Ashton, desde sus diez años de edad, había tenido pesadillas a causa de un incidente que no debió haber vivido, ni presenciado. Un día, a altas horas de la noche, dos hombres ingresaron a su casa. Sólo se encontraba con su padre, éste se percató e inmediatamente le ordenó esconderse bajo la cama. Los dos hombres agarraron a su padre de los hombros, le estrellaron un jarrón en su cabeza y quedó inconsciente. Un disparo. Dos. Todos en la sien. Motivo suficiente para acabar con su vida. Ashton callaba sus sollozos con una almohada y permanecía en estado de shock. Era incapaz de moverse y de articular palabra. Los vecinos al escuchar tal alboroto llamaron de inmediato a la policía. Sacaron fotografías, un par de horas después llegaron los forenses a cumplir su labor. Buscaban los casquillos del arma pero no daban con ellos. Tal parece que fueron lo bastante precavidos como parar recogerlos. Pero eso no importaba, las balas seguían incrustadas en su sien. Y habian huellas dactilares en lo que quedó del jarrón. Ashton había quedado inconsciente bajo la cama, y no le hallaron hasta que los forenses seguían buscando los casquillos. Hicieron una llamada rápidamente y en unos minutos ya tenían a Ashton en el hospital. Su madre jamás reveló emoción alguna. Tenía la frialdad en los huesos, toda su vida había sido así. Su primer intento de suicidio fue cuatro meses después de lo sucedido. Le internaron en un hospital mental por tres semanas en el segundo, y el tercero, bueno. Lo había llevado a cabo hace poco. Por eso se encontraba allí.
—Ashton, ¿olvidaste tomar tus medicinas? —preguntó una de las enfermeras al verlo teniendo un ataque de pánico. Las palabras se negaban a salir de su boca.
La enfermera llamó rápidamente a uno de los psiquiatras que trabajan allí. Le ingresaron a hospitalización y le dejaron allí un par de horas.
•••
—Sky, ¡Preparate! ¡Hoy irás a visitar a tus amigos del pabellón psiquiátrico!
—¿Amigos? —preguntó, haciendo caso omiso de las voces en su interior.
—Si, cielo. En unos minutos vamos. Aguarda aquí mientras traigo tu medicina —salió disparado y Sky le perdió de vista.
Su madrastra tomó su brazo y le pellizco fuertemente, Sky ahogó un gemido.
—Perra loca, tu padre te dejará allí encerrada y entonces, ya no serás un impedimento en nuestras vidas.
Sky corrió hacia su habitación y se encerró.
«No puedo aguantar ésta presión» pensó para si misma.
+No hace falta que la aguantes —dijo una de sus voces.
—Tengo ganas de acabar con todo. Sólo arruino sus vidas. Esto solo atrasa los problemas.
+Pues acaba cuanto antes. Hazlo. Echale un par de cojones. No seas cobarde. Han perturbado tu inocencia, a decir verdad haz aguantado mucho.
Sky comenzó a golpear su cabeza frenéticamente tratando de callar sus voces.
—Sky, toma tus medicinas —dijo su padre y le pasó cuatro frascos.
—Está bien papá.
Sky tomó un bote de pastillas y comenzó a tomarlas. Dos. Seis. Diez. Veintidós en total. Lloraba sin control y temblaba exageradamente. Trató de disimularlo frente a su padre mientras la llevaban, y le dejaron allí. Una enfermera fue a checar su estado e inmediatamente se percató de que estaba teniendo una sobredosis. La llevaron rápidamente en la camilla e introducieron un tubo por su nariz hasta su garganta. Pasaban un montón de líquidos por el tubo para hacerla vomitar hasta que finalmente limpiaron por completo el rastro de las pastillas de su organismo. Pasaron dos días y la volvieron a llevar a su cuarto. Su padre, de manera justa, fue informado de la situación, pero no fue nunca a verla.
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Esquizofrenia. {Ashton Irwin}
Fanfic«—¿Oye voces ahora? —quiso saber. +¡Dile que no! —No. —¿No? —No. +¡Dile que no sabes de qué está hablando! ¡Dile que nunca has oído ninguna voz! —No sé a qué se refiere con eso de las voces —aseguró.» John Katzenbach.