CAP. 6

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Me quedé en blanco al verla de esa manera, estaba parada a un costado de la cama con su camiseta y pantalón en mano. Di media vuelta con intención de irme por donde había llegado. Antes de que pudiera avanzar su voz llamó mi atención.

—¿Porqué no pasas, te da miedo?— sus palabras me dejaron atónita, ¡¿Qué era lo que le pasaba?! ¿Quería jugar conmigo? ¿Estaba imaginando esto?.

Regrese la distancia que había avanzado con dirección a ella, seguía en el mismo lugar que en el que la encontré, desvíe mi mirada de su cuerpo y la mire a la cara, tenía una expresión divertida, si, se estaba burlando de mi, y no, no lo estaba imaginando.

Camine dentro de la habitación cerca de la cama, dejé la mochila que llevaba en el suelo y volví mi vista hacia Daniela que parecía no importarle que estuviera solo en ropa interior.

—¿Ya decidiste que lado quieres?— pregunté señalando la cama, aunque pensándolo bien era una pregunta tan patética que hasta yo me sentía estúpida por hacerla.

—Si, este— dijo con una sonrisa y acercándose a el lado izquierdo de la cama, justo el lado que estaba frente a ella. Asentí y me senté en el lado contrario al suyo, escuché como sacaba algo de su maleta, supuse que era la ropa que se  pondría, seguido escuché pasos acercándose, levanté la cabeza y ella seguía con lo mismo.

Me miró y regreso su mirada hacia la puerta que estaba a un par de metros de nosotras, supuse que era el baño pues ella llevaba entre su ropa una toalla. No dijo nada solo avanzó y se adentro en el, yo no sabía que pensar, si bien ella ya no tenía diecisiete y los cambios le sentaron bien.

Me levanté de la cama para volver a salir de aquella habitación, baje las escaleras, camine hasta la cocina donde me acerque a la nevera y saque una cerveza, hace tanto que no tomaba una. Salí de la casa, seguí unos metros más hasta estar cerca de la orilla, me senté y destapé la botella. Acerque la cerveza a mi boca, sentí el líquido semi - amargo bajar por mi garganta causando un ligera ola de  calor y ardor.

No sabía cómo es que en tan pocos días Daniela se volvía a meter en mi vida, suspiré pesadamente por la frustración que me causaba encontrar una explicación coherente, sentí mi celular vibrar en el bolsillo de mi pantalón, lo saqué y vi una notificación de mensaje que no quise abrir, estaba demasiado cansada para atender otros asuntos.

—¿Porqué tan solita?— escuché una voz a mis espaldas, voltee y ví a Paula parada a unos pasos de mi con una botella igual a la mía.

—Nada, estoy algo cansada, el viaje ha sido largo, casi no dormí— respondí después de hacerle una seña para que se sentará a mi lado.

—Ya somos dos, pero es temprano para estar bebiendo, ¿no creés?—  me miró alzando una ceja, solté una carcajada por su intento de intimidación.

—Lo mismo podría preguntarte a ti, ¿No creés?— le dije con una sonrisa que inmediatamente ella me devolvió.

—¿Cómo has estado, Poché?— pregunto seria mientras bebía de su botella— Tantos años sin saber de ti, solo de tu trabajo y una tal Verónica.

Suspiré cansada, sabía que les debía esa charla pero no estaban listos, y yo tampoco.

—Bueno, pero hoy es día de disfrutar, los demás también han de estar terminando de arreglarse— respondí ignorando su anterior comentario, giro su cabeza y me miró, alzó una ceja de forma acusatoria— Está bien que no me mires así, tal vez después les diga quién es Verónica y qué fue de mi vida.

Asintió para levantarse y ayudarme a mi a hacerlo. Regresamos a adentro, pusimos las botellas vacías en la mesa de la cocina.

—Tengo demasiada hambre, ¿Tú no?— me miró e hizo un puchero, me reí por lo graciosa que solía ser Paula cuando tenía hambre o hasta cuando estaba en su periodo. Como los extrañé, pensé.

—Si, pero yo quiero lasagna, ¿quieres prepararla?, Sabes que soy pésima en la cocina, así que si no quieren un incendio no me hagas cocinar— parecía indignada por hacerla cocinarme, esperé una respuesta pero solo comenzó a sacar los recipientes para preparar la lasagna.

——

—A ver mija, desembucha— dijo Mar metiéndose un pedazo de comida en la boca. No nos había tomado más de una hora terminar de hacer la comida.

—Bueno, no pasó nada interesante a decir verdad— respondí encogiéndome de hombros restándole importancia.

—Siempre hay algo interesante en la vida de una loca como tú, no me sorprendería si estás casada— me atragante con la comida que tenía en la boca, mire un tanto sorprendida a Paula que parecía demasiado tranquila con lo que acababa de decir.

—Pues no, no estoy casada— dije tratando de recuperar el aire, y un tanto nerviosa por el comentario anterior de Paula.

—Pues parece que si— alzó una ceja Mar a la que se le unió Michell, mirándome de una forma acusatoria.

—Aunque les sorprenda estoy soltera.

Samuel me miró con un poco de desconfianza pero después apartó la vista.

—Ya terminé, vámonos que hoy quiero un buen chapuzón— se levantó llevándose su plato consigo.

——

—¡Ah! Ya necesitaba algo relajante, semanas detrás de un escritorio es a veces fastidioso— dijo Samuel después de salir del agua en donde segundos antes se había aventado.

La casa donde nos estábamos quedando no estaba lejos de un lago, estaba bastante alejado de la ciudad por lo que no había turistas de por medio y mucho menos en esta época del año. Tenía adaptado ya unos troncos de árboles que funcionaban como mesas para ahí comer, dejamos las cosas que llevábamos, entre ellas comida, sodas y cerveza, si, no podía faltar en temporada de "calor" o al menos es lo que decía Samuel.

Todos nos reímos de él, de vez en cuando solía ser un desesperado.

—Ya me antoje— anuncio Rodrigo antes de lanzarse también.

—Pues para qué  esperar más, ¿No?— salió corriendo Michell detrás de ambos chicos para tirarse dentro al lago.

Habían pasado unos cuarenta minutos desde que llegamos al lugar, se comenzaba a hacer algo de calor. Me incline para tomar una cerveza de la hielera , sentí una mano en mi hombro, gire mi cabeza para ver quién era, la mano era de Daniela, estábamos demasiado juntas, el timbre de llamada de mi teléfono apareció en el momento. Sin ver quién podría estarme marcando contesté.

—¿Bueno?.

—¿Mamá puedo sacar a pasear a Ramón? Es que la abuela dice que está cansadito porque apenas le dimos un baño— sonó la melosa voz de mi hija.

—¡Hey, chicos! ¿No quieren una?— grito Daniela hacia los chico quienes la miraron y yo también.

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