24 de mayo

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Querido diario:

Eran prácticamente las nueve y media de la noche cuando alguien hizo sonar el timbre de la puerta. Yo no esperaba que nadie se presentara, porque había dejado bien en claro a mis amigos, que no  saldría esta noche con ellos. Y que en cambio, me quedaría en sola casa  en compañía de una deliciosa taza de chocolate caliente, y  de algunas películas súper cursis.

            Cuando por fin me digné a levantarme del sofá para ir a ver quién era la persona, que estaba del otro lado de la puerta esperando a que yo abriera, me llevé una gran sorpresa. Derek estaba parado allí afuera con la mirada al suelo y sus manos dentro de los bolsillos de su campera de cuero. Al principio pensé que mejor no salir y decir que no me encontraba en ese momento. Pero al ver que era ya un poco tarde y con el frio que hacia afuera, seguramente necesitaba algo.

            —¿Derek?

            —Hola, Aura.

            —¿Qué haces aquí?

       Él me estaba a punto de contestarme pero una fugaz ráfaga de viento hizo que se estremeciera.

            —Hace mucho frio aquí afuera —me preguntó—, ¿puedo pasar?

            Sonreí.

—Sí, claro.

            Se dirigió directamente al living.

            —¿Cómo estás? —preguntó mientras se sentaba en mi sofá.

            —Bien, ¿y tú?

            —Bien.

        —Bueno. ¿Qué se te ofrece? —pregunté en voz baja.

        —Aura, me quede mal después de aquel día que nos reunimos en CoffeeLand —dijo mientras sus ojos se ensombrecían—. Yo quería hacer el trabajo.

        Fruncí el ceño.

        —Si hubieses querido hacer el trabajo te habrías quedado.

        —Lo sé. Pero tenía que acompañar a Sa… —Se interrumpió a sí mismo.

        —¿A Sally?

        El asintió.

        —La tenía que acompañar a la kinesióloga.

        Arrugué la nariz.

        —¿Kinesióloga?

        —Sí, ella no quedo muy bien de una de sus piernas después del accidente. Y  tiene que ir a hacerse masajes dos veces por semana para poder mejorar.

            —Pensé que no había sido tan grave, ya que salió a los dos días.

            Su expresión se tornó seria.

            —Todos pensamos eso pero con el paso de los días los dolores comenzaron a aparecer.

            —Pobre —dije sinceramente.

            —Sí —dijo—. Bueno, Aura, quiero que me disculpes por haberme ido sin darte explicaciones.

Apreté los dientes.

            —No somos nada como para que me estés dando explicaciones —Sentí que se me revolvía el estómago al decir eso.

            —Lo sé —Apartó la mirada pero inmediatamente volvió a mirarme—. ¿Me disculpas?

            —Disculpado.

Para secar tus LágrimasWhere stories live. Discover now