➳𝙲𝚑𝚊𝚙𝚝𝚎𝚛 𝚎𝚒𝚐𝚑𝚝

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                              —¿Todavía te duele? —Pregunto Fernando.

Quien se encontraba caminando de un lado a otro desesperado al no haber tratado con los cólicos de alguna mujer. Mínimo con sus novias anteriores les había comprado toallas o pastillas, pero después de que se las daba se desaparecía y no le importaba lo que hicieran después.

Si tan solo fuera cuidado tan siquiera a una, para saber cómo tratar con ella.

Al rato de esperar y esperar, en donde María se había quedado dormida varias veces pero se seguía quejando entre sueños, y donde el paso de estar parado para sentarse al frente de María. La puerta se abrió de golpe.

—Mano, ¿Y eso que viniste? —Pregunto Samuel, con una clara expresión de sorpresa en sus facciones.

—Nojoda, mano. Vine a buscarte para cuadrar la vaina esa, y la hermana tuya estaba que se moría aquí—Se quejó Fernando.

Claro, Samuel no dejo pasar el hecho de que paso rato con María para cuidarla por voluntad propia.

—¿Qué tiene? ¿Ya está mejor? —Pregunto notoriamente preocupado Samuel.

Fernando solo se paró, y desarropo a María, dejando a la vista la sangre en sus short y su cuerpo sudado.

—Coño, se le atraso la regla-Se lamentó Samuel—¿Le diste una pastilla? ¿Agua caliente? —Pregunto Samuel.

—Mano, yo le di una pastilla ahí que decía paracetamol, pero sigue igual.

—Verga, ¿Tú nunca has cuidado a una mujer con la regla? Esa vaina no se calma con esa piche pastilla.

—¿Y qué coño voy a saber yo? Si ni hermanas tengo.

—¡Coño! ¡Dejen de pelear y tráiganme la puta pastilla! —Grito María echa una fiera.

—Verga si—Susurro Samuel.

Mientras Fernando miraba a Samuel para saber dónde estaban esas tales pastillas, este solo saco su cartera de su bolsillo trasero, y saco una pastilla que le extendió a María, para ir rápido a la cocina y buscar un vaso de agua.

—Toma—Le pasó el vaso de agua.

María se tomó la pastilla, y mientras esperaban que esa tal pastilla hiciera efecto, Samuel le escribió a Gustavo.

Porque por mucho que el hermano de María fuera el, ella prefería pasar los periodos con Gustavo, que tenía mayor tolerancia por sus malcriadeces y la consentía en exceso solo para que ella no le fuera a sacar un ojo.

Claro, por algo son mejores amigos.

Cuando Gustavo llego, abrió la puerta del departamento de golpe, y los dos hombres presentes se sorprendieron al ver el tamaño del bolso que llevaba consigo.

—Mano, ¿Por qué traes una pañalera? —Pregunto Fernando, haciendo la pregunta del año.

—Porque voy a cuidar a mi bebe—Dijo obvio.

María al escuchar la voz de Gustavo, se volteo en el mueble para poder mirar a Gustavo.

—Gus, me siento mal—Sollozo María.

Y claro, eran las primeras palabras que emitía desde que Fernando se encontraba (aparte de gritarle), y el tono de voz que utilizo le pareció al de una niña pequeña.

𝓘𝓷𝓭𝓲𝓯𝓯𝓮𝓻𝓮𝓷𝓽•|𝓜𝓲𝓬𝓻𝓸 𝓣𝓓𝓗|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora