“Te deseo”
Fueron las únicas palabras que Matsuoka dejó salir de sus labios, antes de que su lengua comenzara a pasearse por la oreja del aturdido Nanase, quien seguía buscando deshacerse de aquel agarre que presionaba sus muñecas. Aquella frase parecía justificar la situación, pero el acorralado delfín no sentía lo mismo.
-R-Rin… ¿qúe…qué haces…? –la intención de su pregunta no era más que la de distraer al pelirrojo, tratando de que cesara aquellas lamidas, que en cuestión de segundos se habían desplazado a su cuello, siendo alternadas por pequeños y suaves mordiscos.
La humedad de la boca de Matsuoka era sustituida por su cálido aliento, que se fundía sobre su piel, haciendo que el ojiazul dejara escapar un jadeo, un jadeo que llevaba luchando por salir más tiempo del que el escualo pudiera imaginar, y que por desgracia para uno y por suerte para el otro, había sido escuchado. Como consecuencia, las lamidas descendieron hasta una de sus clavículas, haciendo que Haruka cerrara los ojos. Además de sus párpados apretados, sus labios buscaban impedir que cualquier sonido saliera de su boca, cualquier sonido que delatara lo realmente inofensivo que se encontraba. Pero aquello no hacía más que tentar a Rin, quien tenía una de las rodillas entre las piernas ajenas, la cual comenzó a subir para apretar su sexo. Al instante, los músculos de Nanase se tensaron, y sus párpados dejaron que su mirada se clavara en aquella rodilla, desatendiendo la guardia y permitiendo así que otros tantos jadeos más fluyeran de su boca, siendo esto música para los oídos del mayor.
-R-Rin… respóndeme… - sus ojos azules comenzaban a temblar y de la misma forma a escocer. Estaba asustado, asustado de las intenciones de Rin que, por muy claras que fueran, no parecían tener motivos.- ah… tu rodilla… se está clavando… deberías qui-quitarla…
-Debería… -la presión sobre su entrepierna no hizo más que aumentar tras aquellas palabras.
-¡Gah…! – Nanase retorcía los dedos de los pies, incapaz de luchar ante aquel deseo viviente que parecía alimentarse de sus quejidos.
Entonces, la mirada carmesí se posó sobre la ajena. Haruka se veía realmente apetitoso. Su rostro emanaba cierto calor, y sus ojos parecían estar a punto de llorar, pero… ¿por qué? No le estaba haciendo daño… no por el momento.
De forma repentina, los dedos de Matsuoka liberaron aquellas muñecas, más la respuesta del jadeante joven no fue otra que permanecer inmóvil sobre el suelo, dejando aquellos brazos posados sobre el mismo y su mirada sobre los labios ajenos, entreabriendo la boca, dejando asomar el extremo de su lengua.
Fue la gota que colmó el vaso.
Aquella imagen no hacía más que excitarle, pues parecía rogar que acabara con lo que había empezado. Además, una clara erección luchaba contra su rodilla, signo claro de que su cuerpo respondía.
-Rin… me duele… -rápidamente, el pelirrojo retrocedió la articulación, dejando libre de cualquier presión a su entrepierna, cualquier presión excepto la propia que estaba sufriendo.
El ojiazul se encontraba confuso. Deseaba que su compañero hiciera “cosas de pareja” con aquella erección, pero por otra parte tenía miedo. Nunca se había sentido así, tan caliente, y no precisamente por la temperatura exterior, y si alguna vez tuvo una erección, no había sido en presencia de nadie excepto de “Agua-senpai”
-Idiota… no lo digas así… - Matsuoka comenzaba a frustrarse. No esperaba aquellas muecas sobre la cara del menor, que, sin duda, no se borrarían de su mente.
-Es tu culpa…
La erección del escualo también hacía acto de presencia, pero sabía que bajarla no sería tan fácil como el modo en el que había subido.
Por fin, decide qué hacer, comenzando por desnudar el tronco inferior ajeno, permaneciendo únicamente sus bóxers, presentando en aquel momento una bonita tienda de campaña.
-¡Espera! –los movimientos de Rin solo llevaban a un propósito, con el cual no estaba de acuerdo el contrario.
-Tranquilo… no voy a meterla… -su cuerpo descendió hasta colocarse por completo entre las piernas, posando las manos sobre su ingle, separando así sus piernas.
Un suspiro escapó de los labios de Haruka. Realmente se sentía avergonzado, pues era la primera vez que alguien le veía en aquel estado, y la primera vez que sería “ayudado”. Desde siempre sus genitales habían sido solo suyos, y ver cómo Matsuoka deslizaba la lengua sobre aquel lugar, a pesar de estar cubierto por la tela de su ropa interior, era demasiado placentero como para dejarlo olvidado en un rincón.
-Ah… ngh… -aquellos ojos azules perdían su color a causa del placer que le estaba proporcionando, tornandose y cediendo ante todas y cada una de las húmedas pasadas.
El chico llevó las manos a aquellas hebras rojas, sujetando con firmeza algunos mechones, enderezándose para poder observar las maravillas que era capaz de hacer únicamente con la lengua, imaginándose todo lo que podría hacer entonces con la boca al completo. Ya ni se esforzaba en silenciar los sonidos que se adueñaban de la situación, acoplándose esta vez numerosos y agudos gemidos, que fluían al ritmo de las lamidas. Por su parte, Rin parecía disfrutar de aquello, pues realmente había conseguido lo que deseaba, y de una forma más que sencilla.
-Oi, ¿ya te has mojado? –una sonrisa burlona se restregaba contra la erección, robando de la garganta del moreno otros tantos gemidos.
El líquido pre seminal había empapado la tela, haciéndole sentir algo incómodo, siendo este hecho obvio ante los intentos de Haruka de hacer que destapara aquella zona.
-Rin… no uses tus dientes… -cierto, el temor de Nanase era quedarse sin virilidad por culpa de aquella sierra que hacía las veces de dientes en el escualo.
-Idiota, se cómo se hace.
-¿Lo has hecho antes?
Una mirada curiosa hizo enrojecer al pelirrojo, pues no es que lo hubiera hecho precisamente. La clave había sido los videos indecentes que el aparente inocente de Nitori guardaba bajo el colchón y que, un día, habían sido descubiertos pero reproducidos sin queja alguna, algo que, obviamente, no le haría saber a Haruka.
-Solo cállate y mira…