Seis.

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— Chuuya-san es malo conmigo

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— Chuuya-san es malo conmigo.

Aquella tarde nublada de sábado, Chuuya tuvo su bien merecido día de descanso que no muchas veces podía tomarse a la ligera, y aunque visitó aquel parque donde conoció Rina para pensar en la situación y relajarse de alguna manera, tampoco la estaba llevando fácil.

— ¿Qué debería hacer? — se preguntó a sí mismo.

Afortunadamente el lugar verde se encontraba vacío, por lo que Chuuya no estaba atento a las miradas que siempre atraía por su peculiar aspecto y por supuesto, belleza. De esta manera, pensó le sería un poco menos complicado tomarse en serio el tema acerca de Ishihara Rina.

¿Por qué pensaba tanto? ¿Por qué se estaba tardando tanto en tomar lo que aparentemente era una desición? Ya iban a dar las dos, tenía que apresurarse o el ramo de flores con distintas de ellas en color naranja, iba a estropearse.

— ¡Ahhhh! ¡Maldición! — se quejó en alto pareciendo un demente sin casa.

El ojiazul no conocía exactamente lo que era enamorarse, sin embargo, trataba de convencerse de que lo que sentía por Rina estaba nada lejos de aquello. ¿Qué otra respuesta había? Incluso preguntó a Hirtosu, el Lagarto negro de la mafia; el hombre ya había vivido más que él mismo, así que pensó, obtendría la respuesta correcta, pero está había estado muy lejos de su razonamiento...

Lástima.

"Lo que tú sientes por la señorita es lastima, Chuuya-kun". Había respondido en total calma y el muchacho había agradecido, antes de ir arriesgar su vida en el trabajo nuevamente.

— Tal vez... Hirotsu-san tiene razón — se dijo en voz alta.

Debido a esto, entonces supuso enseguida que no habría nada de que preocuparse. Iría a visitarle para el té como lo había hecho los últimos días después de enterarse acerca de su enfermedad. La pasaría bien entre plática y plática, y por último, él terminaría por volver al edificio de la Port Mafia. Nada había cambiado. ¡Perfecto!

Retomó su camino antes de que otro pendiente se le atravesara.

— ¡Chuuya-san! — escuchó el grito cuando estuvo nuevamente de pie sobre la barda.

— ¿Qué estás haciendo? Te vas a lastimar — pero esté regaño enseguida cuando le vió saliendo de la puerta trasera de la casa. Llevaba cajas encima de lo que al parecer eran juegos de mesa.

Bajo entonces de la barda y con su habilidad dejó el ramo de flores levitando. Se acercó hasta ella y le ayudó con sus manos.

— No era necesario, son solo pasos hasta el quiosco — ella se quejó haciendo un puchero.

El Nakahara río suave avanzado, no obstante, cuando ya no le vió al rostro, puso una mueca rara en el suyo.
Rina tenía razón, solo eran unos pasos y las cajas no pesaban casi nada, solo estaban apiladas y aparentaban sobre ello, además, otras veces también le había visto hacer esfuerzo físico...

¿Realmente le tenía lástima? Vaya que algo si había cambiado en su relación.

— ¿Otras flores? ¿Planeas llenar mi habitación de ellas? — contenta por el detalle del muchacho, las tomó entre sus manos en forma de abrazo cuando estás se acercaron hasta ella como por arte de magia. Siempre hacía lo mismo y al muchacho le encantaba lo feliz que le hacían ese tipo de detalles.

— Exactamente. Luego no podrás ni siquiera ocupar tú cama. ¡Todo un plan maestro! — se burló dejando los juegos sobre la mesa del quiosco.

— Chuuya-san es malo conmigo — haciendo nuevamente un puchero, se movió de un lado a otro, provocando que algunos tallos de las flores cayeran al suelo, cosa que el mafioso, miró en cámara lenta.

— ¿Quién lo diría? Chuuya-kun escapa del trabajo y gusta sus días libres con una bella princesa. ¿Dónde quedó tú honorable comportamiento? — una voz más se unió en aquel jardín. Una voz burlona, llena de hipocresía y maldad oculta.

Chuuya apretó los dientes y se molestó al ver a dicho personaje sentando en la cima de barda a manera de indio, en cambio, caso contrario, Rina sonrió con emoción al ver al sujeto de traje negro y vendas en la cara. Lo primero que pensó era que se veía bastante genial con esa aura de chico misterioso.

— Dazai, bastardo, me seguiste... — se quejó el pelinaranja en un susurro.

— Ah, Dazai-san — pero ella le escuchó, exactamente el nombre para dirigirse al mafioso — ¿Eres amigo de Chuuya-san?

— Íntimos amigos, señorita — el vendado presumió con una sonrisa digna de admirar.

— Baje entonces a tomar el té con nosotros. Le va a encatar y me haría un gran honor — le pidió emocionada de tener a alguien más en la mesa.

— No, no, Dazai-san tiene trabajo que hacer el día de hoy. No creo que pueda acompañarnos... — Chuuya casi le interrumpió nervioso.

— Estás equivocado, querido amigo, estoy libre. Me encantaría tomar el té en su compañía, bella dama — y Dazai si interrumpio, tan confiado y molestandolo a mil por ciento con solo unas palabras.

No mintió, Osamu puso los pies en el jardín segundos más tarde y de acercó hasta la joven para tomarle de las manos como un caballero y besar el dorso de las dos. La señorita del vestido entonces se sonrojó por tan inesperada acción, que soltó las flores del Nakahara involuntariamente.

— Oh, qué hermoso detalle, Chuuya-kun, también creo que las princesas merecen ser adornadas con miles de bellas flores que resalten la inocencia que les caracteriza — halagó el detalle de su amigo recogiendo las flores para volver a ponerlas en las manos de la joven.

En los siguientes minutos, los tres se sentaron a la mesa y Rina, con movimientos refinados, sirvió el té. Por supuesto que había unos más contentos que otros, y Chuuya estando en el último lugar de la lista, pronto sonrió cuando observó al castaño llevarse la taza hasta su boca.

— ¿Y bien? — Rina preguntó cuando bajó la porcelana.

El ojiazul quiso preguntar lo mismo, pero lo soporto y solo miro el gesto amargo de su compañero, todo de reojo.

— He probado cosas peores —  aceptó este cuando los vio a los dos esperar respuesta de igual manera.

— ¡Excelente! Dazai-san nos puede seguir el paso, Chuuya-kun.

Las intenciones del mafioso de las vendas eran bien sabidas por el mafioso del sombrero. Por mucho que estuviera siendo amable, no podía bajar la guardia, no obstante, al final, terminó mintiendo ante Rina acerca de como se habían conocidos los dos, cual era su relación y acerca de su trabajo.

Ahora nuestro pelinaranja se sentía fatal de haber mentido a Rina; antes podía justificarse diciéndose a sí mismo que no era mentira si ella no había preguntado, pero ahora...

Dazai Osamu le había complicado un poco la situación.

Kanashimi / Nakahara Chuuya 🍷.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora