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Las mil y una lecciones de la muerte y lo que dejá.

Los días posteriores fueron peor que horribles.

Kakashi ya no estaba en este mundo pero el mundo no dejaba de girar, la guerra no dejaba de avanzar.

Konoha se reuso a volver a aquella cueva derrumbada por el cuerpo, era mucho riesgo para recuperarlo. Enterraron un ataúd vacío. Varios compañeros de la academia se presentaron e incluso el Hokage estuvo unos minutos, antes de volver a su oficina para preparar estrategias para la guerra.

Kakashi no tenía familia pero dejo un testamento, la mitad de la "fortuna" del clan Hatake iría para el orfanato y la otra mitad se la heredó a sus fieles compañeros, sus ninken.

Kushina quien parecía ser la más fuerte se derrumbó en la cocina del pequeño departamento, sosteniendo con fuerza el recetario que heredó del menor. Minato corrió hacia ella y la abrazo mientras lloraba en el suelo. Rin los dejo solos y se dirigió a empacar las pertenencias de su amigo que se encontraban en la recámara principal. Abrió cajones y organizo todo tal y como decía en el testamento.

Caridad, basura, vender.

Pero cuando abrió el último cajón hacia la derecha de su escritorio, las lágrimas salieron y cubrió su boca reprimiendo un grito desgarrador.

En ese cajón habían tres fotos. La primera era una de su padre y el, fue la que hizo que Rin se agrietara... Con cuidado la saco dándose cuenta de las otras fotografías... La segunda era de una mujer, muy hermosa con cabello largo morado y pecas en su rostro... La castaña supuso que se trataba de su madre... Y la última... La última hizo que Rin retrocediera y se sentará en la cama...

Era la foto grupal...

Ella recordaba ese día. No fue un buen día, Óbito y Kakashi discutieron por la puntualidad del Uchiha, fue la primera vez que pasaron el límite de las palabras y pasaron a lo físico...

Rin tomo con fuerza la foto y la abrazó... Mientras sollozaba en silenció en la habitación de su difunto compañero...

El día que el equipo Minato se organizó para empacar las cosas del menor... Óbito no pudo levantarse de la cama. Simplemente su cuerpo no respondió... Se quedó recostado de lado, en posición fetal mirando un punto en la pared, recordando una y otra vez los hechos en su cabeza...

Al parecer el Sharingan es como una cámara de video que no se detiene aunque lo pidas por favor.

Las lágrimas ya no caían, estaba completamente secó. Ese día sentía que si se quedaba lo suficiente en cama, Kakashi aparecería de la nada golpeándolo por llegar tarde al entrenamiento sin embargo... Por más que espero y que vio que el reloj se movía junto con las horas... El peliplata nunca llegó a darle su merecido.

La noche cayó y el seguía sin poder moverse. El sol se alzó de nuevo y el bien podía imaginar a Kakashi con los brazos cruzados viéndolo con desaprobación en el campo de entrenamiento.

Ni los pequeños golpes en la puerta hizo que se moviera, la puerta se abrió pero tampoco hizo caso alguno.

- Óbito... Namikaze-Sama está en la puerta - dijo su vieja abuela desde la puerta.

- No quiero ver a nadie Oba-Chan - se limitó a decir sin siquiera verla.

La anciana vio con angustia a su nieto y después se fue a la puerta principal para verse con el rubio maestro.

El sol comenzó a descender y el cielo se volvió en un tono más anaranjado.

- Llegas tarde

La Última PromesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora