VI

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Mi reacción no se hizo esperar, sentí la ebullición y expulsé todo mi libido arqueando mi cuello en un vago intento por respirar. Desahogado, inundé mis pantalones coartado por el sofoco que me producía el bloqueo del aire. Su aliento golpeaba mi cara y entonces, comprendí con horror lo que estaba sucediendo. Ciñó con tanta fuerza sus dedos que sentí la opresión de la circulación congestionando mi cara.  Pronto vendrían los inminentes efectos de un mareo, pero no podía desmayarme, sería mi fin. Intentaba no rendirme y mantener los ojos abiertos aún enturbiados por la pasión de escasos segundos atrás e intenté apartarla de mí pero no tenía fuerzas, las había gastado todas al eyacular. Daba torpes intentos con los brazos pero lo único que conseguía eran los aspavientos de un anciano octogenario intentando espantar las moscas. Caí de espaldas al suelo con todo el peso de su cuerpo y la ví perfectamente: Envuelta en la marea de sus brunos cabellos me estrangulaba sin emoción alguna, y algo de mí se escapaba hacia el pozo sin fondo de sus ojos metálicos.  Mis dedos esgrimían en el aire intentando alcanzarla y luchando por una bocanada de aire toda mi vida pasó por mis ojos. Todo comenzó a desdibujarse a su alrededor como una cinta de horror en la que solo ella permanecía inalterable. Sentí desfallecer.

                                                                                                ...

El sonido del megáfono me sobresaltó. Una gota de sudor discurría por mi sien. Estaba sofocado y tenía el rostro y el cuello empapado. El olor a desinfectante y anestesia impregnaba el ambiente hasta el punto de darme arcadas.

Me volqué para vomitar y al tener la vista en el suelo contemplé una laguna dibujada en la bragueta de mi pantalón. Estaba húmeda y viscosa, al igual que mis calzoncillos... y caliente

Estaba desorientado, en un momento me encontraba siendo follado a muerte por la mujer del puro y ahora me encontraba en lo que parecía ser una sala de hospital. Al frente se extendía un pasillo que desafiaba la vulnerabilidad de la madurez que siempre se esperó de mí y nunca floreció.

Una figura se aproximaba por el pasillo. Al ver el vuelo de su bata blanca y unos pantalones verde turquesa asomarse hizo que se encogiera mi estómago en un nudo y sentí que me vaciaba por un desagüe.

Llegó hasta a mí, lo supe porque me intimidó el color de sus pantalones de cirujano . No levanté la vista, seguro que tendría la típica cara de un hombre realizado por su trabajo, comprimida en una expresión mecanizada por haber repetido lo mismo tantas veces como arrugas tendría en ella.

-Enhorabuena, es usted padre de trillizos.-



Continuará ~~

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