Un regreso doloroso.

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Antes de empezar, quisiera aclarar que el fanfic es totalmente de mi autoría, lo subo aquí por la recomendación de mi mejor amiga.

Sin más que agregar, espero disfruten hace muchos años que no escribía.
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Ella miró a través del cristal que la separaba de las frías calles, la memoria de su niñez las recordaba más vivas. Volver a su ciudad natal después de tantos años, en un día como ese y por una razón tan tortuosa no era la mejor manera de empezar.

Olga siempre les insistió a sus padres que se iban a Roma junto a ella, su esposo, su pequeña Carlotta y Helga, quien había accedido a cambiar bruscamente de vida un día, a lo loco, cuando su hermana mayor se le podría haber explotar su potencial en Europa. Después de todo, al Max ser diplomático, quizás ese año el puesto de embajador Norte Americano en la capital italiana.

Las tenues gotas de una prominente lluvia resbalaban por el cristal, se fijó en el parque, tantos recuerdos pasaron por su mente, sus padres no han sido los mejores, pero por mucho que su infancia haya sido difícil, luego las cosas mejoraron, hubo conversaciones , hubo abrazos, también lágrimas; estás últimas difícilmente dejarían de caer. Una manita paliducha tocó su mejilla, sus ojos azules se cruzan con un pequeño par de ojos violeta, esa enigmática pero preocupada mirada la invitaba a dejar de llorar, su pequeña estaba preocupada.

- Tranquila Mallory, esto es porque extrañaré a tus abuelitos - Helga acarició la mejilla de su pequeña hija.

- Tía Helga, ¿Crees que mamá nos alcance luego? - Carlotta miró a su tía, que más bien era como una hermana mayor.

- Carlotta, tú y yo conocemos a tu madre. Estará ahí -.

La camioneta paró fuera de la iglesia, Hillwood completo estaba ahí, pudo reconocer a muchas personas, entre ellas a su mejor amiga, que corrió para abrazarla.

Su sobrina Carlotta tuvo el manito de su pequeña prima y caminó con paso firme dentro de la iglesia. Notaba como todos observaban a Mallory, su pequeña prima de 4 años. Sabía que todos estarían expectantes de conocerla, al fin y al cabo, su tía había dejado una marca en ese vecindario, mucho más grande que su propia madre, quien se enorgullecía por destacar en todo lo que se proponía.

- ¡Carlotta, mi preciosa bebé, aquí estamos! - Olga, su madre, la frecuencia con su voz cantarina triste, más totalmente conciliadora. Sus padres estaban hasta adelante, frente a ellos el altar del cura y ahí están dos cajas, dos cajas inertes, dos cajas de fino roble, dos cajas que la gente llama "ataúdes", para no llamarlos por su nombre. Dos cajas donde sus abuelitos no pueden volver a salir, no podrían abrazarla, no volver a comer las galletas de mantequilla de maní de su abuela Myriam, tampoco volverían a escuchar un abuelito de hablar de cómo volverse rico gracias al negocio de los teléfonos inteligentes. No, ya no lo volvería a ver nunca más.

Max, quien había estado al margen se adelantó, tomó a la pequeña Mallory en uno de sus fuertes brazos y con el otro atrajo a su hija, su pequeña pre adolescente de casi 12 años, su pequeña consentida, su pequeñita fuerte, estaba sufriendo en silencio, él lo sabía perfectamente, era tan idéntica a él mismo a esa edad. Le impresionaba como su sangre pesaba en la genética de su hija, mientras que Mallory era una mezcla de su pequeña cuñada y Derek, ese mocoso simpático e irritable.

Carlotta dejó caer las lágrimas que presionaba con todas sus fuerzas para no salir, nunca olvidaría todo el amor que sus abuelitos le habían dado, a ella y a Mallory, no dejaría que su prima olvidara a sus abuelitos, no dejaría que su recuerdo desapareciera. Como la primera nieta era su deber mantener vivo el orgullo Pataky. Era su deber hacer sentir orgulloso a su abuelito.

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