Salimos de la habitación con nuestras cosas, caminamos hacia el ascensor y bajamos hasta el lobby, me acerque a la recepcionista para entregarle la llave así como agradecerle el servicio.
Ambas seguimos caminando calladas rumbo al auto, no sabía porque pero Daniela estaba rara desde la mañana, quería preguntarle pero temía a ser imprudente.
Llegamos al auto, saque las llaves para abrir la puerta y así meter nuestras pertenencias. Nos montamos y en seguida encendí el motor para emprender marcha a nuestro destino.
Llevábamos tan sólo unas cuadras en el auto y mi impaciencia de saber que le sucedía no me dejaba.
–Daniela, sé que no me incumbe pero quisiera saber qué sucede– gire hacia ella un par de segundos para volver la vista hacia la avenida– desde que saliste de el baño estás rara, tú no eres así de callada, vamos, ¿qué pasa?.
–Solo que aún estoy cansada, pero estoy bien, lo prometo– respondió después de soltar un largo suspiro. Daniela había cambiado mucho, pero la conocía, o eso creía.
—De acuerdo— no quise insistir más siempre que Daniela hacia eso era porque estaba molesta pero no lo decía, parece que si, si la sigo conociendo.
Pasamos alrededor de diez minutos más sobre las calles sombrías de Puebla, había olvidado un poco está ciudad, pero se sentía como si no hubiera pasado ni un solo día.
Aparque el auto fuera de la cafetería, salimos y en seguida nos adentramos, en cuanto Paula nos miró sonrió, se levantó de su asiento y camino muy alegre hacia nosotras.
Nos guío hasta donde estaban ella y otros de nuestros amigos, amigos de los que yo no volví a saber nada después de que me fui.
—¡Poché!— se levantó una mujer pelinegra que estaba en la silla junto a Paula, en cuanto estuvo lo suficientemente cerca de mi, se colgó de mi cuello abrazándome fuertemente, le devolví el abrazo.
—¿Mar?— pregunté un poco apenada y confundida, pero es que ocho años a veces hacen cambiar a las personas.
—La misma— me respondió sonriente mientras se alejaba de a poco de mi.
—Pero ven mujer, que después de años debemos celebrar que volvió la nerdasa de la preparatoria— dijo riéndose, así era como todos me calificaban, me fastidiaba pero era una batalla que había perdido.
Me tomo de la mano y así hacer que me sentará en donde antes estaba Paula, ella y Daniela se sentaron del otro lado de la mesa, en donde se encontraba un chico rubio de ojos claros, era Samuel, el mejor amigo de Daniela.
Aparte mi vista de ellos y me concentre en la chica a mi lado, se encargó de presentarme, de nuevo, a todos los que estaba sentados en aquella mesa.
Samuel, Rodrigo un castaño con el que solía ir a una librería de ahí cerca, Martín un chico alto, delgado y de ojos casi negros, Michelle ella era otra de mis mejores amigas, ella era aún más baja que yo, de ojos café oscuro y una sonrisa bastante cálida, y bueno estaba Paula, la mejor amiga de Daniela y Mar, casi mi hermana.
Nuestros amigos eran pocos, era algo que nos unía a ella y a mi, teníamos muchos conocidos pero poco amigos.
——
Después de la reunión con nuestros amigos decidimos que estaba bien ir a una cabaña que quedaba a unas horas de la capital, era una ciudad pequeña, no era tan grande como una pero tampoco era pequeño como un pueblo, era simplemente suficiente para ser un lugar turístico. Todos quedaron en ir por sus pertenencias a sus casas y nos veríamos en la caseta que daba partida fuera de Puebla, tanto Daniela como yo ya no necesitábamos ir a recoger nuestras cosas, así que por obviedad nos quedamos con Paula a esperarla, a mí en lo particular me divertía mucho, Paula era demasiado exagerada y a veces solía molestarla con lo que ella misma había dicho, por eso rodo los ojos cuando escucho que yo tendría que estar con ella, amaba a Paula pero sé que una parte de ella me odiaba, por muy mínima que fuera, ella lo sentía por mi.
