➳𝙲𝚑𝚊𝚙𝚝𝚎𝚛 𝚜𝚎𝚟𝚎𝚗

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                               Cuando María despertó al día siguiente, una felicidad enorme la embargo, al mismo tiempo que sintió el impulso de matar a alguien cuando vio su reflejo en el espejo.

Con una arrechera incontrolable, y con unas ganas inmensas de matar a alguien, camino de nuevo hacia la cama y en el camino tomo la escoba entre sus manos.

—¡Miren estúpidos de mierda! ¿¡Quien coño 'e la madre me rayo!?—Fue lo que grito, mientras los golpeaba con el palo para despertarlos.

—¡Mira maldita! ¡Deja tu agresividad!—Le devolvió el grito Gustavo.

Mientras Samuel yacía medio muerto y medio vivo en el suelo.

—Me van diciendo quien me rayo la cara, porque o sino en vez de un muerto van a haber dos—Inmediatamente Gustavo apunto a Samuel de forma acusatoria, mientras el contrario hacia lo mismo.

María, resignándose de que ninguno confesaría, respiro y contó hasta 10, para calmar al demonio que llevaba dentro.

Les dio la espalda y camino al baño, para lavarse la cara.

Después de que salió, encontró a Samuel tirado en su cama mientras usaba su teléfono, y a Gustavo haciendo lo mismo que el pero en un puf que se encontraba en la esquina.

Pasó de ellos y se fue a la cocina, en la cual llevándose por su anterior arrechera, solo cocino para ella.

—Mira estúpida, ¿Y mi comida?—Pregunto Samuel al solo ver un plato de comida en la mesa.

El cuál era el que estaba comiendo ella.

—Ah, yo no sé—Se hizo la desentendida.

—Sí, yo no sé, hazte la Willy—Le digo su hermano.

—Epa mi pana, ¿Y la comida?—Dijo Gustavo mientras entraba.

—La loca esta todavía carga la arrechera encima, y no nos cocinó—Dijo Samuel.

—Verga, ¿Y ustedes creen que lo que me hicieron es poco? De vaina y no largo la jeta fregándomela—Se defendió María.

—¿Y por eso vas a agarrar una rabia así? Nosotros nos morimos de hambre puro porque no te gusta que te rayen la cara—Samuel dijo.

—Suficiente tengo con la dignidad rayada, para que quieran venir ustedes de arrechos a rayarme el cuerpo también—Dijo ella para posteriormente salir de la cocina.

María escucho como se abría la puerta de entrada y después era cerrada estrepitosamente.

Oh, sí tenían hambre.

(...)

—¿Y cuándo nos vemos?—Pregunto Moisés a través de la línea telefónica.

—No sé, dentro de un rato cuadramos pa' salir por ahí. Por los momentos estoy ocupada.

Claro, ocupada en elegir qué tipo de helado es mejor para comer con torta.

Porque la regla le había bajado, y le daban unos ataques cuando comía frio, así que estaba aprovechando que todavía no le venían los cólicos para comer helado.

Un rato después, cuando el helado se había acabado, la casa estaba limpia, y los cólicos habían empezado. María se encontraba en su cuarto, envuelta en varias sabanas, y temblando de los dolores tan fuertes que tenía, que aunque no tenía fiebre, le daban frió como si así fuera.

𝓘𝓷𝓭𝓲𝓯𝓯𝓮𝓻𝓮𝓷𝓽•|𝓜𝓲𝓬𝓻𝓸 𝓣𝓓𝓗|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora