Emociones.

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Olga vio llegar a su hija como un torbellino rubio que atravesó la casa para darle un beso en su mejilla y, sin más, correr al segundo piso donde estaba su habitación. Su intuición de madre "super femenina" le decía que algo había pasado en la escuela, no necesariamente malo porque Carlotta estaba como un tomate, pensó en que, quizá, algún chico lindo se le habría acercado para conversar; no estaba tan equivocada, aunque el acercamiento no fue precisamente una charla en sí.

La niña por fin se sentía segura, no sabía exactamente como le había hecho para llegar a su casa corriendo, sin mirar y con el corazón queriendo salir por su boca. A su mente el recuerdo de Jake tan cerca empeoraba su pulso, ¿Quién se creía para hacerle eso?, era entendible que fuera el niño más lindo de toda la escuela, pero…, pero no sabía qué hacer con esa sensación de frustración por esa abrupta, oportuna pero vergonzosa interrupción. Por su mente se repetía aquella escena una y otra vez, su rostro tan cerca, sus ojos serios mirándola fijo; su piel se erizó nuevamente y quizá, dentro de su mente transita su alma pasando de la tierna niñez a la pre adolescencia, ese periodo donde las hormonas se alborotan por primera vez, ese periodo donde empiezas a conocer los cambios de tu cuerpo.

Max abrió la puerta principal de su casa, un olor a pollo frito llegó hasta él prometiendo una buena cena en compañía de las mujeres de la casa, sabía que estaba en clara desventaja de género cuando se fijó en como Olga y Rosita parecían más amigas que patrona y empleada. Se acercó a su esposa quien reposaba en el sofá viendo sus telenovelas, la rubia lo saludó abrazando a su esposo, lo besó amorosamente y se dispuso a contarle su día, nada nuevo, hasta que Olga le dio a entender que Carlotta debía escuchar "la charla".

- ¿A qué te refieres con la charla?, ¡Tiene 11 años! – Max pasó su mano por su cabello desarreglándolo un poco.

- Vamos mi amor, Carlotta está en la edad para querer saber de chicos y de s – e – x – o - Olga rió un poco al ver la poco convencida cara de su esposo.

- Sigo creyendo que es muy pequeña – Bufó Max - ¡Es una bebé! – .

- Oh, claro que no Max. Carlotta es una señorita, que en menos de lo que podamos notar cumplirá 15 años y ahí sí que será tarde. Sus hormonas no tomaran en cuenta a papá – Olga le dio un sorbo a su taza de té – Suelo dejarte a ti las charlas serias, como también los temas de castigos, lo que es bueno y lo que es malo. Pero Carlotta será el día de mañana una mujer, no podemos mantenerla en una burbuja de protección contra la vida – la rubia miró a su esposo, ella mejor que nadie sabía lo que era salir de la burbuja familiar, lo que era conocer niños con poco acceso a la educación, darse de lleno con el balde de agua fría que te cae cuando los brazos de mami y papi no están cerca para sostenerte.

- Confío en ti preciosa – Max suspiró, no podía poner en duda el criterio de su esposa en torno a la hija que ambos estaban criando.

- Gracias papá oso – Olga se lanzó a abrazarlo como pudo.

La cena estaba servida, Carlotta se había mantenido particularmente silenciosa y pensativa esa tarde, Max miró a su esposa y esta le sonrío haciendo un gesto para que lo dejara pasar, ella como su madre encontraría el momento perfecto para poder hablar con su hija para no avergonzarla o ponerla nerviosa. Había cometido errores con Helga, pero también había aprendido a ver más allá de las actitudes de una niña. Sin saberlo su hermana le había enseñado como sería ver crecer a una niña, como identificar cuando necesitaba ayuda femenina adulta.

Helga observó a Derek dejar la comida sobre la mesa, lo miró con amor mientras le acariciaba levemente el dorso de la mano, había tenido un día demasiado estresante, él la calmada a tal punto de relajarla con su mirada, su pequeña Mallory comía tranquila sentada entre ambos, le encantaba la imagen familiar que tenían. Amaba poder darle un hogar cálido a su pequeña, una familia que la amara, tal cual ella lo hubiera querido a su edad. Con los años había aprendido a no culpar a su hermana por las decisiones erradas de sus padres; esperaba no cometer errores con ella, ni con quizá, otros bebés que decidiera tener, después de todo tenía tan solo 22 años.

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