—Tardaste años, Paula— le reclamé cuando ya estábamos montadas en el auto, yo conduciendo, Daniela de copiloto y Pau en el asiento de atrás.
—No es mi culpa que tú seas una impaciente— respondió haciendo una mueca en su cara, seguido de rodar los ojos, otra vez.
—¿Impaciente es esperar una hora para que eligieran entre que color llevar de tu traje de baño?— le dije mientras la veía por el retrovisor— pues perdóname querida, porque entonces se me ha dado muy poca paciencia— agregué sarcástica al tiempo en que volvía mi vista hacia la carretera.
—Dejen ya de pelear como si fueran un par de niñas de cinco años— intervino Daniela mientras soltaba una risita, misma que seguí e hizo que Pau soltará un bufido al tiempo en que negaba y sonreía en nuestra dirección.
—Dos contra mí no es justo— volvió a reclamar mientras fruncía el ceño.
Daniela y yo dejamos salir una fuerte carcajada, Pau nos miraba confundida por lo reciente.
——
Ya nos habiamos reunido con los demás, emprendimos el camino hacia el lugar en el que pasaríamos el fin de semana, fue un exhausto viaje que duró cinco largas horas.
Conocíamos al dueño de la cabaña en la que nos quedaríamos así que no fue problema pedírsela rentada un par de días. David, el dueño de la cabaña, era un hombre que había conocido mientras mi pasatiempo era tomar fotografías, obvio trabajaba un poco de ello pero jamás como algo fijo, a él lo ví cuando por primera vez hice un montaje con un montón de modelos, al término de la sesión y de las buenas y no tan buenas fotos, él se acerco conmigo y así contratarme para una sesión, era el aniversario de su boda, acepte gustosa; su aniversario lo celebró en la misma cabaña en la que nos quedaríamos. Así conocí el lugar que nos guardo a Daniela y a mi, el lugar en donde volví a decir "te amo" sin miedo.
Ayude a Pau y Daniela a sacar sus cosas de la cajuela y ponerlas en el suelo, cerré bien el carro y me encamine hacia el interior del lugar, todos entraron seguido de mi, miraron alrededor, habían venido solo una vez, y fue solo por unas horas, supuse que volvían a recordar cada detalle en sus mentes.
Había cuatro habitaciones en la cabaña, una de ellas tenía tres camas individuales las demás tenían camas matrimoniales. Samuel, Martín y Rodrigo se quedarían en las camas individuales, ellos tienen suerte, pensé.
Michell y Mar siempre se quedaban juntas así que por ellas no había problema, quedábamos Pau, Daniela y yo.
—Pues tendrán que compartir chicas— nos miró Pau a Daniela y a mi con una gran sonrisa.
Mi cabeza no procesaba el hecho de compartir habitación con aquella castaña, y no solo eso, si no que también tendría que dormir en la misma cama que ella, me gire hacia Daniela con la esperanza de que se negara para que ella y Pau durmieran juntas, pero en vez de eso, tomo su maleta y comenzó a caminar rumbo a las escaleras que daban al segundo piso.
Volví mi vista a Pau que me miraba divertida iba a reclamarle por haber dicho que ella dormiría sola.
—Disfruta Romeo— tomo su maleta por el mango, luego de seguir el camino que antes había tomado Daniela.
—Genial, lo que me faltaba— suspiré frustrada por la situación— Va a ser excelente mi estadía.
Subí las escaleras hacia la que sería mi habitación durante ese par de días, todas las puertas estaban cerradas a excepción de la que compartiría con la castaña, camine los metros que me faltaban para estar frente a la habitación, alce la mirada y me encontré a Daniela a medio vestir.
¡¿Quién carajos se desnuda con la puerta abierta?!
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"MI TORMENTA FAVORITA"
FanfictionNo te das cuenta de lo hermosas que pueden ser las tormentas hasta que te topas con una, que para tu suerte buena o mala hace que te encuentres dentro de ella hasta el grado de ya no poder salir tan fácilmente, incluso a pesar de los años, de las vi...