Paz

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Cuando por fin entraron en el autobús de regreso, ya la noche caía sobre ellos

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Cuando por fin entraron en el autobús de regreso, ya la noche caía sobre ellos. Entre anécdota y anécdota el tiempo se había dilatado demasiado; los chicos como Lev, Yaku, Kageyama, Hinata, Tanaka, Nishinoya y Bokuto devoraban sin parar y pedían un plato tras otro —Kuroo no sabía cómo habían pagado todo—; en una discusión extraña que implicaba a Oikawa, Iwaizumi y Ushijima acabaron rompiendo varios platos y tuvieron que esperar por ellos ya que les ordenaron limpiar el estropicio; y, para terminar, Akaashi y Kenma no dejaban de charlar incluso después de tantas horas juntos. Kuroo había aprovechado el tiempo lanzándose un par de burlas con Daichi, fichando el número de Oikawa para posibles fechorías y molestando a Tsukishima cada vez que Yamaguchi se pegaba a él.

Aquello era mejor que nada, pero Bokuto se había tenido que ir porque lo llamaron del cuerpo de bomberos en el que trabajaba en verano para compensar su carrera deportiva en ciernes. Ni siquiera tenía su mejor carta para pasar el tiempo ahora que todos se habían marchado y se sentía extraño en medio de la complicidad y serenidad de los dos antiguos setters.

Los dueños del restaurante se habían enfadado con ellos, por lo que toda aquella conversación se había llevado a cabo apoyados en el cristal del local. Kuroo había preferido entretenerse con el móvil o quedarse mirando a los viandantes e imaginarse cómo serían sus vidas. Por suerte aquello no había durado mucho.

—Kuroo, te has quedado muy callado desde que no tienes público. ¿Demasiada energía gastada?

—No; solo me tomo las cosas con calma.

—¿Entonces estás en paz con el mundo?

—Qué hippie ha sonado eso, Kenma —se burló agitando una mano entre ellos—. No lo estoy aún, pero tengo confianza en conseguirlo pronto. Este año acabaré la carrera y tengo expectativas con el máster.

—¿Quién pensaría que alguien como tú podría ir a la universidad y tener tan buenas notas?

—¡Oye! Si tengo motivación puedo sacar todo adelante.

—¿Y de dónde viene esa motivación?

El cabello negro de Kuroo tapaba el lado de su cara que estaba más cerca de su acompañante, pero no necesitaba verlo siquiera para saber que estaba con los ojos cerrados, una leve sonrisa y la mandíbula relajada.

—El tiempo nos cambia a todos. Como tú mismo has dicho, aunque parezcamos los mismos por fuera, ya no somos esos chiquillos de preparatoria. Ahora tengo energía para mantener el ritmo, confianza para arriesgarme con los trabajos más complicados y calma para sobrellevar la situación.

El vehículo se detuvo en su parada y bajaron con rapidez en cuanto se abrieron las puertas. La noche ya había llegado a su barrio y las farolas eran lo único que marcaba el camino hasta sus residencias, junto con algún grupo de mosquitos que viajaban de luz en luz persiguiendo el calor de sus cuerpos y sangre.

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