, por lo que probé suerte allí.

—Y, bueno, le confesé que tenía miedo a perderlo y demás cosas... Admito que me puse sentimental.

Bokuto, eso no fue ponerse sentimental. Me agarraste de la camiseta y me zarandeaste al grito de «No te olvides de mí». Llorabas como un niño, me dijiste que me querías y te quedaste dormido en mi regazo.

—Detalles...

Pero si lo más importante de la historia de cómo comenzamos a salir es eso: el cómo demostraste a partir de tu lado dramático que yo te importaba y que necesitabas estar a mi lado.

—Oh, mira, eso me recuerda a cierto idiota llorón que conozco bien.

—Iwa-chan, ¿quién te ha dado derecho a contar mi vida privada? Estoy escribiendo un libro con mis memorias que debe incluir contenido inédito...

—¿Y estos dos quiénes son? ¿Por qué han venido aquí?

—Oh, perdón por no presentarnos. —El joven de cabello encrespado y ojos verdes hizo una inclinación de cabeza—. Yo soy Iwaizumi Hajime y este pesado es Oikawa Tooru. Éramos del Aoba Johsai, un equipo rival del Karasuno. Sugawara me invitó a venir. Lo de este..., no sé; siempre se autoinvita a todos lados.

Oikawa abrió la boca para protestar, pero fue interrumpido.

—¡Buenos días a todos! ¡Cuánto tiempo sin veros! —La sonrisa y voz gentil de Sugawara hizo acto de presencia con la misma vivacidad de siempre. Los presentes saludaron y se quedaron contemplando que se acercaban más personas detrás del novio de este chico y exnovio de Kuroo, Daichi. No había ningún tipo de problema entre ellos y, de hecho, pensaba sentarse a su lado antes de que Oikawa se metiese en medio solo para molestarlo. Iwaizumi suspiró de fondo y palmeó la espalda del excapitán del Karasuno.

—¡Buenos días! —El recién llegado alzó los brazos para darse mayor presencia, en un intento de aumentar el impacto de su entrada, pero la bella mujer que la seguía palmeó su cabeza y le susurró algo al oído antes de saludar también. Sin duda ellos dos hacían una pareja extraña, con Tanaka sonrojándose por todo lo que saliese de los labios que tenían atemorizados a todo Japón —y a Yamamoto—.

—¡Hola a todos! —El siguiente chico apareció también con energía y codeando a su compañero para que también saludase.

—Hola...

—¡Tsukki! ¡Dichosos sean los ojos! ¿Estabas huyendo de mí, Kei...? —El tono juguetón de Kuroo provocó un escalofrío en el rubio de metro noventa. Sin duda no lo había olvidado. Codeó a Bokuto y compartieron una mirada pícara. Kenma suspiró ya esperándose el resultado.

—¡Tsukishima! ¡Cuéntanos! ¿Cómo acabaste con Yamaguchi?

—¿Y por qué tendría que contaros eso? —replicó automáticamente. ¿Es que ninguno de los que ocupaban ese restaurante había cambiado de verdad? Ni siquiera el cinismo de Tsukishima había menguado después de tantos años de amorío con el pequeñín de pecas.

—Venga, Tsukki, no seas así. Si quieres lo cuento yo y luego continuas, pero no te pongas tan borde. ¡Hoy toca celebrar!

El rubio solo suspiró y le dejó un sitio al lado de Kiyoko, sin replicar nada más, queriendo evitar a toda costa aquella conversación.

PazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora