4. Scars.

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Dos hombres de baja estatura se incorporaron en la habitación de Sky. Ella yacía plácidamente en un sillón color beige con la mirada perdida. Después de unos segundos, una mujer de unos veinticinco años se dirigió hasta Sky.

— ¡Buen día, cariño! En media hora tu padre vendrá por ti.

Sky le dedicó una mirada llena de confusión. Los dos hombres tomaron de los brazos a Sky y la sentaron en una silla de ruedas. La misma mujer que había estado con ella previamente se encargó de asearla. Cuando finalmente estuvo lista, la dejaron irse por su cuenta. Su padre la esperaba en la entrada del hospital mental. Una gran puerta blanca los separaba, pero él en un santiamén la envolvió entre sus brazos. Su padre la intentó animar, pero no emitió emoción alguna. Sin embargo, no se rindió y continuó haciéndole preguntas al azar y hablando de diferentes temas.

—Tu tía Lilly está en casa justo ahora. No puedo describir la alegría que desprende al saber que te verá nuevamente. Es verdaderamente contagiosa. Te hemos extrañado mucho estos días, Sky.

—Claro que ha de estarlo —respondió Sky, mirando con desconfianza hacia su padre—.

Él soltó un suspiro, probablemente ya cansado. Tendría que llevar a Sky a terapias cuatro días por semana. Y también suministrarle sus medicamentos, sin excepción alguna. Sky recordó vagamente al chico de los ojos verdes, y las lágrimas comenzaron a desprenderse una por una, bajando sin cesar por sus mejillas. Sintió como si se le quebraran los huesos, todos a la vez y una gran quemazón en el pecho, dentro de ella. En lo más profundo. Un par de imágenes pasaron por su mente, de ella y Ashton. Él estaba, aparentemente, golpeándola sin piedad.

— ¡Me está lastimando! ¡Todos lo harán! —decía entre sollozos mientras se retorcía en los brazos de su padre.

—Calma, Sky. Todo irá bien, cariño. Nadie te hará daño, te quiero.

— ¿Me quieres? ¿Para qué? Sé muy bien cuáles son tus intenciones. Planeas intentar de convencerme para trabajar contigo y al final acabarás con mi familia. De ninguna manera permitiré que eso suceda. ¡Aléjate!

—Sky, por favor escucha —dijo con un tono sereno. La envolvió en sus brazos y besó su frente—No quiero dañarte. Soy tu padre.

—Es mentira. Mi padre no traicionaría a mi madre. No me haría daño. Simplemente no —hizo una corta pausa—. ¡Trabajas con el chico de los ojos verdes! Lo sabía.

Sky comenzó a reír frenéticamente mientras lloraba. Los conductores que iban atrás de ellos estaban ya exasperados por la espera. Sky comenzó a darle golpazos a su padre en el pecho para que se alejara. Y sin previo aviso, su mano chocó contra la mejilla de su hija, provocando que ella permaneciera petrificada en el auto. El señor McCarthy ignoró el dolor que le provocó a su hija, y continuó su camino. Sky empezó a idear un "plan" para mantenerse alejada de quienes le querían hacer daño.  Aguardó a que llegaran, y en el momento en que su padre abrió la puerta, una aguja se plantó en su cuello de forma casi inmediata. Pero esta vez no la durmió. Su padre la tomó entre sus brazos, la llevó adentro y la dejó en un sillón. Lilly se acercó rápidamente a ella y se sentó a su lado.

— ¿Cómo ha ido tu día, dulzura?

—Paren de hablarme como si fuera un cachorro indefenso.

—Ni se te oc... —estuvo a punto de protestar, pero fue interrumpida por el señor McCarthy.

Sky le miró con desprecio, y se dedicó a jugar con sus dedos. Escuchaba la discusión de sus familiares a unos pocos metros de ella, pero no le molestó porque todo le sonaba distorsionado.

— ¡Estoy harta de que ella sea tu prioridad!  

—Bien, ¿qué esperabas? Es mi hija.

—Es un demonio. Un monstruo que no tiene control. Entiéndelo de una vez. Deberías dejarla encerraba en ese maldito hospital psiquiátrico de una vez por todas.

—No cometeré ese error de nuevo. Sabes que no.

(…)

Ashton estaba cansado de estar encerrado entre cuatro paredes. No había visto a Sky desde que observó que dos enfermeros se la llevaban. “Sé que las cosas se ponen peor antes de mejorar porque eso dice mi psiquiatra, pero este «peor» me resulta demasiado grande." leyó, para después tomar un descanso y mirar con antipatía a todas las personas que habían a su alrededor. Su madre había preferido dejarlo internado e irse con su esposo, que permanecer con él. Tras el tercer intento de suicidio y ningún rastro de preocupación en su madre, decidió que ella estaba, oficialmente, muerta para él. Estaba por su cuenta. Siempre lo había estado. Y así sería siempre.

—Buen día, cariño. En una hora pasa Garret por ti para llevarte a la terapia. Espero que no ocurra lo de la ultima vez, ¿eh?

—No soy un niño, ¿sabes? Odio que me hablen como si fuera tal. O peor aún, como si fuera un jodido cachorro.

—Cálmate, cariño. Es mi trabajo.

—Exactamente. No les importa una mierda, sólo fingen hacerlo.

—Pero que arrogante y malcriado eres, joven.

—No les gusta que les mientan pero si les dicen las cosas como se piensan se enfadan .

La mujer se llevó una mano a la boca, y Ashton comenzó a reírse sin parar. Se alejó de ella y sentó en el frío suelo. Miró sus brazos, llenos de cicatrices. No quería que le hicieran daño nunca más.

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Esquizofrenia. {Ashton Irwin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora