9 de junio

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Querido diario:

Definitivamente hoy no fue un día de los buenos. Este mediodía, cuando las agujas del reloj, que estaba colgado en la pared de mi habitación marcaron que ya eran más de la una de la tarde, comencé a desesperarme. Solo me quedaban treinta minutos para poder terminar de arreglarme, porque en un rato más tenía que salir corriendo para llegar a la escuela. Pero aunque quería apurarme no podía, porque me estaba cayendo del sueño que sentía. Me había levantado temprano para terminar unos dibujos que tenía que presentarle a la profesora de artística, luego tuve que ir hasta un supermercado para comprar los ingredientes que faltaba para poder cocinar. Diario, no te emociones, solo cocine unas deliciosas pizzas caceras. 

        Diez minutos más tarde, las cosas comenzaron a ponerse bastante mal para mí. Desde mi habitación, podía escuchar claramente cómo mi hermano gritaba de una forma terriblemente desgarradora. Por lo que mamá me dijo cuándo iba corriendo hacía la habitación del bebé, Tate se encontraba así porque se había despertado con mucho dolor de barriga. Imagínate lo que debe haber estado sintiendo mi pequeñín, pobrecito. Lo bueno es que mamá logro que él se calmara enseguida. 

        Cuando estaba desconectando el cargador de la batería de mis teléfonos para irme rápidamente al instituto, mamá entró a mi habitación sin golpear y con Tate durmiendo entre sus brazos. Ella me miró cómo si se quisiera disculpar por lo que me estaba por decir a continuación. La habían llamado de su trabajo para decirle que tenía ir urgentemente. Sus compañeros estaban teniendo muchos problemas para poder terminar un proyecto, que ella había comenzado hace unos meses atrás. Por lo tanto, tenía que ir hasta la oficina para ayudarlos a solucionar esos inconvenientes, porque su jefe que  estaba punto de llegar de su viaje de negocios, estaba empecinado que todo estuviera listo para la cinco de la tarde.   Me quise morir cuando la oí decir eso. Mamá me pidió que la disculpara y me entregó a mi hermano para que lo sostuviera. Y antes de irse me dijo que en cualquier momento llegaría mi tía, porque ella la había hablado para ver si podía cuidar al bebé, ya que yo tenía que asistir a clases.

        Me había perdido una clase entera cuando mi tía se dignó a aparecer en casa. 

        Creo que ni la pude saludar bien, porque salí corriendo de allí.  

        Cuando llegué al instituto, fui corriendo hacia el salón de matemáticas, porque era la materia que tenían en ese mismo instante. Al abrir la puerta, noté que nadie estaba hablando, era todo muy silencioso. Entonces tuve que tratar de no hacer ni un ruido, y así poder pasar desapercibida. Caminé sigilosamente entre los asientos hasta llegar al mío. No sé por qué pero me senté en el suelo junto a la silla donde Fabiana estaba.   

        —Hola, chicos —en voz baja saludé a mis amigos.

        Joshua me miró.

        —Aura.

        —¿Dónde te has metido todo este tiempo? —susurró Fabiana.

        —Estaba en casa.

        —¿Te dormiste? —Mi amigo entrecerró los ojos.

        Negué con la cabeza.

        —No. Estaba cuidando de Tate, porque mamá tuvo que ir de urgencia a su trabajo.

        —¿Y con quién quedo él ahora?

        —Con mi tía Cecilia —dije.

        Dirigí mi mirada al frente. Observé por un segundo al señor Reyes, que se encontraba muy ocupado con su teléfono celular, porque al parecer había recibido una llamada de su ex esposa. Y por los gritos que notablemente todos podíamos escuchar, que él estaba dándole a la mujer del otro lado de la línea, puedo deducir que estaban discutiendo por los mismo asuntos de siempre. Me atrevo a decir que desde que lo conozco, mejor dicho desde mi primer año en esa institución, el profesor siempre se olvidada de cumplir con ciertas obligaciones importantes. Todos los santos meses, el señor Reyes debería ir al banco para poder depositar dinero en la cuenta de sus hijos. Para que ellos puedan pagar las cuotas de sus colegios privados, y llevar la misma vida que solían hacerlo cuando él vivía con ellos. Pero como es una persona un tanto despistada no lo hace, y es ahí el momento en donde comienzan a llegar los mensajes y las llamadas de la madre de sus hijos. 

Para secar tus LágrimasWhere stories live. Discover now