Capítulo 3

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CENA DE LOS SÁBADOS

Heather


Con toda la resignación y sin tener alguna otra excusa para evitar asistir a la cena de los sábados, abro la puerta de la casa de mis padres para encontrarme con el pulcro vestíbulo, que se encuentra vacío. Dejo mi bolso en la mesa del recibidor, solo porque sé lo mucho que eso le molesta a mi madre, y lo primero que hago es ir a la cocina, en busca de alguien que es muy especial para mí y a la que considero como mi mamá.

Mi nana.

No sé qué haría sin ella; siempre ha estado para mí sin importar qué, me ha escuchado y me ha dado los consejos que se supone que mi madre debía brindarme. Estuvo conmigo en los días que lloré sin cesar porque me había dado cuenta de lo insensible e idiota que había sido durante mi temprana adolescencia, e hizo todo lo posible por convencerme de que todos cometemos errores, pero que no todos somos capaces de aceptarlos. Me llevaba de paseo cuando mi madre estaba más enfocada en las reuniones de la sociedad que en la vida que llevaban sus hijos. Mi nana simplemente ha volcado su vida en cuidar de Thiago y de mí desde que éramos unos bebés; ella es todo lo que siempre he soñado en una mamá, por eso la considero como tal.

La cocina huele espectacular y hay un festín de comida sobre la encimera. Caminando de puntillas llego hasta ella y tomo una uva, pero esta se cae de mi agarre cuando me han dado un manotazo y han hecho que el lugar donde he recibido el golpecito escuece.

—Te he dicho que no toques mi comida —me reprende, aunque ambas sabemos de que solo lo hace en broma.

—¡Nana! —chillo y la abrazo.

Ella es de estatura baja, por lo que siempre es un completo deleite envolverla en un abrazo y apapacharla.

—Temía que no vinieras y te buscaras otro problema con tus papás.

Resoplo y el mechón de cabello que se ha colado por mi rostro se levanta; mi nana sonríe y lo lleva tras de mi oreja.

—De hecho, no quería hacerlo, pero ya he acabado con todas mis excusas y mi madre prácticamente me gritó que debía estar aquí. ¿Sabes por qué?

Está a punto de contestar cuando escuchamos el sonido del golpe de unos tacones que se acercan a nosotras y el sonido de las puertas de vaivén nos alertan de que probablemente mi madre esté detrás de nosotras, por lo que no decimos palabra alguna.

—Imaginé que estarías aquí. —Su característico tono frío marca cada palabra y la hace sonar extremadamente educada.

Me giro hacia ella; viste un vestido negro a su medida, el cual llega hasta debajo de su rodilla, un bonito collar con sus aretes a juego y unos tacones demasiados altos para una simple cena familiar.

—Hola, madre.

—Hola. —Finalmente contesta y se acerca a mí, me da un beso en cada una de mis mejillas, por lo que ruedo mis ojos para asegurarme de que no me verá—. Nunca lograré que saludes primero a tu madre, ¿no es así?

Frunzo mis labios y me alejo un poco.

—No empieces con eso, por favor.

—Claro. Larissa, asegúrate de que todo esté listo —ordena—. En un momento Joseph estará aquí con nuestro invitado.

—Por supuesto, señora.

—¿Invitado? —pregunto curiosa.

Mi madre me sonríe y arregla mi cabello.

—Una coleta te hubiera quedado mejor —comenta en un tono desaprobatorio—. Es mucho más elegante que andar con el cabello suelto.

—Será la próxima.

Adorable Perdición (Disponible en las principales plataformas digitales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora